ALEJANDRA CASTAÑO ALZATE
LA PATRIA | MANIZALES
La palabra estupidizado que dijo el director de cine, escritor y poeta colombiano Víctor Gaviria no está aprobada, como tampoco el público colombiano respecto a los filmes que se hacen en el país. Él la usó con precisión para definir lo que pensó, porque se tomó unos segundos para responder, después de la pregunta: ¿Al cine colombiano le falta o al público le falta para ver cine colombiano?
A veces uno no sabe por qué se metió a ser cineasta aquí, pero me siento orgulloso de hacerlo y de ese proceso desde la década de los 70. El mismo Felipe Aljure creó la dirección de cinematografía. Después Claudia Triana y otra cantidad de cineastas se obstinaron para que el cine no muriera.
Ya llevamos 35 años de generaciones. En el 2003 crearon la ley de cine, que se ha manejado como pocas en Colombia, y ya tenemos hasta 40 largometrajes por año. Además hay nuevos lenguajes, autores y realizadores con una fuerza tremenda y un pulso perfecto. ¿Y cuál es la respuesta del público? Ninguna. ¡Eso es triste!
El cine ha evolucionado en estas década increíblemente. ¿Ha habido corrupción en el cine? Ninguna. ¿Ha habido odios brutales o peleas? No. Este se ha manejado con una sabiduría extraordinaria y el público colombiano nada, el público para atrás, el público estupidizado. Es increíble. No sé que pasará.
En esta sociedad quien debería ir a cine no tiene la plata. A veces se hacen películas para clases que no pueden acceder. Las que sí, prefieren el cine escapista, el infantil o el más simple del mundo. La gente es muy simple para ver cine.
Cuántas lágrimas se desperdician en los cines o en los libros, o aún las lágrimas espontáneas de los aficionados al fútbol cuando se reúnen por millares. Porque cuando salen del cine o dejan a un lado los libros o se separan de la multitud, los hombres y mujeres miran las calles con ojos secos.
Es un poema de mi libro Los días del olvidadizo (1998) que se llama Cuántas lágrimas. Habla de esas lágrimas que sacan el arte y los eventos deportivos de multitudes. En la realidad casi nadie llora. Todo el mundo necesita la mediación del arte, reúne tanto que llena de emoción, pero directamente estamos viviendo cosas tan tremendas que no nos sacan lágrimas. El arte no debería sacarnos lágrimas, sino la vida misma. Estamos tan duros, tenemos el corazón tan duro en esta Colombia que ya nada nos impacta.
En el blog El ojo en la paja, el autor del artículo Fusilado: Víctor Gaviria escribió antes de unos poemas suyos: "Gustándome mucho sus películas, particularmente considero a Víctor más un poeta que un director. Cuando se lo dije apenas se rio, no sé si porque estaba de acuerdo o porque le dio rabiecita el comentario".
Confiese, ¿le da "rabiecita" que le digan que es mejor poeta que director?
Muchos amigos que me conocen desde que escribía poesía dicen que soy mejor poeta que cineasta. Suelta una carcajada, hace una pausa y levanta ambas cejas.
No sé si insinúan que soy muy mal cineasta. Creo que lo dicen al contrario. Víctor, pero vos escribís poesía, entonces escribí. Muchos no se aguanta las películas que hago. Por ejemplo Humberto Dorado indaga cuándo voy a volver a los cortos que realizaba antes de meterme con Rodrigo D y La vendedora de rosas, como si yo hubiera perdido el camino.
Ahora que vean La mujer del animal (su nuevo filme) me van a dejara de hablar, se ríe. Eso va a estar tremendo. Se van a molestar mucho porque es muy dura.
No la hice para asustar ni mortificar. Es muy explícita, muy evidente. No sé si es exageradamente explícita. En el arte te aconsejan que lo tácito y lo sugerido es más fuerte. Creo que esa es una ley del arte. Es mejor esconder que mostrar, es mejor fuera que dentro de campo. La historia es de una señora a quien un tipo se la robó con escopolamina. La hizo su mujer delante de todos a la fuerza y le pegó en varias ocasiones. Ella se queja tanto de eso que no sabía cómo hacerlo fuera de campo. Me obstiné con que tenía que mostrarse. La película es... insoportable. He invitado muy pocas personas a verla, pero cuando la han visto... ¡ssssssssss! Se queda callado y espera la siguiente pregunta.
Rodó La mujer del animal en el 2014. ¿Es verdad que la estrena a mitad de este año? Si es así, ¿cómo y dónde lo va a hacer?
La estábamos terminando para el Festival de Cannes 2016, pero no alcanzamos a llegar. Vamos para Venecia (Festival Internacional de Cine de Venecia) en agosto. Uno siempre trata de estar en un festival, a jugársela, para que la película se visibilice con opiniones internacionales. Sobre todo con esta. Necesitamos que afuera alguien nos hable bien, que la legalice o la acepte. Imagino que después de Venecia estará aquí.
Usted hizo unos 100 cástines para la cinta Rodrigo D, más o menos 200 para La vendedora de rosas y por lo menos mil para La mujer del animal. ¿Cómo sobrevive a tanta realidad?
El castin lo hago a través de una entrevista. No pongo a actuar a la gente. Lo que me cuentan y la manera de hacerlo me dice si es o no un actor natural. Buscar el animal de La mujer del animal fue muy difícil. Tenía que ser una persona que hubiera estado en algún grupo de ilegalidad, de delincuencia. Alguien que supiera estar al otro lado de la ley. Recorrí muchos barrios y comunas de Medellín para encontrar a este personaje, que está rodeado de una bandola de delincuentes.
En el caso de la mujer del animal también fue complicado. Les contaba quién era el animal. Lo tremendo es que cuando pedía que se quedaran quienes vivieron algo parecido, por ellas o sus familiares, muchas permanecieron en el sitio. Inmediatamente llegaban a un animal que las había acosado, manoseado o intentado violar. Podía ser abuelo, tío, papá, padrastro o comandantes guerrillos y paracos.
Ciro Guerra dijo en una entrevista para LA PATRIA (Ciro está en guerra-13 de agosto del 2015) que la verosimilitud de las historias reales solo se logra con actores naturales. ¿Cuál es la mayor dificultad de trabajar con actores naturales?
Yo trabajo distinto a Ciro y muy parecido. Cuando él hizo Los viajes del viento escogió a Marciano Martínez, un juglar y tremendo compositor de La Guajira. El actor natural tiene que estar en el universo del personaje que uno busca. No es cualquier tipo.
La segunda condición que busco es que sea capaz de improvisar. Tienes que estar seguro de que lo pones en una esquina, frente a 200 personas, de día o de noche y lo hace. Que caiga como un gato, siempre parado.
Con el actor natural no vas totalmente en la incertidumbre, porque fracasarías. El problema no es ensayarlo, sino encontrarlo. En La vendedora tuve la fortuna de encontrar a Lady Tabares, una improvisadora desde que la conocí. Ahí mismo se pone en situación. Tiene talento de actor natural.
Usted dijo que a los 60 quería hacer cine por puro placer. Ya tiene un año más, ¿cómo va ese proyecto?
Es irónico, el cine te hace sufrir mucho. No sé si es porque mi generación, la de los 70 y 80, es de un empirismo total. La generación de Ciro, por ejemplo, tiene personas que se han formado. Nosotros, en cambio, tenemos muchas incertidumbres con la producción.
Ahora hay una productora que se llama Diana Bustamante, la de Los viajes del viento y La tierra y la sombra. Este tipo de profesionales te dan estabilidad y hacen que las películas no sean unos 'suicidazos' ni unas aventuras locas.
Ahora que tengo 61 años y que sufrí tanto con La mujer del animal, qué cosa tan 'berraca'... Con los filmes de actores naturales se trabaja con trozos de la realidad. No quería darle la idea a la gente de que esa mujer era tonta, estúpida o pobre de espíritu porque nunca fue capaz de liberarse. Muchas no lo han hecho debido a que no han podido.
Tenía esa duda tan tremenda. Quería ser muy fiel a la historia y no crear una heroína donde no la había. Su heroísmo había sido soportar al animal y no odiar a los hijos que él le había metido en su cuerpo. La convirtió en madre de unos seres no deseados y odiados. Su heroísmo fue ser la mamá de ellos, sobrevivir y nunca parecerse al animal.
Nos metimos con una cosa que se nos salió de las manos. Darle forma a la realidad es muy difícil, mientras que la ficción la manejas como plastilina. La realidad tiene unas lagunas que nunca se dejan comprender, a veces no sabes ni quién eres.
Voy a hacer otra película de menos incertidumbres. Tengo unos temas muy chéveres y estoy seguro de que no voy a pasar por lo mismo que con La mujer del animal. Ya pasé por ahí, me tropecé y me enredé.
Tiene, aparte del cine, otros dos grandes amores: sus hijos. Usted ha visto de frente la realidad de muchos niños, es evidente en sus cintas. Con base en eso, ¿qué les ha dado de más a Mercedes y Matías?
Viví en un desorden que hubo en el país en los años 80. Se vio locura, de la que formé parte. En esa época conocí a un mafioso que fue a ver su hijo cinco días después de que había nacido, porque estaba rumbeando. Qué cosa tan tremenda. Era normal en ese momento, como si la vida tuviera otras prioridades. Apenas estamos retomando la relación que tiene el papá con los hijos, diaria, de amistad y de compartir los sueños. En ese sentido he tratado de darles compañía, eso que es único.
¿No ha sentido temor porque su hija, Mercedes, está haciendo el documental La niña, en el que va a quedar al descubierto la relación de padre e hija?
Claro que sí. Se ríe y calla unos 10 segundos.
¿Qué le da miedo?
Sigue en silencio otros cinco segundos.
Ahí hay una ruptura, como un abandono. Nunca abandoné a mis hijos, pero había una neblina que también me tocó. Tomé la disculpa de vivir como hijo y no como padre. En esa época había mafia, política, droga, revolución, como si fueran cosas más importantes. Me demoré años para aprender que lo único importante era estar con ellos, ahí.
El documental tiene un dolor de ella respecto al papá, quien se obsesionó tanto con el cine que no los acompañó mucho. Aparentemente estaba preocupándome por otros niños, es una ironía. El material que ella utiliza lo grabé yo. Cuando no estaba rodando, me quedaba por las mañanas en casa. Mi forma de acompañarlos era grabarlos, como si fueran actores. Un papá que filma es un papá amoroso, ¿si o no? Es un papá que sabe que la infancia va a pasar a toda carrera y que la única manera de conservar ese momento es filmando, ¿si o no?
A usted qué le saca más lágrimas, ¿la realidad o la ficción?
Trato de escribir una especie de diario de lo me sacude cada día. Antes de llegar a Manizales (el pasado domingo) estuve donde uno de los dos hijos de Mireya, ese personaje que en la serie Lady, la vendedora de rosas (RCN) fue la asistente de dirección.
Ella sí existió, se llamaba Mónica Rodríguez. Era una loquita, una ladrona. Me llevó al centro de Medellín y consiguió a los primeros actores para mi película (La vendedora de rosas). Me dijo que si la mataban ayudara a sus hijos, quienes en ese entonces tenían como dos y tres años.
No sé bien en la serie, pero en la realidad tuvo problemas con el marido de la muchacha que le dejó esa cicatriz en la cara. A Mónica la mataron en 1996, antes de hacer la película.
La niña de ella estudió y es buena, afortunadamente. El niño es un ladrón de la calle. Vive de robar. Es un pela'o muy solo. A veces le digo que le voy a llevar una liga (dinero) y me contesta que no le importa. Expresa que solo quiere que hable con él.
Estaba contando que fui a visitarlo... Vive en un garaje con la suegra y una joven. Tienen una niña y están esperando otra. Es para llorar la situación. ¿Sabe qué me sacudió? Cuando entré, me impresionó ver en una de las dos camas del lugar a una mujer de unos 45 años que no terminaba de abrazarse con un muchacho como de 16. Pensé que eran amantes, que era algo sexual, y no.
Era una mamá con su hijo que había salido de un internado, después de dos años. No sabían qué hacer. Estaban desatrasándose de todos los abrazos que no se habían dado. Me pareció tan hermoso. Esas cosas te sacuden.
Una buena frase de Víctor Gaviria para seguir aguantando esta realidad tan dura.
Tenenos que curarnos de vivir de las opiniones de los demás. Los afectos de la casa defienden de las miradas. Deberíamos tener un lugar sagrado de intimidad con la familia, con Dios o con la vida, para que dejemos en segundo lugar lo que piensen de nosotros y estemos felices como somos.
*En noviembre de este año se cumple la primera década de la Muestra de Cine Colombiano en Marmato (Caldas), que organizan Víctor Gaviria y la entidad Mineros Nacionales.
*El cineasta dictará hasta mañana el seminario Cine y Realidad en el Centro Colombo Americano de Manizales. Este comenzó el pasado lunes.
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