LISET ESPINOZA
LA PATRIA | MANIZALES
Eliécer Corredor Giraldo vivió literalmente en su salsa. Su amor por la Sonora Matancera lo demostró en cada rumba, en cada Long play (LP) autografiado y al son de esa agrupación cubana construyó una familia, amigos, historias y se convirtió en precursor de la salsa en Manizales.
El pasado 5 de mayo, a sus 83 años, este oriundo de Buga, pero criado en Palmira (Valle del Cauca) falleció en la capital de Caldas y en su página de Facebook (@El Timbal de Eliecco) el ritmo antillano se leyó en los textos de quienes compartieron con él su gusto musical.
"Fue mi maestro"
El nombre Timbalero, epicentro de la salsa antillana en Manizales, se lo atribuyen a Eliécer y allí, Óscar Arias, percusionista y amigo, lo conoció en 1977. "Tenía 17 años. Él tocaba el bongó y me enamoré de ese instrumento. Aprendí a tocarlo, fue mi primer maestro y así empezó nuestra amistad. Salíamos de Timbalero de esas farras de la época y nos íbamos un combo para su casa para continuar la rumba hasta el otro día. Tenía una colección de LP, era un fanático de la Sonora Matancera y a muchos nos enseñó a querer y a admirar a la Sonora, a la percusión, a la guaracha, a el bolero, a todos esos ritmos del caribe", recordó Óscar.
Por ser el mayor de todos lo apodaban el "papá de los pollitos". Era alegre, guapachoso, solidario, buen amigo y consejero. "Eliécer Corredor fue un patriarca y un líder porque nos metió a todos en este cuento de la salsa y sobre todo, de la música antillana", recalcó.
"El Papá de los rumberos de Manizales"
Para Carlos Velásquez, investigador musical y amigo, Eliécer fue de los primeros en tocar instrumentos de percusión menor como el bongó, el timbal, las maracas y la campana, así como el primero en traer un bongó a Manizales. Asimismo, al ser un referente de la salsa, Carlos lo mencionó en su libro Manizales a ritmo de salsa y jazz.
"Se hizo famoso porque tenía un cajón grande con rodachines en el que metía toda la música y por las fiestas en su casa. En los años 80 era frecuentado periódicamente por la Policía, porque los vecinos la llamaban por la bulla. Los salseros son sordos y él escuchaba la Sonora Matancera a todo volumen, y los amigos tocaban maracas, campanas y obvio la gente no aguantaba eso. Incluso, la Policía terminaba en la rumba y tomando al otro día los caldos que hacía su esposa. Por eso era el papá de los rumberos de Manizales".
Aparte de ser seguidor de la Sonora, fue amigo personal de los integrantes del grupo. Los conoció en un hotel en Barranquilla, ciudad en la que darían un concierto. "Se hospedó en el mismo hotel que ellos e hizo amistad con el director de la Sonora, Rogelio Martínez. Luego, lo llamarían El flaco de Manizales. Llegaron a tenerle tanta confianza que cuando la Sonora Matancera hacía conciertos en distintas ciudades del país, Eliécer iba y el director le entregaba una maleta con las partituras para que la cargara después de los conciertos".
Mirando algunas carátulas de sus LP.
"No lo querían los vecinos"
A Manizales llegó en 1962 con una maleta pequeña, su cajón de LP y el bongó. Acá nacieron sus cuatro hijos (un hombre y tres mujeres) y, según Freddy Hernán Corredor Agudelo, su papá descubrió el amor por la Sonora desde pequeño y al conocerse con su madre, Encarnación, en Armenia, los arrullaron con canciones de esa agrupación. Por eso, para ellos fue natural crecer en medio de la rumba.
"Nos criamos en el barrio El Bosque y cuando mi papá trajo la rumba con Herney Barbosa, un amigo de Palmira, en Manizales no se escuchaba música antillana, sino tango y milongas. Por esa casa pasaron estudiantes que hoy son senadores, cronistas deportivos, músicos, ingenieros, arquitectos y médicos. Luego, nos mudamos a La Palma y ahí adecuó un espacio que llamó la cueva para estar con amigos", dijo el también percusionista radicado en Nueva York.
Añadió que las fiestas de su padre eran al son de la Sonora, con la puerta abierta y con conga, timbal y bongó. "Mi papá tenía dos amigos trompetistas, los hermanos Agudelo, que también llegaban a la rumba y por eso los únicos que no querían a mi papá eran los vecinos. Cada que nos cambiamos de casa ellos celebraban y nos decían adiós bullosos y mi papá respondía adiós desgraciados, de mejores barrios me han echado".
"También tuvo su salsoteca"
Claudia Esther Corredor manifestó que caminar con su padre era una tortura, en el sentido en que en cada cuadra tenía a quien saludar. "Lo conocía mucha gente y fue feliz con los homenajes que recibió en vida". Incluso, piensan a futuro buscar un espacio para exhibir su música, las fotografías con reconocidas leyendas de la salsa y así dar a conocer a la gente quién fue su padre. "También tuvo su salsoteca El Timbal de Eliecco, que duró tres años. Fue su sueño y lo logró. La tuvo en la Avenida Paralela y en El Cable. Esta semana estaría cumpliendo 58 años de casado con mi mamá".
"Privilegiados"
Como la rumba y los amigos estuvieron siempre presentes en su vida, la pandemia no fue la mejor melodía para él. Según sus hijos, fue devastadora porque "esos dos años de encierro lo envejecieron 10 años. Sin embargo, nos sentimos privilegiados como familia y estamos agradecidos por todas las muestras de cariño. Queremos que sepan que el legado musical sigue para honrar su memoria. La vida nos regaló el mejor padre, esposo, abuelo y amigo. Cada que veamos a alguien tocando un bongó, una conga, unas maracas o unas campanas, lo veremos a él que siempre decía Anda chico, anda..."
Con algunos integrantes de la Sonora Matancera.
Dato
Su primer trabajo fue en Palmira como mensajero en Telecom, a los 16 años. En esa empresa se jubiló a los 41 años pasando por las sedes de Armenia y Manizales. En su paso por esa entidad fue mensajero, aprendió a manejar el telégrafo, fue dibujante y por su buena caligrafía pasó a hacer las presentaciones de la empresa para ser expuestas por el gerente en Bogotá. Vivió 25 años en Estados Unidos y aprendió a hablar inglés por correspondencia.
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