Óscar Veiman Mejía
LA PATRIA | Manizales
El 13 de noviembre de 1985 los ojos de Germán Urrea vieron en el cielo nocturno un rojo que alcanzaba para teñir la nube que separaba el volcán Arenas y la caseta desde donde vigilaba el Nevado del Ruiz. El 15 de noviembre pasado, 35 años y dos días después, sus oídos escucharon, también de noche, el viento que recuerda como un bufido espantoso, mientras pernoctaba en un hotel de la isla de Providencia, en el departamento de San Andrés, donde adelantaba labores de topografía.
Germán nació hace 73 años en Bogotá. Su paso por la naval y su profesión de agrimensor (medidor de tierras) lo convirtieron en un trotamundos. Durante cinco años de su juventud viajó en buque con la Armada Nacional por las costas de Chile y Perú. En el Buque Gloria, insignia de la academia naval, bordeó el norte de África y visitó puertos de Grecia, Italia, Francia y más. Como topógrafo pasó semanas y semanas en selvas espesas, como la amazónica, actualizando las fronteras de Colombia con Brasil y con Perú.
En su ir y venir, terminó en el centro de dos tragedias grandes, padecidas ambas de noche, en el territorio colombiano, justo en noviembre, Mes de los difuntos, que genera cierta creencia maligna en Colombia. Por aquello de Armero (Tolima) y el sangriento desenlace de la toma del Palacio de Justicia, con nueve días de diferencia en 1985. Y la otra en Providencia el 15 de noviembre del 2020, de la cual logró escapar de la muerte con otras cinco mil personas, atrapadas por la furia de Iota, huracán de categoría cinco, la máxima en este tipo de fenómenos.
Salvado de la erupción
Germán Urrea estudió cartografía en Panamá. Luego ingresó al Instituto Geográfico Agustín Codazzi, encargado de producir el mapa oficial, la cartografía y el catastro del país. Un convenio con Ingeominas lo trajo a Manizales en 1984 cuando el volcán, con su fumarola, insinuaba lo que más tarde se convertiría en tragedia: Armero desaparecido y 25 mil muertos, incluidos los de Villamaría y Chinchiná, en Caldas.
Su labor consistía en subir al Nevado. Lo vigilaba de cerca y de lejos. Establecía un cinturón a 2 kilómetros del cráter y también a 15 kilómetros para detectar, por ejemplo, deformaciones. Caminaba horas y horas por inmediaciones de la zona rural del municipio de Murillo (Tolima), recorridos entre el cráter la Olleta y el nevado Santa Isabel para mediciones. Después iba hasta Letras, en la vía nacional Manizales- Bogotá. En la tarde sus reportes salían para Ingeominas con el fin de analizar el comportamiento del llamado León dormido, el cual había cumplido 69 años en reposo, pero que desde finales de 1984 despertó y alertó a los geólogos por la fumarola y la presencia de azufre en la cima del volcán. Germán también leía los rollos sobre actividad sísmica.
A principios de 1985 propuso irse a vivir a los pies del Ruiz. Consideraba que se perdía tiempo vital en las madrugadas mientras viajaba desde Manizales. El grupo partía a las 4:00 a.m. y llegaba dos horas después. Desde entonces, su nuevo hogar también para otro topógrafo, un conductor y un guardabosque, fue a 4 mil 200 metros sobre el nivel del mar en la caseta del Inderena, antigua agencia ambiental del Gobierno para la protección de recursos naturales. Allí viviría su primera pesadilla, la misma que aún llora Colombia cada 13 de noviembre.
La rutina comenzaba a las 6:00, tras el desayuno con arepa, queso, chorizo, aguapanela o chocolate, en un restaurante detrás del cerro Gualí, donde funcionan antenas de radiocomunicaciones, custodiadas por el Ejército. La comisión se habituó a que se le moviera la tierra; a que la fumarola, que poco se dejaba ver por la neblina, hiciera creer que estallaría la montaña; a los ruidos nocturnos como si se acercara el fin del mundo; a la ceniza que oscurecía el paisaje como antesala a una posible erupción. Al principio se paraban sobresaltados ante cualquier sacudida del suelo, en la base o en campo. ¿Será que va a estallar?, preguntaba alguno. Al cabo de casi un año, dejaron de tener malos presagios, no sospecharon, como gran parte del país incluido el Gobierno, que lo peor con una avalancha cargada de dolor estaba en camino.
"Discutían porque alguien arrancó el automotor en un bache de la vía al meter la doble, cuando no debía, y partió la transmisión”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015