Luis Felipe Molina
LA PATRIA | Manizales
Ya está hecho. Y está por sentenciarse. La verdad se divide o se une en ye; lo que destapa un complejo panorama dentro de la vida de Augusta Jonás, actriz (expresionista) de la élite que se da el lujo de manipular la realidad a su gusto y, aún así, hacerla parecer como la verdad.
Todo lo realiza ante los ojos simulados del comisario Fabián, quien salta de un episodio ficticio para convertirse en el más leal, probablemente, de los mayordomos que fungen como custodios de los más reprochables secretos. Ese es el poder de Mesmer para callar una verdad cercenada.
La Mansión Gualteros es el hogar de una sarta de dudas causadas por la muerte de varios colaboradores cercanos a la vida de la actriz y de un vecindario apartado rodeado de pobreza. Estos desaparecidos brotan entre líneas y confusos ánimos para evitar el olvido que sigue de la muerte.
Ante la duda...
El vertiginoso ascenso de los diálogos de esta obra envuelve al espectador en un interrogatorio rápido para desenmarañar historias de asesinatos que se produjeron por cuenta del prejuicio, la impaciencia o la crudeza propia de una confesión de odio.
El observador se ve atrapado en una línea delgada entre conocer la verdad universal de lo que está sucediendo en la escena o evaluar el discurso de Augusta, mientras procura hacer lo mismo que el comisario: reunir las pistas que lleven a esclarecer los motivos y causas de cuatro asesinatos que se dieron bajo el credo de conservar una sociedad “de bien”.
El prejuicio
La idiotización, que sirve de proveedora de los prejuicios, se hace evidente por los odios de Augusta contra 'Yony' o 'Yeny'; una fobia que se alimenta de justificaciones cínicas para sustentar un actuar elitista y alejado de la realidad.
Este montaje logra aclarar la difuminación que existe entre la hilaridad de la que se emplea la ficción y el reproche doloroso de una existencia enfrascada en series interminables de asesinatos y odios; de muertes predicadas como inevitables y un sinfín de excusas por probar lo impresentable.
La obra, participante en el 53 Festival Internacional de Teatro de Manizales, reparte bien los tiempos y no se extralimita en diálogos, revive momentos difíciles de la vida nacional y la repasa esa manida noción de sobrellevar a rajatabla una idea de concordia, convivencia y paz que resulta en todo lo contrario.
Al final de este interrogatorio se halla un cerco de verdad, pero escasean las respuestas oportunas.
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