El papa Francisco satisfizo las expectativas de los miles de fieles que acudieron ayer bajo una insistente lluvia y un intenso frío a Aparecida, el mayor santuario brasileño, para ver al primer pontífice latinoamericano.
"Superó todas las expectativas. Fue mucho más de lo que esperaba", dijo a Efe la brasileña Luisa Almeida Prates, una jubilada procedente del estado de Minas Gerais que llegó a Aparecida para ver a Francisco en el principal destino de los peregrinos brasileños y el mayor templo del país.
"Pensé que nunca en mi vida vería a un papa, porque ya tengo 63 años, y, pese a la lluvia y al frío, y a que mi presión subió, me voy totalmente satisfecha", dijo la también jubilada brasileña Ana Montijo, que llegó al santuario a las 7.00 hora local, casi cinco horas antes de que el papa saliera a la Plaza de los Apóstoles para bendecir a la multitud.
Cerca de 200.000 personas se congregaron ayer en Aparecida, una ciudad en el interior del estado de Sao Paulo de 35.000 habitantes.
En la misa
Solo 15.000 personas, algunos de los cuales formaron largas filas desde la tarde del lunes, tuvieron el privilegio de asistir a la misa en el interior de la basílica, que tiene capacidad para 30.000 personas.
El resto, protegido por paraguas y capas de lluvia, tuvo que verla a través de las enormes pantallas de televisión instaladas en los estacionamientos.
Tras cuatro horas de espera bajo la lluvia, el pontífice apareció en un púlpito en la Plaza de los Apóstoles y los asistentes llegaron al delirio cuando Francisco anunció su regreso a Aparecida en el 2017, cuando se cumplen 300 años de la aparición de la imagen de Nuestra Señora Aparecida, la patrona de Brasil.
El pontífice se disculpó por no hablar "brasileño", pero dijo haberse dado cuenta de que todos lo entendían en español cuando pidió la bendición de la virgen negra de Aparecida para "toda la patria".
Cada una de sus frases fue saludada por gritos, ovaciones y por la agitación de pancartas y pequeños banderines, en su mayoría del Vaticano y de imágenes de la virgen de Aparecida, pero también de diferentes estados brasileños y de algunos países latinoamericanos.
Algunos de los jóvenes latinoamericanos que participarán en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), inaugurada el martes en Río de Janeiro y que el papa clausurará el domingo en una misa campal, pasaron por Aparecida antes de dirigirse a la llamada "Cidade Maravilhosa".
Elogios por su carisma
Igual que en su llegada el lunes a Río de Janeiro, Francisco se dio un baño de masas en Aparecida, en donde los fieles lo elogiaron por su carisma, su sencillez y sus mensajes en favor de los pobres.
Cientos de personas con lágrimas en los ojos, otras visiblemente emocionadas y numerosos fieles cantando y coreando el nombre de Francisco se aglomeraron en el corto recorrido que el pontífice hizo en el papamóvil, entre el helipuerto del propio santuario y la basílica.
A diferencia de Río, en donde el pueblo pudo aproximarse a pocos centímetros del papamóvil, en Aparecida una valla metálica separaba a los fieles a unos tres metros de distancia.
La barrera no impidió que Francisco pidiera que parara el vehículo en dos oportunidades para besar en la cabeza y bendecir a niños que le fueron acercados por sus guardaespaldas.
El baño de masas prosiguió después de que el papa orara frente a la imagen de la patrona de Brasil, a la que pidió que protegiera a todo el pueblo Latinoamericano.
Francisco, siempre sonriente y bien dispuesto, saludó uno a uno a numerosos fieles, incluso a los miembros del coro, y conversó por algunos minutos con líderes de diferentes religiones que acudieron a su misa en la basílica.
Luego, a su llegada a Río de Janeiro, Francisco visitó el hospital San Francisco de Asís, donde conoció el trabajo de recuperación de jóvenes drogadictos y alcohólicos.
La de ayer fue la tercera visita de un papa a Aparecida, que es recorrida anualmente por cerca de 11 millones de personas, lo que la convierte en el mayor destino de peregrinos en Brasil, que es el país con más católicos del mundo.
Juan Pablo II visitó el santuario en 1980 y Benedicto XVI en el 2007, cuando coincidió en la ciudad con el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, en la época arzobispo de Buenos Aires, en la Quinta Conferencia Episcopal Latinoamericana.
Aparecida. El Papa puso ayer su vida, su pontificado y al pueblo latinoamericano bajo la protección de la Virgen de Aparecida, patrona de Brasil, y abogó para que los jóvenes sean artífices de un mundo más justo y no cedan ante "ídolos pasajeros como el dinero, el placer y el poder".
Tenía previsto viajar desde Río de Janeiro, distante 245 kilómetros, en helicóptero, pero debido al mal tiempo lo hizo en un avión que aterrizo en el aeropuerto de San José dos Campos, a 80 kilómetros de Aparecida, y desde allí se trasladó en helicóptero hasta el santuario.
"En vuestras manos pongo mi vida", afirmó un papa emocionado, que después ofició su primera misa pública en Brasil, en la que exhortó a los fieles a no perder la esperanza y pidió a los padres y educadores que transmitan a los jóvenes los valores que les hagan artífices de un mundo más justo, solidario y fraterno.
Para lograr ese objetivo, señaló tres actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría.
Sobre la esperanza, dijo que aunque en la vida de cada uno y de las comunidades se presentan muchas dificultades, Dios nunca deja al hombre que se hunda.
"Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón. El dragón, el diablo, el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza", afirmó.
Señaló que hoy en día los jóvenes sienten la sugestión de tantos ídolos "que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza, como son el dinero, el éxito, el poder, el placer" y que ello se debe a la sensación de soledad y vacío que sufren "y que les lleva a la búsqueda de compensaciones de estos ídolos pasajeros".
Tras la misa, saludó desde el balcón a los fieles y después se trasladó al seminario Bom Jesús, donde bendijo una imagen de fray Galvao, el fraile zl que proclamó santo Benedicto XVI en Sao Paulo en el 2007.
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