Alejandro López Correa
El grupo Pocaley, de donde surgen algunos integrantes de Árbol de Ojos, comenzó a tocar en 1997 en Macondo y La Calleja, dos escenarios extintos de la escena punk bogotana de finales de los 90. Cuenta Camilo Maldonado, el vocalista, que en 2007 comenzó a gestarse Árbol de Ojos como proyecto, que en 2009 ofrecieron los primeros conciertos y hasta 2013 lanzaron su primer álbum, Zorro. Ahorita con dos álbumes y un Primavera Sound en Barcelona encima, la banda se alista para otros dos festivales de envergadura internacional: el Vive Latino este 18 y 19 de marzo en Ciudad de México y el Festival Estereo Picnic 2017 el 23, 24 y 25 de marzo, el festival de música más importante de Colombia.
Los integrantes de Árbol de Ojos surgieron de dos bandas de punk noventeras: Pocaley y Código Rojo. ¿La transición a una música más comercial respondió a motivos económicos?
Tomamos esa decisión respondiendo a una búsqueda de un sonido del grupo, no a un tema económico. Empezamos a oír muchas más bandas porque hasta nuestros 20 años (año 2002) solo nos dedicamos a oír bandas de punk. Nos salimos del género y experimentamos con otros sonidos y otros ritmos. No hubiera sido justo con los fans de la banda en ese entonces cambiar de sonido de forma tan radical. Por eso decidimos armar Árbol de Ojos, para generar otro tipo de sonidos o géneros. La transición no fue tan chocante porque descubrimos otras melodías. No nos encasillamos en un solo género. Fue mucho más chévere en términos de producción. Ante lo económico, todavía nos cuesta entender la banda como una empresa. Seguimos con la mentalidad que teníamos cuando éramos adolescentes, nos gusta hacer la música porque la pasamos bien. Lo único que ha cambiado es que con el tiempo aprendimos que los tiempos de producción son distintos, que conforme los escenarios son más grandes debemos tener más profesionalismo pero la esencia sigue siendo la misma desde hace 20 años. Es hacer las cosas con corazón, con sinceridad y que nos guste. Si no nos gustara no estaríamos haciéndolo.
En 2007 nace Árbol de Ojos como proyecto pero solo hasta 2013 lanzan su primer álbum.
Entre 2007 y 2008 nos pusimos con amigos de esa época a hacer canciones. Teníamos un estudio pero el proyecto no existía hasta 2009, que comenzamos a dar conciertos y nos consolidamos como banda. Entre 2009 y 2013 seguíamos buscando sonidos. La primera vez que tocamos en Rock al Parque teníamos 8 canciones que se transformaron con el paso del tiempo. Luego quisimos sentar un precedente con un disco muy bien hecho y por eso se demoró. Compusimos un montón, teníamos 50 canciones que cambiaron mucho con el tiempo. En algunos de los primeros conciertos las letras y los cortes de las canciones que hoy cantamos son diferentes. Por buscar un norte y un sonido como banda fue que nos demoramos tanto.
Usted se subió a un escenario por primera vez a los 14 años. ¿Cómo fue eso? ¿Ante cuántas personas fue?
Comenzamos a tocar en el circuito de punk de Bogotá en 1997 con Pocaley. Tocábamos en un sitio que se llamaba Macondo, que quedaba detrás de Atlantis Plaza con bandas de ska, de hardcore y de punk de la escena local. También tocábamos en el auditorio La Calleja, que quedaba en la Calle 127 con Carrera 19. Eran conciertos calurosos de 200 personas, el plan era tocar, comprarse un petaco de cerveza y ponerse a tomar con los espectadores. Nos costó mucho asumir la música como un negocio porque lo que nos interesaba era pasarla bien. Ese momento final y satisfactorio de ver a la gente pogueando y después tomarse unos tragos con esa misma gente. Eso todavía nos genera muchísima satisfacción. Esto lo seguimos haciendo porque nos gusta tocar. Árbol de Ojos existe porque nos gusta como nos sentimos en tarima, nos interesa mucho la energía que transmitimos y que la gente nos devuelve. De ahí nace la historia y la siquis de la banda. A los 14 uno no pensaba en si la banda iba a surgir o iba a pasar algo, si iba a poder vivir de eso. Era tocar y pasarla bien.
¿Qué siente al subirse en el mismo escenario con The Strokes o Cage the Elephant?
Nos da mucha emoción. Es una gratificación frente a mucho trabajo durante todos estos años. Es una legitimación. La ansiedad también es mayor porque es mucho más grande y mucha más gente la que lo va a ver a uno pero en esencia es lo mismo. Intentamos que nuestra actitud en tarima sea igual de sincera en todos los casos. Ese es nuestro propósito mayor como banda, que sea real. El hecho de subirse a la tarima de Julian Casablancas no significa que yo soy más que el chino de 15 años que tocaba en Macondo. Hacemos exactamente lo mismo solo que hay más producción, los arreglos son mayores, pero la energía tiene que ser la misma. No se trata de que ahora soy mejor músico que los demás. No, todo lo contrario, soy un músico que tiene la oportunidad de tocar en esa tarima y que la va a botar toda. Las partes técnicas no existen frente a la sensación de subirse al escenario.
¿Algún artista del festival es influencia directa de la música que ustedes hacen?
Una de las razones por las cuales nosotros comenzamos a hacer música fue por Rancid. Desde que tenemos 12 años y nos la gozamos hasta hoy. Además de ese grupo estaba NOFX y Operation Ivy, bandas que generaron influencia directa en que hoy seamos músicos. Strokes también es importante para nosotros porque era un grupo que mostraba cosas interesantes y tenía esencia del punk. Fue una banda que nos enseñó a llevar esas distorsiones del sonido a otros lugares. También hay bandas que nos gustan muchísimo como Cage the Elephant, a quienes vimos una vez en un Coachella, que tiene una propuesta en tarima gigantesca: el descontrol del vocalista es algo que nosotros también tenemos en tarima.
¿Cuáles son sus influencias provenientes de otras artes que no son la música?
Mi segunda carrera fue cine y no la terminé. El cine en lo personal es muy importante. Recuerdo que mi director favorito durante mucho tiempo fue Jean Luc-Godard. Él fue una influencia grande. Muchas de nuestras letras tienen que ver con la paranoia y el cinismo que a veces refleja Woody Allen en sus películas, por eso precisamente hay una canción que se llama Amor a la Woody.
¿Se arrepiente de alguna canción presente en alguno de los dos álbumes de la banda?
No me arrepiento de ninguna. Sin embargo hay unas que no nos gustan tanto. Hay una canción que no volvimos a tocar jamás, que se llama R.R.O.Z.A, que es demasiado electrónica para lo que nos gusta. Esa canción la tocamos tres o cuatro veces después del lanzamiento del primer disco y hoy ya ni me acuerdo cómo es. De resto todas las canciones nos gustan. Hay otras que no tocamos, no porque no nos gusten, sino porque en este momento estamos concentrados en la descarga en el escenario y simplemente no van acorde a lo que queremos.
La canción más emblemática con la que preciso abre su último álbum, Regular, es Políglota. Cuénteme la historia de esa canción.
Tiene una historia muy bonita todo el disco, que compusimos todos de manera muy orgánica, al mismo tiempo, en ensayo sacando ideas. No fue un proceso que consistiera en que alguien llegara con ideas y se grabara. Todos aportamos en ensayo y Políglota fue una de las últimas que compusimos. En ese momento ya tenía claro qué quería expresar en las letras y cuando la oímos acordamos que debía ser la primera canción del álbum.
Ustedes son cinco integrantes. ¿Cómo confluyen sus personalidades en el proceso de creación artística?
Cada uno tiene su vuelta. Gary efectivamente es una persona más introvertida pero tiene mucha energía y es un genio musical. Es muy vasto, toca casi todos los instrumentos que existen en el mundo, es un músico muy versátil. Camilo, el otro guitarrista, es un geek del sonido. Todo el tiempo está probando guitarras e investigando sobre música y audio. Es una persona muy talentosa en términos de que investiga y se preocupa por su arte y su sonido. Marco, el baterista, toma decisiones. Tiene un carácter claro frente a las cosas que quiere. Todo el tiempo aporta muchas ideas para la composición. David el bajista también ha estudiado su instrumento durante mucho tiempo, entró hace poco a la banda y es fundamental. Cumple una función de manager en muchas situaciones y cuadra cosas. Lo importante es que somos amigos desde chiquitos, todos aportamos a la banda, no hay alguien que sea remplazable y todos somos fundamentales. En el proceso de composición sucede igual. Somos una vaina orgánica como banda y si falta uno la vaina se complica.
¿En qué escenario se sueñan? ¿Con quién les gustaría compartir escenario?
En escenarios, muchos. Nosotros queremos tocar algún día en un Glastonbury o un Coachella, pero este fin de semana (18 y 19 de marzo) vamos para el Vive Latino 2017 y es un sueño hecho realidad. Porque entendemos la cultura latinoamericana y es ahí donde tenemos que llegar, donde la vaina se está gestando y donde muchas propuestas interesantes con nuestro idioma e idiosincrasia se están dando. Respecto a los artistas, si yo pudiera tocar con Los Beatles o con Nirvana sería feliz pero eso es imposible. Pero de las vigentes sería muy bueno tocar con un Nick Cave, que estaba en otro escenario en el Primavera Sound del 2013 pero pudimos verlo. Bandas y sueños hay muchos pero ahora mismo nos interesa llegarle a la gente y que tocarle a mayor cantidad de gente que le guste nuestra música y se la goce. Que vayan a los festivales porque quieren ir a vernos a nosotros.
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