Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA I Manizales
Cuando el conflicto armado llega a un territorio, suele haber un crecimiento de violencia sexual. En el Registro Único de Víctimas (RUV) el 90% de casos es denunciado por mujeres, quienes llevan años presionando por legislación al respecto. En medio de disparos, bombardeos, llanto y dolor hay otro asunto casi invisible: el abuso sexual hacia hombres.
Son 2.500 de ellos que han denunciado ante el RUV esta modalidad. A los integrantes del grupo de Investigación Género, Sexualidad y Reconocimiento de la Universidad de Caldas les llamó la atención la cifra e iniciaron una investigación nacional.
El investigador principal, Gabriel Gallego Montes, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, expuso lo siguiente:
-¿Cuáles fueron los primeros pasos de la investigación?
Miramos cómo se comportaba la denuncia sobre violencia sexual, claro 90% son mujeres. Hay unos 500 casos, hasta el momento, hacia poblaciones LGTBI. Y unos 2 mil 500 hombres hasta la fecha que consulté los registros, a mediados del 2021. Son estadísticas recurrentes en el Observatorio Nacional del Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica. Llamaba la atención que 2.500 hombres han denunciado ante autoridades. Heterosexuales, o casados, con sus novias, que tenían sus vidas familiares, y el país no había puesto atención en eso.
-¿Qué conclusiones dan en el informe?
Hicimos un análisis de correlación estadística y encontramos que la violencia sexual contra mujeres está profundamente conectada con la violencia sexual hacia hombres. Por esa conexión debe considerarse, como hemos propuesto, un hecho social total. No puede comprenderse de manera aislada. Cuando en un territorio la violencia, se empieza a desplegar, la mayoría de víctimas son mujeres, pero también hombres pueden estar en riesgo de violencia sexual. Y no es cualquier hombre, la mayoría son de condiciones de precariedad y vulnerabilidad social, especialmente afrodescendientes, campesinos e indígenas.
-¿Cómo transcurre esa violencia, según lo investigado?
Analizamos relatos. Es un acto de humillación, de barbarie. En los hombres hay algo que llamo la doble violación. La primera es una simbólica o alegórica: primero se le reduce moralmente, a través del insulto, la amenaza: “Malparido, gonorrea, sos un hijueputa”. Es una intimidación moral. El arma, en el conflicto armado, es como un pene simbólico, es como una prolongación del patriarcado. Hay una reducción moral, buena parte son las posiciones en las que ocurre la violación que implican tirarse al suelo, estar arrodillado, con las manos atadas, de espaldas. La segunda violación es la real, incluye penetración anal y a veces felación. El 99% de casos las ejecutan hombres guerreros, de tropa, un hombre que viola a otro hombre.
-¿Estos violadores, de grupos armados, son homosexuales?
En principio no se puede catalogar como un acto homosexual, sino como un acto de subordinación, de dominación masculina Eso lo llamamos masculinidades militarizadas, hombres hegemónicos, la mayoría eran comandantes o guerreros pertenecientes a la tropa. La violencia sexual en el marco del conflicto armado es una estrategia de guerra, muy documentada en mujeres. Cuando los hombres guerreros atacan a otros, muchos en condiciones de vulnerabilidad y precariedad social, lo que buscaba era la eliminación moral de esas comunidades, la apropiación de esos territorios, pero especialmente acabar en ellos su masculinidad.
-¿Cuál era el propósito con la violación de civiles?
Una tesis que ha sido recurrente para explicar, que pensamos que se queda corta, es hablar de feminización de esos hombres. Esta puede ser parte del primer momento de esa violación simbólica, pero realmente lo que busca la violación es que algunos eran líderes, que vivían en el territorio con sus familias, muchos de ellos heterosexuales. Eso lo llamamos robo de la masculinidad, usando expresiones como, “vos no servís para nada, sos una piltrafa, te accedo carnalmente, te violé y no quedas valiendo nada”. Los teóricos diríamos que hay un proceso de desubjetivación, moralmente ese hombre queda reducido, ultrajado.
-¿Qué expresan los hombres víctimas?
En buena parte de las entrevistas, hablan del hecho: “después de eso no quedé valiendo nada”, “sentí que me robaron el alma”, “sentí que yo era una vergüenza”. Hay una pérdida de confianza, de autoestima, algo que hemos denominado heridas morales que deja la violencia sexual en hombres. En el Pacífico nos contaban que los hombres en algunos contextos sirven de referente para comunidades, igual que las mujeres, asumen unos papeles. Dejar reducidos a esos hombres moralmente era prácticamente dejar estas comunidades a la deriva, y así sucedió. La violación ocurría y acto seguido el desplazamiento. Como los hombres no se atrevían a denunciar por temor y vergüenza, por evitar ser llamados homosexuales, buena parte de los crímenes quedaban como tortura. Son 2.500 hombres que han denunciado, pero pueden ser más.
-¿Cuál es el objetivo social de esta investigación?
Contribuir a construir la verdad. El informe se ha entregado a la Comisión de la Verdad y hemos participado de procesos con la JEP, aportando información. Se busca ayudar a construir verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, es nuestra responsabilidad social, es un compromiso de vida y memoria del lado de las víctimas.
Más violadores y lugares
*“Lo que comentan es que los paramilitares ejercieron gran parte de la violencia sexual contra mujeres y hombres”.
*"Hay pocos casos en Caldas. Las zonas más afectadas: Úraba antioqueño, Montes de María y Sierra Nevada, Tumaco y Buenaventura, Catatumbo y Putumayo, Caquetá".
Un relato
"En ese entonces vivíamos en la finca de mis padres en el departamento del Magdalena, tenía 20 años, vivíamos de la agricultura y la ganadería, yo había terminado el bachillerato y esperaba la oportunidad para una carrera técnica o profesional. Los paramilitares llegaron a la finca en el 2000, eran como 15 hombres, todos tenían armas. Unos 10 se quedaron con mi madre y mis dos hermanos pequeños, a mi padre y a mí nos sacaron a una cancha de fútbol cerca. Allí nos golpearon fuerte, dos de los cinco hombres nos violaron y ultrajaron sexualmente, durante el acto los otros tres hombres nos amenazaban con sus armas para impedir que nos defendiéramos, mi padre no denunció por vergüenza.
Cuando volvimos a mi casa, nos dimos cuenta que tanto a mi madre como mis otros dos hermanos también los habían violado, así que violaron sexualmente a toda mi familia. Ese día nos fuimos huyendo para un municipio cercano. Toda mi familia tuvo consecuencias, cada uno cambió a su manera. Hay un daño a mi dignidad, un ultraje. (Hombre mestizo, 40 años)".
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