Noelia López
Efe | LA PATRIA | Berlín
Con un alemán más que correcto y la documentación que le reconoce como refugiado en regla, el sirio Anaz Sharaf-Aldin narra "el estrés y la depresión" de muchos de sus compatriotas que huyen de la guerra y empiezan de cero en el extranjero y el "miedo" ante el aumento de los ataques racistas.
Él llegó a Berlín hace un año de la mano de su hermano, en el marco del programa extraordinario puesto en marcha por el Gobierno alemán para acoger a un contingente de 20 mil refugiados sirios.
Hace hincapié en la ansiedad de los sirios y de otros solicitantes de asilo que llegan al país y lamenta la falta de iniciativas para su integración. "No se trata de dinero, de prestaciones, sino de oportunidades; apoyarles para superar los primeros pasos y encontrar una casa".
La vivienda, a su juicio, es uno de los factores fundamentales para comenzar una nueva vida y encontrar un empleo con el que mantener a la familia, ya que vivir en un albergue, compartiendo habitaciones, baño y cocina y aislado del resto de la sociedad, "frena el desarrollo" de la persona.
Junto a los albergues, se improvisan campos de tiendas de campaña, contenedores de obras o cuarteles abandonados para alojarlos.
Rebusque
La solución en la ciudad-estado de Berlín es el reparto de vales para hostales por 50 euros por noche y persona, lo que obliga a cientos de solicitantes a "buscarse la vida" y, en muchos casos, a dormir a la intemperie por no encontrar plazas disponibles, denuncia Nora Brezger, miembro del Consejo de los Refugiados de Berlín.
Esta entidad, que agrupa a distintas organizaciones que trabajan con inmigrantes y refugiados en la capital, envió esta semana una carta abierta al alcalde de Berlín para exigir alojamientos "dignos" y refuerzos de personal en las oficinas de extranjería para tramitar las solicitudes.
Las ONG denuncian también el aumento de los ataques a albergues de acogida. Las cifras oficiales hablan de unos 200 ataques en los seis primeros meses del año y el Ministerio de Interior reconoce que la tendencia es "alarmante".
Según Fröscher, ahora predominan los "autores ocasionales", que acosan o insultan a los refugiados en la calle, ante sus casas o cuando se dirigen a sus albergues.
En este contexto, Fröscher y Brezger alertan del peligro del discurso oficial que distingue entre solicitantes de asilo "buenos", los que huyen de países en guerra, y "malos", los que llegan a Alemania por motivos económicos o laborales y "saturan" los recursos de acogida" sin posibilidades de ser reconocidos como refugiados.
"Los refugiados que venimos de zonas de guerra, como Siria, Irak o Afganistán, estamos en mejor situación que los otros; entonces te planteas la pregunta, ¿cómo hacen los otros?", concluye, perplejo Sharaf-Aldin.
La mayoría de las ciudades alemanas se presentan desbordadas ante la creciente llegada de solicitantes de asilo -el año pasado se superaron los 200 mil y se augura que este año se llegue a 450 mil-.
Este año
La mayoría de las solicitudes del primer semestre son de sirios (32.472), pero tras ellos se sitúan los kosovares (31.400) y los albaneses (22.209); mientras que más del 85 % de los primeros recibe algún tipo de protección, la tasa se sitúa entre el 0,3 y el 0,4% en los otros dos casos.
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