Sabela Bello
EFE | LA PATRIA | MANAGUA
El conflicto sociopolítico de Nicaragua, originado por la gestión del presidente, Daniel Ortega, cumplió 100 días en medio de la violencia que no cesa y el éxodo de ciudadanos atemorizados por una situación sin perspectivas de pronta solución.
La represión y las amenazas del Gobierno hacia quienes alzan su voz en contra de Ortega, de 72 años, generaron un cambio radical en el país que, hasta hace tres meses, tenía la imagen de ser el más seguro y pacífico de Centroamérica.
Las fallidas reformas al seguro social planteadas por Ortega desataron una oleada de multitudinarias protestas que desembocaron en una lucha desigual, en la que los manifestantes autoconvocados, en su mayoría universitarios, levantaron barricadas para protegerse de la violencia armada de las fuerzas progubernamentales.
La crisis provocó que medianas y pequeñas empresas echaran el cierre y los nicaragüenses se vieron obligados a salir del país por temor a la violencia o en busca de un empleo que sustituya al que perdieron.
Los sectores más afectados son el turístico y el hotelero.
Las pérdidas económicas, de las que todavía no hay datos concretos, han puesto a Nicaragua en una situación difícil, ya que no cuenta con un potencial económico fuerte para salir, a corto plazo, del pozo en el que se ha sumido desde el comienzo de la crisis.
Según reiteró la Iglesia católica, la solución al conflicto es complicada, debido a la falta de voluntad de diálogo del Gobierno, que no está dispuesto a renunciar ni a adelantar elecciones, tal y como piden la Alianza Cívica.
Y esto se suma la crisis social que genera la violencia de las balas de las “fuerzas combinadas” gubernamentales, integradas por policías, parapolicías, paramilitares y antimotines, que continúan matando a los que se manifiestan contra el Gobierno.
Pese a la gravedad de la situación, ninguna de las partes está dispuesta a ceder en una lucha que ocasiona ríos de sangre con cientos de muertos y heridos, secuestros, torturas y desapariciones forzadas de jóvenes, cuyo paradero sigue sin conocerse.
Así lo manifestaron los autoconvocados por una parte y los sandinistas por otra en sendas marchas realizadas el Día Nacional del Estudiante en Managua, que se celebró el lunes, cuando ambos bandos dejaron claro que no cederían hasta alcanzar los ideales por los que matan y mueren.
Los sandinistas abogan por la continuidad de Ortega y su esposa y vicepresidenta del país, Rosario Murillo, mientras que los manifestantes exigen el abandono inmediato del presidente y todo el Ejecutivo.
Al menos 72 personas han quedado lisiadas de por vida tras haber recibido disparos o palizas por parte de las fuerzas combinadas del Gobierno.
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