Doris Marcela Téllez
LA PATRIA | MANIZALES
Su primer contacto con el ballet fue a los 4 años mientras veía a los niños del programa Nube de Luz, en Buenaventura (Valle del Cauca). “No sabía que era ballet, pero me gustaba y copiaba sus posiciones”, narró Fernando Rodríguez Montaño, el protagonista de esta historia y de obras de ballet en Londres.
El primer apellido es el de su padre: Rodríguez, sin embargo el mundo lo conoce por el de su madre, ya que fue el que adoptó cuando ella falleció, dos meses después de entrar al The Royal Ballet.
Mientras entrelaza sus manos con delicadeza, se describe: “Tengo 33 años, vivo en Londres y soy el primer colombiano que forma parte del Ballet Real de Londres - la primera compañía de ballet clásico de Reino Unido-”.
El pequeño que nació ante todos los pronósticos, pues su madre se había practicado la ligadura de trompas, empezó su vida con el fútbol, pero el baile estaba en su sangre. Así lo decía Gloria Montaño, su madre, desde pequeño le decía el “esqueleto rumbero”, por su cuerpo y sabor.
Nació en Buenaventura y allí estuvo hasta los 6 años. De su infancia solo tiene lindos recuerdos: “Me encantaba bañarme bajo la lluvia, recuerdo el sonido del tren que pasaba cerca de la casa. Era la vida de un niño alegre”.
En busca de una mejor vida para sus cuatro hijos, la familia Rodríguez Montaño se trasladó a Cali. Una casa de esterilla y la violencia de Aguablanca los recibió en la capital del Valle de Cauca. Allá Fernando desarrolló sus habilidades para el baile.
El gusto por esas figuras delicadas que imitaba en Buenaventura las reemplazó por un tiempo. Primero hizo folclore colombiano, bailó salsa y merengue en el grupo de su colegio hasta que se reencontró con el ballet en el Conservatorio de Cali, donde aprendió sus primeros pasos.
“Él tiene todas las cualidades físicas para ser un bailarín profesional”, esas fueron las palabras de su primera maestra, Amalia Romero, a su madre. Desde ese momento, a sus 12 años, el ballet nunca se ha alejado de su vida y aunque empezó “tarde” su preparación, la elasticidad y flexibilidad de su cuerpo hicieron que lo aceptaran en Incolballet, una de las dos escuelas de Sudamérica donde se hacen estudios académicos y artísticos.
Pasos en la Habana
Cuba significó para su vida emoción y lágrimas. Estaba feliz por lo que hacía, pero no era fácil con 14 años estar solo en otro país.
“En Cuba empieza la segunda parte de mi buena aventura”, dice mientras narra que tuvo que dormir en el suelo y algunas veces acostarse sin comer. Mientras él vivía su vida entre el baile y el socialismo, su familia hipotecaba la casa para sostener económicamente su estadía.
“A veces te encuentras llorando porque te sientes solo o te hace falta la familia, pero el amor que le tienes a lo que haces se sobrepone a estos problemas”, afirma. Se fue becado a Cuba para estudiar en la Escuela Nacional de Ballet, ese subsidio cubría sus estudios por un año, así que tenía que ser el mejor para que le renovaran el apoyo económico.
En Cuba encontró a Aidé Montoya, a quien considera su abuela, lo crió desde los 15 años y fue su soporte. En su cuarto año de estudio, el Gobierno cubano cambió las reglas de juego y dijo que ofertaría la beca cada dos años.
Aidé le envió una carta a Fidel Castro y así el niño colombiano que venía de una familia humilde pero que era talentoso, tal y como decían sus vecinos, pudo graduarse. Aunque le ofrecieron trabajo en Cuba, el bolsillo de sus padres no aguantaba más. Cogió impulso para llegar a Europa y destacarse no solo por su color, sino por su estilo y profesionalismo.
De calles de tierra a un palacio
La audición no está abierta al público para The Royal Ballet, pero él logró presentarse por la recomendación de sus maestras. Tenía 20 años, no hablaba inglés y el CD en el que llevaba la música no funcionó.
Con señas le dijo a los calificadores que bailaría sin música. “Si no me escogen acá es porque no es el lugar donde debo estar”, ese día le dijeron que había sido admitido.
La compañía hace parte de la familia real de Inglaterra, es por esto que Fernando ha saludado a la Reina Isabel, a su hijo Carlos y otros personajes de la realeza. “La primera vez que saludé al príncipe Carlos no conocía los protocolos ni entendía muy bien, fue una situación embarazosa”, recordó Fernando, quien también acompañó al príncipe Carlos cuando visitó Colombia.
“El ballet es un mundo hostil y solitario que es muy lindo de ver”, así califica su profesión y narra que no lee sus críticas ya que la única vez que lo hizo fue traumático para él: “Con el diccionario traducía los comentarios porque no entendía bien”.
Una barrera que tuvo en Inglaterra fue el idioma, después de un año y medio de estar en la compañía le dieron su primer papel de solista, no entendía las correcciones de su coreógrafo y por intentar destacarse, su papel perdió color. Hoy domina el inglés tanto como sus poses y coreografías. Este año cumplió 12 años en la compañía.
Manizales
Su faceta como modelo sale a relucir entre los sitios más icónicos de Manizales. Las poses de ballet las hace con naturalidad y seguridad a pesar de tener tenis y pantalón entubado. “Me ha gustado Manizales, tiene mucho verde en sus paisajes”, asegura y lo complementa con su sonrisa mientras hace videos de la vista en el parque Los Yarumos.
“Quiero compartir un poco de lo que he aprendido en todos estos años”, dice mientras argumenta su visita. Es la primera vez que vuelve a Colombia para dictar clases. Comenta que su conexión con el país en los últimos años ha sido más fuerte ya que también fue jurado del programa de televisión Bailando con Las Estrellas.
Vino a dictar clases en la Academia de Ballet Olga Lucía. Hoy estará en el Teatro Los Fundadores para presentar su show que además de ser un clase en vivo tendrá un conversatorio y los asistentes podrán disfrutar de sus pasos. El costo de la entrada es de $70 mil para particulares y $58 mil 200 para estudiantes.
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