GEOVANNY MARTÍNEZ
LA PATRIA | MANIZALES*
El 23 de septiembre del 2001 José Avelino Gómez Aristizábal llegó a la primera línea de la Zona Cero, donde hoy hace 20 años se produjo un punto de inflexión en el mundo, cuando dos aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, de Nueva York, suceso conocido como el 11S.
13 días después del derrumbe de las edificaciones, este neirano hizo parte de los miles de trabajadores no uniformados que pusieron su salud a un lado para retirar los escombros y limpiar el área del centro mundial financiero en Manhattan.
"La nube de polvo que había en el World Trade Center era salvaje y olía nauseabundo. Nunca olvidaré el olor, me perseguirá el resto de mi vida", expresa Gómez Aristizábal, quien vivió 12 años y 8 meses en Unión City (Nueva Jersey) y hoy recuerda como si fuera ayer lo que sucedió ese 11 de septiembre del 2001 en la Gran Manzana.
"Ese día me encontraba laborando en Hoboken (Nueva Jersey), así que vi cuando impactó el segundo avión", luego vio una bola de fuego en lo alto del World Trade Center y segundos después "empezaron a caerse esos edificios como castillos de naipes. Nos mandaron para las casas a las 10:30 de la mañana. El impacto mental es muy inmenso, es grandísimo", narra Gómez Aristizábal.
Ese suceso le produjo durante tres meses ataques de pánico, su mayor temor era que atentaran contra Lincoln Tunnel por donde se movilizaba para llegar a trabajar a la Zona Cero.
Enfrentando el asbesto
De los tres meses que laboró en el World Trade Center, recuerda que los títulos, ideologías, afiliaciones políticas, color de piel y religiones pasaron a un segundo plano para enfocarse en limpiar los edificios que quedaron en pie. Trabajaban las 24 horas del día en tres turnos. De 8:00 a.m. a 8:00 p.m., de 8:00 p.m. a 12:00 p.m. y de 12:00 p.m. a 8:00 a.m. Él lo hacía en el último turno en el Embasy Suites y en el Verizon Building. "Solo parábamos para cenar o desayunar en carpas de la Cruz Roja y teníamos atención médica gratuita en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York, nos atendían psicólogos y psiquiatras", rememora don José Avelino.
El papel de este neirano, residenciado en Manizales, junto con sus compañeros era entrar a los edificios y hacer limpieza de escombros. Había contaminación por mercurio, radón y plomo. "A nosotros nos proporcionaban un uniforme que era más o menos de material plástico, botas con punta de acero, guantes y máscara, pero no nos daban la adecuada que es la Full Face, sino una mascarilla que se llama Half Face, o sea mitad de cara, y la protección que da esa mascara es del 10%, insuficiente para evitar la entrada de fibras de asbesto a los pulmones, de manera que la contaminación era tremenda. Tuve compañeros que salieron contaminados con leucemia que la produce el contacto con el plomo y hubo muchachos que trabajaron conmigo en septiembre del 2001 y en noviembre del 2002 murieron por leucemia y cáncer de pulmón", explica Gómez Aristizábal.
Agrega que el contacto con la fibra de asbesto produce cualquier tipo de cáncer "como mesotelioma que es el de la membrana de los pulmones, el más letal, y también un cáncer que se llama silicosis y sarcoidosis".
El 28 de diciembre, Día de los Inocentes, José Avelino terminó su labor en el World Trade Center. La nube de polvo ya empezaba a desaparecer de la Zona Cero, pero esa labor heroica de limpieza marcó su salud porque acabó desarrollando problemas a consecuencia de la toxicidad del aire.
Stuyhealth, organización que defiende los intereses de quienes resultaron afectados por ese fenómeno, calcula que hay entre 300 mil y 400 mil personas que encajan con el criterio federal para pedir ayudas por haber desarrollado enfermedades relacionadas con el 11S.
El neirano, protagonista de esta historia, durante ocho años padeció apnea de sueño, cada noche era una pesadilla, “siempre se puede morir uno varias veces en la noche y es lo que se llama muerte súbita”, recuerda.
Tuvo que usar una máquina para CPAP (presión positiva continua de las vías respiratorias) que emite aire presurizado a través de un tubo unido a una máscara que cubre nariz y boca. Este equipo mantiene desbloqueadas las vías aéreas.
Además quedó con quistes en los pulmones de tres milímetros que afortunadamente después de 20 años se calcificaron. Hoy a diferencia de otros de sus compañeros puede contar que si no fuera por hombres como él, que arriesgaron su salud, continuarían limpiando la Zona Cero.
Al Qaeda, del terror global a un débil liderazgo*
El 11-S se convirtió en el punto de inflexión del yihadismo, cuando Al Qaeda se erigió en la red extremista más global hasta ese momento. Pero, 20 años después, con su fundador Osama bin Laden muerto y un liderazgo ausente, está lejos de lograr sus objetivos y tiene un gran rival: el Estado Islámico (EI).
"El 11 de septiembre produjo una expansión sin precedentes del yihadismo en todo el mundo", afirma Barak Mendelsohn, experto en Al Qaeda y el movimiento yihadista del Haverford College. Añade que el ataque reivindicado por Al Qaeda "funcionó muy bien" para su propaganda, pero "creó unas expectativas que (los terroristas) no pudieron cumplir con su poder limitado".
Sin duda, el 11 de septiembre fue el inicio de una serie de eventos históricos, como la invasión estadounidense de Afganistán en 2001 y de Irak en 2003. Este último llevaría años más tarde a la creación del EI, que robó protagonismo a Al Qaeda desde 2014 y se ha convertido en su mayor adversario.
"Como grupo, el ataque lo colocó en la cima de la jerarquía yihadista. Fue su momento de fama", afirma Tore Refslund Hamming, consultor en yihadismo y creador de Refslund Analytics.
Según varios informes del Consejo de Seguridad de la ONU, en 2021 Al Qaeda ha atravesado "un período de gran desgaste de su liderazgo, con múltiples pérdidas en Afganistán, Mali, Somalia, el Yemen y en la región de Idlib, en el noroeste de Siria".
La contienda entre el EI-Khorasan, la rama afgana del grupo, y Al Qaeda pone en evidencia la rivalidad entre las dos organizaciones que buscan aumentar su presencia en Afganistán, sobre todo a raíz de la salida de las tropas estadounidenses y la toma de Kabul por los talibanes.
"No hay duda que Al Qaeda está en Afganistán y su presencia probablemente vaya a aumentar. Pero no será fácil mantener campos de entrenamiento si el Gobierno de los talibanes quiere tener relaciones con Rusia y China", explica Aymenn Jawad al Tamimi, experto en extremismo en la Universidad de George Washington. Para Mendelsohn, a Al Qaeda le resultará "más fácil encontrar refugio en Afganistán, pero no está claro que pueda utilizarlo para operar de la forma en la que lo hizo antes del 11-S".
Los talibanes necesitan "aceptación internacional y hasta ahora han señalado que no planean ser actores internacionales deshonestos", añade el experto.
*Con información de EFE.
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