LA PATRIA | Madrid (España)
El pasado viernes, en el Hospital San Francisco de Asís de Madrid, se celebró una rueda de prensa para transmitir la noticia más positiva de esta semana: la extraordinaria recuperación de Román, quien sufrió una de las más graves cornadas que se han visto en Madrid esta temporada, justo cuando estaba firmando una feria soberbia.
Unos días antes, sin siquiera cumplirse las 72 horas después del gravísimo percance, Román ya había abandonado la Unidad de Cuidados Intensivos y descansaba en una habitación del hospital. Allí, en la cama, pero con esa alegre frescura que siempre desprende, recordaba los momentos más angustiosos del domingo 9 de junio cuando un toro de Baltasar Ibán le destrozó parte de la pierna derecha.
“Nunca pensé que ese toro me iba a coger —contaba entre el asombro de todos—. Lo pasé peor con el primero de Adolfo Martín del otro día, con ese sí que me vi cogido todo el tiempo. Pero este no, de hecho, lo veía noblote, bruto en su embestida, pero noblote y ya rajadito cuando le pude. Pero cuando me echó mano sabía que me estaba haciendo mucho daño. No recuerdo haber sentido dolor… era una sensación rara. Y cuando me dejó en la arena me llevé las manos a la herida, sangraba mucho”, dijo.
El torero de 26 años de edad continuó su relato: “De verdad, pensaba que me moría. Sentía el dolor, pero al mismo tiempo sentía mucho sueño y como una sensación de placidez. Pensaba ‘si me muero, ya está, tampoco estoy sufriendo”.
Recordaba que era la misma ganadería con la que Iván Fandiño murió y, “sinceramente, sentía que era todo. Además, me dormí un momento y me desperté diciendo ‘¡Coño! que me he dormido’ y ya no me dejaron dormir más. Me decían ‘Háblame’ y sólo recuerdo que dije ‘¿y qué quieres que te cuente?’. Después, don Máximo García Padrós me tranquilizó, me puso la máscara de la anestesia y me dijo que todo estaba bajo control, que ahora sí me podía dormir”.
Lo que pasó después ya se ha venido informando oportunamente en los partes médicos. Un angiotac (tomografía computarizada) descubrió que una trombosis estaba afectando la irrigación de la pierna derecha, sin embargo, eso no era un problema, al contrario, esa reacción de su organismo evitó que el sangrado por la sección arterial que sufrió fuera aún mayor.
Tras varias horas de cirugía, todo estaba controlado. Nadie podía creer que, el miércoles 13, Román ya estuviera andando en su habitación con la ayuda de un caminador. Apenas si se notaba la inflamación en la rodilla, casi no sentía dolor y su semblante era el mismo de siempre. Solo tenía un capricho, que le trajeran la comida de fuera. “Es que si como la comida del hospital me siento mal, como si no me recuperara”, confesaba con una sonrisa.
Una pregunta me rondaba la cabeza: ¿qué necesidad tenía Román de entrar en una sustitución en la corrida de Baltasar Ibán? Sobre todo, después de lo bien valorado que saldría de San Isidro. “¿Sabes qué pasa? —respondió sin pensarlo mucho—, que abrirte un hueco en las ferias y estar en los mejores carteles es tan, pero tan difícil, que no vale con salir con buen ambiente de una feria como esta. Hay que triunfar con rotundidad una y otra vez, y yo quería dar ese paso, salir por la puerta grande. Por eso pedí la sustitución de Emilio de Justo. Además, a priori, el de Baltasar es un toro que se mueve y yo estaba en ese punto en el que sabes que la afición está contigo, eso te da mucha seguridad. Realmente, sentí que no tenía nada que perder. Pensé que saldría bien y pedí la corrida”.
Cerró diciendo: “Al final, creo que la cornada, que es algo que ninguno de nosotros desea, le ha dado más peso y más credibilidad a todo lo que he hecho en la feria. Si te acuerdas, con el sobrero de Torrealta, que fue malo, me pidieron la oreja y al final di la vuelta al ruedo; con el de Joselito, que fue noblón, me puse en el sitio, le busqué las vueltas y lo maté bien, eché una buena tarde y salí satisfecho. Luego, con la corrida de Adolfo Martín, creo que estuve bien con el primero, aunque me veía cogido una y otra vez; el segundo, que me dejó torearlo, pienso que ya la gente rompió conmigo porque me vio evolución. Esa oreja me dio mucho respeto. Y luego, con el toro de Baltasar, creo sinceramente que estuve muy bien. Una pena la cornada, pero, oye, ya pasó y ahora a pensar en volver. Ojalá fuera en Pamplona, pero si no puede ser, probablemente sea en Santander o Valencia, ya veremos”.
Para Manizales no tendrás problemas —le interpelo—. “Hombre, tu sabes lo mucho que me gusta Colombia y Manizales es una plaza que me encanta. Aunque el año pasado no pude tener orejas, espero que cuenten conmigo, porque yo estoy deseando volver”.
También desea volver a Manizales Pablo Hermoso de Mendoza, que después de realizar la mejor faena de toreo a caballo de la feria, el sábado 8 de junio, en el mano a mano con Léa Vicens, en el que cortó dos orejas y alcanzó su octava Puerta Grande de Madrid, confesó su deseo de volver a Colombia: “Ya estoy echando de menos volver a tu tierra. Después de lo de Madrid y Nîmes parece que será una temporada bonita y estaría bien poder extenderla a América. Ojalá se pueda solucionar todo el tema sanitario de los caballos y, si los empresarios están interesados, me encantaría poder hacer temporada allí”.
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