Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA|Manizales
A Jorge Cardona Alzate algunos lo llamamos el memorioso. Otros más lo tratan de ratón de biblioteca. Un pupilo lo definió alguna vez como memoria viva de la historia. Cada definición encierra la palabra que mejor le calza: editor.
El reconocimiento Clemente Manuel Zabala, de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, rinde homenaje a este un profundo lector, paciente investigador y abnegado maestro de periodistas de El Espectador, en donde hace gala de sus virtudes.
Para él hay dos pecados capitales de los editores: el afán, al que culpa de precipitar los errores periodísticos, y la falta de contexto. Anota que la principal labor de un editor es tener conciencia de que su deber es blindar la información.
Su idea es que si alguien en cien años abre un periódico de estos tiempos y quiere entender qué pasó, las notas periodísticas deben ser un insumo fundamental. "No basta con que un texto esté bien escrito o que una crónica esté bien documentada, bien elaborada y que el lenguaje sea preciso. Tiene que tener mínimos antecedentes, porque las noticias no nacen de la nada, y fuentes contrastadas para que la realidad se mire con una visión múltiple", explica.
He repetido en los últimos tiempos, como un mantra, una lección de Jorge para elpostacuerdo de paz con las Farc: Que en un país de seis millones de víctimas se deben contar seis millones de historias. Se lo hago saber, y entonces dice: "En un país que ha sufrido tanta tragedia, los que tienen la prioridad en el periodismo y en la sociedad, son las víctimas. Hay que darles espacio en los medios hasta cuando las víctimas quieran y hasta cuando crean que está satisfecho su derecho a la verdad, porque no hay nada más reparador que el derecho a narrar".
- ¿Están en vía de extinción los editores?
No es que estén en vía de extinción, sino que se tienen que reinventar. Como lo está haciendo todo el periodismo por el auge de las tecnologías de la información y la comunicación. Todo este proceso se va a terminar decantando, y se van a posicionar quienes sean capaces de combinar información actualizada, pero también planificada, pensada en otro tiempo, para que explique las noticias.
- ¿Cuáles características de un editor tenemos que conservar?
Cada día hay que leer más, kilómetros de lectura, hay que pensar mucho en todos los procesos. El editor o el jefe de redacción o quien se ponga al frente de un colectivo de periodistas, que además es un privilegio que solo puede agradecerse, tiene que ser servidor de todos.
- Tiene fama de querendón, amable en el trato para enseñar, pero ¿qué le saca la piedra?
Hay dos cosas con las que no puedo. Primero, el maltrato. Segundo, la pereza, ya habrá tiempo para el descanso eterno. En una profesión de tanto movimiento, la gente no se puede sentar a hacer nada. La vida es producto del trabajo, del esfuerzo y de la disciplina. Me desubica gente que deliberadamente quiere resolver los temas con agresividad. Al final el periodismo, más que un oficio o una profesión, es el ejercicio de un derecho fundamental y exige un deber.
- Un editor que le haya mostrado el camino a Jorge Cardona.
Luis de Castro fue por 40 años años el editor de judiciales de El Espectador. Tenía unas cualidades impresionantes: un purista del idioma, una capacidad extraordinaria para quitarle la opinión al texto y mantenía una dosis perfecta de buen humor. El editor debe agregarle un poquito eso, la cotidianidad a la vida, porque hay que desarrollar una buena energía con los colegas. El periodismo es un esfuerzo colectivo, esto se hace entre todos.
Una lección
Hablar con Jorge Cardona es una lección permanente. De historia, de periodismo, de humanismo. Insiste en que las herramientas pasarán, pero no los valores: "La defensa de los derechos fundamentales, la transparencia en el uso de los recursos públicos, el pluralismo son premisas que se van a mantener en este oficio".
Es de la vieja escuela. De quienes creen que la interpretación no puede ser una excusa para la opinión: "Cuando el periodista no tiene suficiente información empieza a opinar, eso es automático. Y cuando evidentemente le sobra información desaparece la opinión. La clave para escribir es la información, los datos".
- ¿Qué tanto le sirvió haber arrancado por el periodismo judicial para su labor de editor?
Reivindico el privilegio de haber sido periodista judicial. Da una particularidad, enseñala obligación de contrastar las fuentes. Lo habitúa a uno a la lectura de expedientes y a estar en contacto con fuentes diferentes. En un tema judicial hay un acusador, un acusado y una víctima, eso pone a prueba el derecho al debido proceso. Para mí fue vital haberme documentado en los grandes expedientes de este país en los últimos tiempos yme enseñaron que en medio de la marea de las grandes redadas de personajes que van a los procesos judiciales o a las cárceles, de pronto se cuela un chivo expiatorio que hay que defender.
- ¿Qué aprendió del secuestro de Jineth Bedoya, que se da cuando usted va con ella y la pierde de vista por un instante?
No he terminado de aprender de ese momento. En lo profesional es el momento más difícil que viví, me tuvo en la disyuntiva de si debía desistir de esta profesión, fue muy doloroso. Fuimos engañados, nos confiamos todos, fuimos quizás ingenuos. Sonmomentos que traigo a la memoria permanentemente, porque conservo una muy buena amistad con Jineth, y porque es muy duro ver que han pasado 16 años y a pesar de que hay pequeños avances en el proceso judicial, no se ha dicho toda la verdad sobre lo que sucedió ese día. Este episodio marcó mi vida y no deja de darme la motivación de seguir apoyando a Jineth en su lucha, y por eso su eslogan 'No es hora de callar', yo me lo he apropiado.
"La información de El Espectador no sería la misma sin esa mirada experta", confesó este periódico en su editorial del jueves dedicado a quien está acostumbrado a estar de espalda a los reflectores, como lo describió el cronista Alberto Martínez a la hora de anunciar el galardón en Medellín. No es para menos, pocas veces ha habido tanto consenso alrededor del nombre de un colega galardonado, y en esta oportunidad fue para el hijo de caldenses, hincha de Millonarios.
“El periodismo es la defensa de un derecho fundamental, la libertad de expresión. No es un oficio ni una profesión”.
“La historia de Colombia se ha contado de una manera centralista. Hacen falta capítulos territoriales de la memoria. Insto a todos los colegas a cubrir con independencia crítica todo este proceso, un proceso de tránsito hacia la paz.
Cada punto del Acuerdo redactado en La Habana es un desafío para el periodismo, en particular el segundo, que se necesitará una mente y un corazón abierto”.
El nombre
Contaba Gabriel García Márquez que cuando llegó como joven exiliado de Bogotá, tras el 9 de abril de 1948, a Cartagena. Lo contactó Clemente Manuel Zabala para que le ayudara con los editoriales del periódico El Universal. El frustrado abogado de Aracataca no sabía de periodismo y apenas si había publicado algún cuento en El Espectador. Sin embargo, aceptó el reto, porque tenía que vivir y empezó a escribir las notas editoriales. Decía que el primer texto que escribió, don Clemente Manuel se lo tachó renglón por renglón y escribió sobre él a mano las correcciones.
Entonces García Márquez empezó a fijarse en qué le corregía y así cada día el editor le tachaba menos renglones y palabras, hasta que pudo publicar sus textos casi sin correcciones. A ese editor de quien luego llegó a ser el único nobel que tiene Colombia rinde homenaje este galardón.
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