LISET ESPINOZA
Felipe Restrepo dice tener sentido de pertenencia por su ciudad natal, Manizales, a pesar de haberse ido a los tres años. Estudió derecho en Bogotá y luego se mudó a Argentina para estudiar Realización Audiovisual y sumergirse en el mundo del cine, su gran pasión.
Un hombre alado es el documental que lo trae de vuelta al país y con él clausurará hoy la sexta edición del Festival de Cine Independiente de Bogotá (IndieBo) que se realiza online.
La cinta se centra en el legado del cantante argentino Gustavo Cerati y para verla usted deberá ingresar a la página del Festival y pagar un costo de $21 mil.
LA PATRIA dialogó con Restrepo, quien desde hace 17 años está radicado en Argentina, para saber un poco más sobre esta producción que hace su estreno en su país de origen.
¿Cómo se siente con esta primera exhibición?
Muy feliz de mostrar por primera vez una de mis producciones en Colombia. Saber que una película que realicé será exhibida en mi país me pone muy contento, y algo ansioso, sobre todo, después de tanto esfuerzo. Hice otros dos largometrajes, también de manera independiente, pero no había encontrado los espacios de difusión en Colombia. Es importante para la película hacer parte de la programación del IndieBo porque es la primera vez que se exhibe ante un público y en un certamen internacional. El documental había sido seleccionado en otros dos Festivales (Guadalajara y BAFICI), pero por la covid-19 se cancelaron. Que su estreno sea en Colombia me parece una bella sincronía.
¿Por qué hacer un trabajo sobre el líder de Soda Stereo?
Me interesan mucho los procesos creativos de los artistas, me gusta indagar en cómo se ponen en contacto con sus ideas y en cómo esas ideas después se transforman en discursos artísticos. Siempre me atrajo la figura de Gustavo Cerati, aunque no había sido un gran fanático de su música, recién hace unos años, a partir de su muerte, me reencontré con su obra y pude comprender su real dimensión como artista. Entonces se me ocurrió dialogar con su legado desde el terreno de lo audiovisual, alejándome de una propuesta que acudiera a la enumeración de datos históricos, para sumergirme en su universo y también para evidenciar la devoción con la que encaraba la producción de su obra.
¿Cómo fue la realización?
La producción nos llevó alrededor de cuatro años desde el momento en que decidimos iniciar esta travesía en un café del centro de Buenos Aires con Paulina de Cesare, investigadora y periodista del proyecto, quien fue de gran apoyo contactando a las personas que aparecieron en el documental, que fueron por lo menos 20. También conté con la colaboración de otros aliados para concebir la película, fue un proceso largo que demandó mucho esfuerzo y obstinación. No fue sencillo convencer a algunas personas de que podíamos realizar un documental sobre Gustavo Cerati de manera independiente y sin una gran estructura financiera. Nos miraron con escepticismo, pero al final llegamos a un resultado acorde con los objetivos trazados y con nuestras posibilidades de producción. Eso nos genera una enorme satisfacción.
¿Qué puede esperar el público y cuál es su objetivo?
Es un trabajo independiente que navega en el proceso creativo y artístico de Gustavo Cerati, que se sumerge en su universo para analizar algunos elementos de su obra. Gustavo fue un artista que siempre intentó ampliar sus límites como músico, explorando con distintos procesos y herramientas, y que intentaba desplazarse en cada proyecto para no repetirse. Un artista tiene un compromiso mayor, no es una persona que se limita a interpretar, sino que ensaya con las posibilidades del discurso para expandir la experiencia, que manipula los recursos que tiene a su alcance para ir en busca, por ejemplo, de nuevas sonoridades. Mi interés con el documental es poder reivindicar su figura y, de cierto modo, rendirle un homenaje, mientras el espectador navega por algunas atmósferas que emergen de su mundo.
Más del director
¿Cómo nace su gusto por el cine?
Cuando estudiaba derecho en Bogotá empecé a interesarme mucho por el cine hasta que descubrí que no era simplemente una pasión para llenar mis ratos libres, sino que se estaba convirtiendo en una obsesión. Por sugerencia de mi papá terminé mi carrera, pero mantuve todo el tiempo mi atención puesta en otro lado: el universo audiovisual. Me sentía muy identificado con la idea de poder construir discursos de ese tipo y estaba decidido a dedicar mi vida a ello. Ahora puedo decir que me siento contento de realizar películas, aunque eso conllevo a un gran esfuerzo y muchos momentos de frustración. Aunque todo eso visto desde ahora hizo que la experiencia fuese más rica e intensa.
¿Cómo fueron esos comienzos?
Difíciles porque es un medio complicado, son muchas las variables con las que debes lidiar para armarte un espacio, porque es un ambiente muy cerrado, pero siempre supe que debía ser obstinado para abrirme un camino. Empecé con un proyecto pequeño, un documental sobre mi abuela manizaleña (Julia) que en ese momento tenía 93 años, siguiéndola con la cámara por sus espacios íntimos, en la cotidianeidad de sus días. Mi segunda producción fue una película de ficción (De hormigón armado) sobre una músico del interior de Argentina que viaja por primera vez a la capital a abrirse un espacio, una analogía de lo que viví cuando me enfrenté por primera vez a Buenos Aires. Actualmente finalizo un documental sobre piedras en mitad de La Pampa y la posibilidad de que estas guarden relación con fenómenos astronómicos.
¿Cómo ve la realización del cine en el país?
En ascenso, cada vez se habla más de los realizadores colombianos y de su trabajo. Desde que se creó Proimagenes se nota la expansión del cine colombiano y lo celebro, cada vez hay más realizadores y, por lo tanto, más voces construyendo discursos de distinto tipo. Aunque debo señalar que nos llevará mucho más tiempo para que la cinematografía colombiana termine de posicionarse y amplíe su espectro a otras voces y a otros modelos de producción. Básicamente, para que deje de estar en manos de una elite. La cinematografía colombiana es aún muy pequeña comparada con la mexicana o la argentina que tienen una larga trayectoria. Pero vamos en el camino correcto.
¿Cambiaron sus proyectos por la pandemia?
Por suerte mi siguiente proyecto lo grabé antes de que empezara la pandemia y todo el montaje lo hago con un montajista de manera virtual compartiendo la pantalla de nuestras computadoras. Las nuevas tecnologías y la internet nos permiten adecuarnos más fácil a este tipo de fenómenos, aunque no dejo de mirar con cierta preocupación lo que sucede en la industria, principalmente, por todas aquellas personas que viven de lo audiovisual.
Por otro lado, intento estar pendiente de lo que sucede con las nuevas formas y narrativas audiovisuales que surgen en la pandemia, porque de ahí nos podemos valer también para la construcción de nuevos discursos audiovisuales. Estamos en un proceso aceleradísimo de inmersión digital y virtual, y como persona vinculada con lo audiovisual, no puedo estar al margen de lo que está sucediendo, porque hay fenómenos muy interesantes que hay que saber aprehender para futuros proyectos.
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