DIEGO FERNANDO HIDALGO
LA PATRIA | MANIZALES
En las calles de San Daniel (Pensilvania) siempre dudaron de las palabras del Ejército, cuando se refería a la muerte de los hermanos Dubel y Jairo Cardona Pérez, presentados como muertos en combate, señalados de ser extorsionistas.
La comunidad los reconoció como hombres trabajadores, dedicados al campo para darle el sostenimiento a sus familias. Sin embargo, desde ese sábado 20 de enero del 2007, cuando los asesinaron, supuestamente en un enfrentamiento con hombres del Ejército, las esposas, hijos, padres y hermanos de los Cardona Pérez emprendieron una titánica tarea de luchar por la verdad, por demostrar que Dubel y Jairo no eran delincuentes, solo hombres de bien.
Hoy, 14 años después, lograron que la Comisión de la Verdad aceptara el caso, que lo presentara dentro de su informe final sobre asesinatos a civiles a manos del Ejército. Para los Cardona Pérez, lograr que casi tres lustros después salga a la luz la verdad -que sus familiares no eran extorsionistas, ni guerrilleros- es una reparación simbólica. “Ellos pagaron la consecuencia de la guerra en este país”, anotaron.
“En la vereda Los Pomos, finca El Descanso, Dubel y Jairo estaban trabajando y terminando de hacer una molienda para sacar panela. Después de las 12:00 se escucharon varios disparos en una zona aledaña a la casa. Un rato más tarde llegaron a la molienda alrededor de 6 uniformados y se presentan como miembros del Ejército Nacional, entre ellos dos encapuchados. En el transcurso de la tarde todos compartieron con los hermanos, comieron panela y miel mientras conversaban amablemente”.
“A las 4:30 de la tarde, una vez terminada la molienda, los militares invitaron a Jairo y a Dubel a que los acompañaran a caminar, sin ningún tipo de violencia, a un sitio situado a unos 300 metros de la enramada, para mostrarles algo. Los hermanos, inocentes y confiados, accedieron. A la par, quienes se quedaron en la enramada le dieron la orden a un trabajador de esta misma molienda que cavara un hueco, sin decirle para qué era (se cree que era para meter los cuerpos). Lo hizo sin preguntar. Era el Ejército y no inspiraban miedo”.
“En los minutos siguientes se escucharon disparos, algunos fueron hacia la enramada donde estaban las demás personas. Luego no se oyó nada, por lo que creemos que fue el momento en el que mataron a Jairo y Dubel. Después llegaron dos militares más preguntando por los hermanos, como si no supieran lo que había pasado. Todo fue confusión y salieron varios militares gritando y atemorizando a las mujeres con sus niños y a los que estaban ahí, diciendo que no se podían mover y que tenían que permanecer con las luces apagadas. Ya había caído la noche”.
”En la madrugada, penas los militares se fueron, las esposas, hijas y demás personas que estaban en la molienda salieron a la tienda La Bodega a preguntar por los hermanos. No obtuvieron respuesta y siguieron para San Daniel, a una hora de camino. Ahí iba la esposa de uno de ellos, con 9 meses de embarazo y a punto de dar a luz. Estaban nerviosas, preocupadas y no entendían nada. Le contaron lo ocurrido al corregidor en ese entonces”.
El corregidor hizo varias llamadas y descubrió que en la morgue de Pensilvania había dos cadáveres. El lunes siguiente fueron al lugar y se percataron de que eran Jairo y Dubel. “Los masacraron dejándolos irreconocibles. Seguía la confusión, los enterramos el 23 de enero y nos quedamos con ese inmenso dolor de no saber qué fue lo que pasó. Durante la velación nació el hijo de Jairo”.
“Días después de lo que pasó, un vecino de la vereda informó que había prestado sus mulas al Ejército para transportar unos cuerpos hasta donde estaba el camión de ellos, en la carretera. Ahí supimos que a los hermanos los transportaron como animales, amarrados, ese mismo sábado que los mataron”.
“Acudimos ante el abogado del pueblo, le contamos el caso y le entregamos todos los papeles que hasta el momento habíamos diligenciado. Cuando aceptó recibir el proceso lo hizo de palabra, obtuvo la documentación y dijo que él podía ayudarnos con una demanda contra el Estado, presuntamente por mil millones de pesos y que si salía, él se quedaría con el 70%. No pensábamos en plata, solo en saber la verdad. Nunca firmamos nada. Pasaron meses y años. Siempre que íbamos a su oficina se hacia el que estaba llamando a otros lugares y que seguía averiguando. Siete años después se contactó para devolver los documentos y decir que el caso se había caído porque una de las esposas de los hermanos había dicho que ellos sí eran guerrilleros. No había ninguna prueba de eso”.
”Pasaron los años, los hermanos permanecieron en una lista como guerrilleros, sus nombres fueron dañados a través de los medios de comunicación. La Unidad de Atención y Reparación a las víctimas puso a una hermana de los dos fallecidos como esposa de uno de ellos, lo que le ocasionó un daño psicológico terrible. Ellos eran solidarios, dedicados de tiempo completo a su trabajo y sus hijos. Además de trabajar con la caña, también recolectaban café. Los vecinos pueden dar fe de eso”.
“Encontramos inconsistencias como que ellos no poseían ningún tipo de armas, aparte de machetes para cortar la caña. No poseían celulares y dijeron haberles encontrado uno, Por esos días apenas estaban llegando esos equipos a la región. Escasamente sabían leer. Sabemos que un implicado en este crimen es el coronel Emiro José Barrios, del Ejército, y quien figuraba como el héroe en el comunicado que sacó en los medios. Está en Chile”.
A estas familias les negaron una acción de reparación directa en un proceso contra de la Nación. Luego en la apelación se confirmó y se archivó. Se argumentó que fue legítima defensa. En otra petición, el Juzgado 57 de Instrucción Penal Militar les respondió que se inhibió de abrir investigación y que también se archivó el proceso.
La familia reconoció que los medios fueron manipulados en su momento por el Ejército. Así presentó la institución la noticia, mediante comunicado. “Eran integrantes del frente 47 de las Farc, encargados del apoyo logístico y de las extorsiones en San Daniel. Murieron durante combates con soldados del batallón de contraguerrillas 8 Quimbayas, comando operativo N°3. Eran alias Metralleta y el Gringo, tenían dos pistolas, munición, dos minas antipersona, dos estopines, un uniforme, un equipo de campaña y documentación de interés. El coronel Emiro José Barrios renueva su compromiso de estar vigilante y ser garante de la seguridad del oriente de Caldas”.
Una de las dos viudas se casó de nuevo y le mataron al esposo.
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