Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA | Manizales
"Sí, claro. Radicalmente sí, lo que hemos logrado, el esfuerzo de estos cuatro años va a permitir que Colombia deje por fin de ser el último vagón de la guerra fría. Y me da mucho gusto decirlo en público".
Radicalmente respondió el escritor Juan Gabriel Vásquez a la pregunta: "¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?", por la que votarán los colombianos el próximo 2 de octubre.
- "Juro que pensé tras terminar El ruido de las cosas al caer que así quedaban saldadas mis deudas con la violencia que me había tocado vivir". Así lo describe en La forma de las ruinas, el protagonista del libro. ¿Ahora sí saldó sus deudas o sigue en rojo?
No. La forma de las ruinas nace de los conflictos y las preguntas que se me quedaron por resolver, después de la publicación de El ruido de las cosas al caer, pero también de otros libros. Es una gran confesión sobre mis tensiones, mis problemas con la historia de mi país, mi relación tensa con su violencia y, sobre todo, con una pregunta fundamental que cruza todo el libro: cómo heredamos las violencias que nos han precedido, cómo las consecuencias directas o indirectas de esas violencias pasadas van pasando de generación en generación. Es una pregunta que nació en el momento en que surgió esta novela. No sé si sea el momento para contarlo.
- De una.
Esta novela nace de una vivencia real. En septiembre del 2005, más o menos cuando nacían mis hijas gemelas, conocí a un médico cirujano en Bogotá, que había leído Los informantes, que tiene unas páginas dedicadas a una memoria emocional sobre Gaitán. Este hombre me invitó un día a su casa. Me dijo: a usted le interesa el crimen de Gaitán, tengo algo que mostrarle que nadie más podrá mostrarle nunca. Acepté. Y este hombresaca, de una especie de armario de tesoros, un frasco de vidrio y me dice que lo que veoflotar en formol es una vértebra de Gaitán en donde pegaron las balas que lo mataron el 9 de abril de 1948. Y enseguida, como si eso no fuera poca sorpresa para alguien que vive con los fantasmas de la historia como yo, me saca la parte superior de un cráneo roto, y me dice: esto es la calota de Rafael Uribe Uribe, ese senador liberal, veterano de tantas guerras civiles, asesinado en Bogotá en 1914 con golpes de hachuela. Ahí estaba la parte del cráneo rota por las armas de los asesinos. Tenía en mis manos la vértebra de Gaitán, la calota de Uribe Uribe y luego me iba para la clínica y alzaba a mis hijas pequeñitas con las mismas manos y me preguntaba cómo van a heredar estas niñas recién llegadas las violencias pasadas y cómo puedo protegerlas.
- ¿Y esa fiesta terminó bien. No hubo exaltaciones?
(Risas) ¿Que si yo le tiré un vaso de whisky a una persona y le rompí la cara?
- Sí, el tabique.
No lo voy a decir, lo vamos a mantener entre nosotros.
- Está bien. “No hay que creerle nunca a un gran orador” es una frase en el libro que muestra la contradicción de Gaitán, que defendía las libertades, pero su última defensa salvó de la condena a un teniente del Ejército que asesinó en Manizales a un periodista, Eudoro Galarza Ossa, a sangre fría.
Esta es una de las razones de mi fascinación por la figura de Gaitán. Creo que era un hombre noble y que con él este país habría ido en una dirección mejor. Era un hombre de izquierda, que aprendió sus mejores dotes de orador viendo a un fascista como Mussolini y logró aplicar esos recursos en Colombia. Era un liberal que se dedicó a la defensa de los principios liberales, de los derechos y las libertades individuales, y al mismo tiempo defendió a un asesino, en uno de los primeros crímenes contra la libertad de prensa y de opinión que había en el país. Gaitán salvó al teniente con el argumento del honor militar, algo que nos parecería impensable hoy en alguien que se dice liberal.Esos conflictos internos en el alma de Gaitán son los que me interesan, y se le hace un flaco favor cuando se lo convierte en un santo, en alguien que no podía equivocarse, porque para mí, logró conducir un movimiento hacia una Colombia más progresista, ytuvieron que matarlo para que eso no fuera verdad.
- ¿Y Uribe Uribe?
El libro habla de alguna manera de esa capacidad terrible que tiene nuestra historia para repetirse. Un tema que hay en el libro entre líneas es que las escenas se repiten. Igual que el crimen de Gaitán, como se dice en la novela, nos pone en escenas que ya vivimos, en el crimen de Uribe Uribe, y lo mismo podría decirse del crimen de Galán, y de otros, de Lara Bonilla, de Pizarro. La historia colombiana, se dice constantemente, es un ratón corriendo en el carrusel. Y quizás la repitamos, que es el lugar común, porque no la conocemos, esa es una preocupación de los personajes de la novela.
Varios libros
Juan Gabriel Vásquez estuvo en la Feria del Libro de Manizales.
- Yo creo que esta novela son varias novelas. ¿Es así?
Es cierto. La forma de las ruinas cuando yo la escribía era profundamente autobiográfica y confesional y al mismo tiempo una novela histórica, tiene una novela policial, en la cual un investigador investiga un crimen. Es una novela filosófica, reflexiona sobre ciertos conceptos que rigen nuestras vidas de ciudadanos. Meter todo eso en el mismo libro solo lo permite este género maravilloso que nace con Don Quijote, donde cabían muchas cosas al mismo tiempo. Es un libro que es varios libros. Cada día soy más impaciente con los libros que solo hacen una cosa y eso es lo que estoy tratando de dejar atrás.
- ¿En qué momento decide publicar esta reproducción, imágenes para hacerlo más entretenido. Cómo es ese diálogo interior del autor para tomar esa decisión?
No puedo decir toda la verdad sobre esto. A Hemingway una vez le preguntaron cómo construía sus personajes y respondió: yo le podría contar, pero entonces le daría un manual para que los abogados me demanden.
- Buen punto.
Cuando tuve en mis manos los huesos de Gaitán y de Uribe Uribe, entendí que no podía inventar un narrador ficticio como en mis otros libros. Esconderme detrás de una máscara de ficción le hubiera restado verosimilitud, le habría sembrado la duda al lector de si esto pasó en realidad. Por eso decidí narrar la novela desde mi nombre, mi historia y mi perspectiva, lo que no quiere decir que ese narrador sea idéntico a mí y que todo haya sucedido en realidad, pero son las prerrogativas de la ficción. Cuando decidí narrar la novela desde mi identidad, me di cuenta de que nada me impedía verla como una especie de alegato para el cual yo podía presentar las pruebas documentales. Si tenía en las manos la vértebra de Gaitán y la calota de Uribe Uribe por qué no tomarles una foto e incluirlas como prueba, igual con la radiografía de Gaitán donde se ve la bala en la vértebra. Después de tomar esa decisión, la tentación de hacerlo en el resto de la novela fue muy grande y de construir una intriga alrededor de esos documentos que constituyen un misterio en sí mismos. Todos los personajes de la novela están intentando sacar un misterio a la luz. La utilización de documentos visuales contribuyeron con la intriga y la tensión. Salen fotos que algunas veces son completamente reales y otras no tanto. Y ahí está la relación que uno puede construir con los lectores del libro, que no sepan realmente dónde está la verdad y dónde la mentira.
Marcas
Habló de El Quijote en la inauguración con Octavio Escobar.
- Queda demostrado en esta novela que a usted la Hacienda Nápoles lo marcó en su adolescencia, y también la muerte del hipopótamo en Puerto Berrío, cosas que ya había contado en novelas anteriores.
La memoria de la Hacienda Nápoles, a la cual yo fui con 12 años, fue un detonante definitivo de El ruido de las cosas al caer. Luego comprendí por qué esa foto del hipopótamo rodeado por los cazadores en el 2009 me había marcado tanto y encontré que se parece mucho a la que hemos visto todos del cuerpo de Pablo Escobar recién muerto en los tejados de Medellín y rodeado del grupo que lo cercó y lo capturó. La disposición es la misma y eso me chocó profundamente y de ahí también sale El ruido de las cosas al caer. En La forma de las ruinas he tratado de explicar cómo mis libros han intentado lidiar con estas violencias, de la manera cómo en mis páginas he intentado hacer entrar la violencia que he vivido y que han vivido las personas que conozco para tratar de entenderla. Es un ingrediente más para la rareza de ese libro, que es además un libro de autocrítica literaria en algún momento.
- Sí, usted se da mucho palo ahí, o bueno, los personajes le dan mucho palo.
Los personajes me dan mucho palo.
- Hay un personaje que yo creo que en Colombia no se ha leído lo suficiente, R.H.Moreno Durán. En estas páginas usted le hace un homenaje. ¿Cómo influyó élen usted?
R.H. tuvo mucho que ver con la manera de asumir la vocación. Yo lo había leído con mucho interés cuando empezaba a darme cuenta de que esto era lo que yo quería hacer con mi vida, que yo no quería ser abogado. Terminé la carrera en un acto de heroísmo civil, pero ya me había dado cuenta de que lo mío era tratar de aprender el arte de escribir novelas. Y en ese momento empecé a dar unos pasos a volver la literatura en el centro de mi vida y una vocación. Y una cosa que hice fue invitar a R.H. a mi universidad para que diera una conferencia. Cayó un aguacero de esos que suelen caer en Bogotá y fuimos tres personas. Lo que hizo R.H., que me dio un primer atisbo como persona y novelista, en lugar de irse para su casa fue invitarnos a un café en el CaféPasaje, en la Plazoleta del Rosario y tuvimos una conversación sobre literatura. Ahí descubrí que él era un gran conversador y, ante todo, un gran lector. Sus libros de crítica literaria están entre los más importantes en Colombia, les recomiendo De la barbarie a la imaginación. Eso fue en el 92, para el 2005 cuando murió ya nos habíamos hecho buenos amigos. Él era un hombre muy difícil que no regalaba nada a nadie y menos a un escritor, y conmigo tuvo una relación de mucho afecto, y eso me sirvió en ese momento que yo comenzaba a escribir. Al contar La forma de las ruinas, R.H. tenía cabida porque también era un gran narrador de conspiraciones. La teoría de la conspiración es solo un mecanismo de defensa que tenemos los pueblos cuando intuimos que no nos han dicho la verdad sobre lo que ha pasado. R.H. en su último libro juega también con estas verdades posibles, finge una trama en la que Orson Wells llega a Bogotá en los años 40 y convive con intrigas, con espías, con fantasmas, con la memoria de Stefan Zweig, con cantidad de cosas que R.H. maneja muy bien en la novela.
- Sorprendió a los asistentes de la entrega del premio de periodismo Simón Bolívar el año pasado cuando dice en su discurso que los políticos deberían ser los jurados de este premio. El sarcasmo se entendió cuando anotó que es para que conozcan el país.
Esa frase nació de la gran revelación que fue para mí ser jurado del Premio dePeriodismo Simón Bolívar, que es encerrarse los fines de semana durante seis meses a ver todo el periodismo que se ha hecho en Colombia en televisión, a oír todo el periodismo que se ha hecho en radio y a leer todo el periodismo que se ha escrito. El resultado final fue el descubrimiento de un país que no conocía. Un país donde la gente sufre en rincones donde uno no ha oído hablar por no decir los lugares con los que uno nunca ha soñado ir y de ahí salía ese sarcasmo de decir que las cosas serían mucho mejor si los políticos fueran jurados del premio a ver si así empiezan a conocer este país. Creo que en Colombia se está haciendo gran periodismo, esa fue otra conclusión casi irrebatible. Se está haciendo periodismo responsable. Hay también mucho periodismo que se hace con las manos, en condiciones muy difíciles, mucho otro periodismo que se hace de manera mediocre, deshonesta, eso sucede en todas partes del mundo y Colombia no va a ser la excepción, pero hay una franja de periodistas tremendamente valientes, que no me canso de admirar. Se les está viniendo una responsabilidad brutal, la de comunicar la verdad sobre todo esto que nos está pasando y con los acuerdos firmados, y así lidiar con tanta calumnia, con tanta desinformación y propaganda negra que hay en ciertos espectros de la política colombiana.
Bibliografía de Juan Gabriel Vásquez.
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