ANA MARÍA GUZELIAN
EFE | LA PATRIA | BEIRUT
Edificios destruidos, manchas de sangre en un asfalto cubierto con vidrios rotos y un aire pesado a la respiración marcaban ayer el camino hacia el desolador hueco que queda en el puerto de Beirut tras la explosión que dejó 135 muertos y al Líbano sumido en el dolor y la indignación.
Nabin Emboz limpia lo que queda de su pequeña librería. Su negocio como tantos otros no pudo resistir y fue fulminado por la onda expansiva de la deflagración causada el martes por la combustión de cerca de 3.000 toneladas de nitrato de amonio contenidas en un almacén del puerto de la capital libanesa.
"Todo lo que le pido a este sistema es que al menos haga pagar al responsable de todo esto", dijo Emboz con una indignación que trataba de tapar con sarcasmo.
"Supongo que tendré que tomarme un año de vacaciones obligatorias", añadió.
Su situación al menos ha sido mejor que la de miles de víctimas en una ciudad que ayer recordaba una estampa olvidada desde que la guerra civil acabó en 1990.
El ministro de Salud libanés, Mohamed Hasan, informó que 113 personas han muerto e indicó que el número de heridos supera ya los 5.000.
En los alrededores del puerto, patrullas militares bloqueaban el acceso. Nadie, incluidos los periodistas, podían acercarse al punto de origen del desastre.
"Todavía no sabemos la razón de la segunda explosión y no queremos ninguna información errónea en los medios", dijo un militar sin identificarse.
Investigación y daños
Mientras pasan las horas, el Gobierno investiga las causas por las que estalló un cargamento de 2.750 toneladas de nitrato de amonio, un fertilizante de enorme volatilidad, lo que convirtió a Beirut en una zona de guerra.
"Aseguramos a las familias de los muertos y heridos y a los libaneses que estamos determinados a continuar con las investigaciones, descubrir las circunstancias de lo que sucedió lo antes posible y que los responsables y los negligentes rindan cuentas, y aplicarles el castigo máximo", dijo ayer el presidente libanés, Michel Aoun.
El impacto de la explosión trasciende los daños humanos y materiales para el Gobierno libanés, objetivo de las críticas de una población que desde septiembre del 2019 se ha lanzado a la calle para decir "basta" y exigir un cambio en el sectario y corrupto régimen político que ha dejado al país sumido en su peor crisis económica desde la guerra.
Los daños son descomunales. El Gobernador de Beirut, Maruan Abboud, afirmó ayer que aún hay más de 100 desaparecidos y más de 200 mil personas se han quedado sin casa.
En declaraciones a los medios locales, Abboud señaló que hay al menos un centenar de personas a las que no se ha podido localizar y que los daños en la capital son enormes, valorados entre 3.000 y 5.000 millones de dólares.
"Alrededor de 200.000 o 250.000 personas se han quedado sin hogar y estamos trabajando para abastecer de comida, agua y vivienda", indicó en declaraciones recogidas por diversos medios locales.
En estado de emergencia
El Gobierno aprobó ayer el estado de emergencia durante 15 días en la capital libanesa, que ha pasado a estar bajo control militar.
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