Foto | Darío Augusto Cardona | LA PATRIA
La vida de una oprimida poeta se encarna en este montaje uruguayo que revive en voces y cantos a Delmira Agustini (1896-1914).
LUIS FELIPE MOLINA
LA PATRIA | Manizales
27 años es la edad en que murió la poeta uruguaya Delmira Agustini. Quizás, la pionera en consignar versos de poesía erótica en América Latina, renunciar a la sumisión sexual y meterse de lleno en una carrera por querer ser escuchada bajo los mismos parámetros de los hombres.
La vida de Agustini queda plasmada precisamente en tres actos en este montaje, No daré hijos, daré versos, de la compañía uruguaya La Morena, que se presentó el viernes y ayer en el auditorio de la Universidad Nacional, sede Manizales en la antesala de la clausura de esta edición del festival teatral de la ciudad.
En el primer acto, la obra aborda los comportamientos impulsivos, peligrosos, seductores y controversiales que se pueden vivir en una relación de pareja asimétrica.
En una cama, seis actores luchan por encontrar su esencia y descubrir lo que los ata a su relación, antes de resumir que quieren vivir entre las garantías y la libertad. La pieza, que concurre también a los cantos y algo de teatro musical, lleva de la mano a los espectadores, incluso, con ingeniosos momentos de cambio de vestuario en escena.
Muerte en vida
Luego, en el segundo acto, el espectador viaja a una escena familiar de principios del siglo XX, donde se encuentra amarrado a las costumbres paternalistas-machistas y al deseo de liberación femenina, la petición por la igualdad de derechos y, sobre todo, un amplio anhelo por ser entendidas. Es allí que los recursos narrativos se encuadran mejor, porque muestran una Delmira encerrada en su hogar, cuando vive en la vorágine de su imaginación literaria. Es su gran pelea.
Enrique Job Reyes recarga la escena. El marido de Delmira la mortifica hasta tal punto contra su voluntad que termina cediendo al deseo y la asesina. Su familia nunca lo vio, gracias a la miopía selectiva de la cultura latinoamericana cuando se aproximan eventos y elementos de bochorno.
El final de la obra es contemporáneo a los espectadores. Entre papeles inciertos hablan sobre la poesía de Agustini, de su afinidad por lo que escribió un siglo atrás y lo fundamental que sería para las luchas del hoy. Al cierre se cumple el anhelo primero de Delmira, no dar ningún hijo al mundo, pero sí dejar vivos sus versos, su descendencia literaria.
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