Efe | LA PATRIA | Roma
En una plaza desierta, envuelta en silencio y mojada por la lluvia, el papa Francisco le regaló a los fieles católicos del mundo una ceremonia inédita, la bendición Urbi et Orbi, que se desarrolló en una plaza de San Pedro del Vaticano.
Esta bendición solo se imparte en tres ocasiones: cuando el papa es elegido sucesor de Pedro, el 25 de diciembre por Navidad y en Pascua.
También se ofrece en fechas puntuales, como en 1942, cuando Pío XII lo hizo con motivo de su Jubileo episcopal y del XXV aniversario de las apariciones de Fátima.
"Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos", dijo el papa al comenzar su homilía.
Universial
La de ayer fue una cita de oración universal, que propuso el propio Jorge Bergoglio el pasado domingo tras el rezo del Ángelus y que tuvo otra característica particular: todos los católicos tuvieron la oportunidad de obtener la indulgencia plenaria, tal y como estableció hace poco Francisco en el decreto de la Penitenciaría Apostólica.
En este documento, el papa otorga indulgencias a todos los enfermos con coronavirus, a sus familiares, a quienes les cuidan y a todo el que reza "para pedir el cese de esta pandemia, el alivio de los que sufren y la salvación eterna de los fallecidos".
Francisco invitó a toda la humanidad a reflexionar en medio de esta crisis sobre la importancia de la fraternidad y de la solidaridad, frente al individualismo y el egoísmo.
Opinó que las personas han avanzado durante años sintiéndose "fuertes y capaces de todo, codiciosos de ganancias", dormidas "ante guerras e injusticias", sin escuchar a los pobres y los enfermos, y pensando en que estaban "siempre sanos en un mundo enfermo".
"Se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos", papa Francisco.
Este Cristo fue llevado en procesión en 1522 por Roma para pedir el fin de la peste que asolaba la ciudad y desde entonces lo llevan en procesión a San Pedro cada año sagrado, alrededor de cada 50 años.
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