Fernando-Alonso Ramírez
@fernalonso
Un documento de la alegría, una conversación sobre músicas, una historia sobre la rumba en nuestro territorio, un testimonio de cómo en medio de las montañas andinas lograron colarse ritmos que vienen de África y que algunos creen reservados para lugares más cálidos, pero no tiene que ser así. Manizales a ritmo de salsa y jazz es la prueba.
El escritor Carlos Velásquez es un artista con varios talentos, un investigador y al tiempo él mismo es parte de la historia del desarrollo de estas músicas en la región, bien como difusor, como aficionado o como rumbero y de eso da testimonio.
El título hace pensar que se tratará de un trabajo lineal, tal vez rigurosamente académico sobre estas historias en la ciudad, pero la sorpresa es que al tiempo que nos cuenta lo que fue de estos ritmos en la ciudad, principalmente de la salsa que se ha establecido como uno de los favoritos de muchos, nos va entrando en la historia misma de la salsa, de sus voces, de canciones y grupos, así como nos va introduciendo las confesiones que le hicieron a él músicos caribeños, colombianos o norteamericanos sobre sus historias.
Esto porque Carlos es un reconocido divulgador cultural. Ha tenido en la historia de la radio manizaleña importantes programas dedicados a la difusión de la salsa y del jazz y con sus artículos en Fabularia y Papel Salmón, de LA PATRIA. Se lamenta sí de que este último sigue siendo de un gusto no popularizado. Música de minorías aún, la describe.
Para quienes disfrutamos de la apertura musical de Kien, del azote de baldosa en Timbalero al son de ritmos frenéticos de salsa dura o de la rumba con timbales y campanas en La Clave, o de unos buenos boleros en Galería bar, por ejemplo, nos resultarán algunas páginas nostálgicas de esta buena vibra. Esa nostalgia también me llevó a los conciertos en el viejo estadio Palogrande, en la Plaza de Toros, en la Plaza de Bolívar y hasta en el Coliseo Mayor Jorge Arango Uribe, por donde han pasado principalísimas voces de la salsa. En cuanto al jazz, los que disfrutamos del Festival que duró tan poco con grandes maestros de este ritmo también.
Al tiempo conoceremos de la presencia de los responsables de que estas músicas se hayan ganado el espacio como lo han logrado.
Las músicas ayudan a formar las identidades de los pueblos, no importa si son originarias o importadas, lo que realmente define su ascendiente sobre una población es la posibilidad de popularizarse, y la salsa hace rato se coló como una favorita en Manizales, como lo han sido el tango, el pasodoble, la balada, el rock en español y la música andina colombiana.
De hecho, muchos músicos formados en las bandas de música de Caldas han terminado en importantes agrupaciones o como arreglistas o como compositores de la muy tropical música o con refinados conjuntos jazzísticos. Por eso nos cuenta el autor que en los sectores populares como La Avanzada, Arenales, El Pedrero, la Chuchilla y la Palma, entre otros, se constituyeron en las primeras escuelas de audición de las músicas del Caribe, cuando la Sonora Matancera se constituyó en la orquesta referente de estos inicios caribeños en Manizales.
Por todo esto es que estamos convencidos de que la mejor forma de leer este libro es con el computador o el celular al lado para que busque el disco, la agrupación o la interpretación de la que escribe Carlos para que de una vez la escuche y para los que aún gustamos de los discos de pasta, aprovechar para que su sonido fiel nos acompañe, aunque me faltan la gran mayoría de los que él menciona, por fortuna, sí tengo bastantes en mi lista de reproducción digital.
El autor permanentemente llama la atención sobre la importancia de luchar contra la banalización musical que incluso se ha colado en los encuentros de melómanos y de la salsa. Sin ser él precisamente un purista y entender las músicas diferentes, sí es muy crítico de los ritmos repetitivos o faltos de fondo que inundan los gustos hoy. Prefiere los músicos salseros metidos en la calle, en la esquina, en el barrio, que los creados por la industria musical y el comercio.
Una anécdota que cuenta es que Caíto, de la Sonora Matancera, cuando tocó en Manizales preguntó: "¿Pero si estamos tocando un bolero por qué aquí lo bailan como tango?" El asunto es que Manizales es mucho más que una sola música y puede ser proporcional al número de habitantes la más salsera de Colombia, claro que sí, sin abandonar los tangos, los boleros, las baladas sesenteras, la música popular, la colombiana ni muchas más. Hay espacio para todos.
Como lo escribe el gestor cultural Paulo Andrés Sánchez Gil en el prólogo del libro, lo que queda decirle a Carlos Velásquez es gracias: “Por la paciencia, por guardar hasta ahora esos recuerdos, por ocupar tu tiempo en compartir en este documento una parte tan valiosa de la historia cultural de Manizales".
* El baile realizaban un proceso democratizador, que involucraba a los diferentes estratos sociales en una sola pista.
* La salsa en Manizales era un elemento de identidad popular-urbana en sectores sociales específicos.
* Para los coleccionistas, el secreto está en los viejos y negros acetatos; por eso son importantes los encuentros de melómenos y coleccionistas.
* Si se dice que Manizales es una ciudad universitaria, Timbalero fue la universidad de la salsa.
* En el proceso salsero de Manizales, El espectáculo de la salsa, programa radial, jugó un papel fundamental.
* Kien fue un lugar para estimular y brindar continuidad al desarrollo creativo, creando una realidad nueva.
* Gracias a su audiencia plural y diversa, -Juan Sebastián Bar- se constituye en un bar que aporta a la cultura con presentaciones de jazz en vivo, exposiciones, venta de libros
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