David Jaramillo
LA PATRIA | Madrid (España)
Puede que Manuel Jesús Cid Salas haya nacido en la localidad sevillana de Salteras, pero El Cid, ese torero que ha vuelto loca a la afición por su grandioso toreo al natural, tiene mucho de colombiano. A estas tierras vino a probar suerte y a buscar una oportunidad cuando no las encontraba en la temporada española.
Manuel supo abrirse camino desde las placitas de los pueblos, hasta convertirse en la figura que rindió las plazas más importantes del orbe taurino, desde la portátil de El Retiro a la Monumental de Las Ventas. Y Manizales tendrá el privilegio de presenciar el punto final de su brillante trayectoria como matador, pues el próximo martes 7 de enero, El Cid dirá adiós a los ruedos con toros de Santa Bárbara, cuando, con Román como testigo, dará la alternativa a Juan Sebastián Hernández.
Le dijo a LA PATRIA en medio de su preparación para viajar a América: “La verdad es que me hace muy feliz que mi última tarde sea en una plaza que quiero tanto —reconoce el torero—. Tengo que darle las gracias a Juan Carlos Gómez, porque, teóricamente, mi despedida era el año pasado, pero la corrida no ayudó nada y me quedé con un sabor de boca muy amargo. Me hacía mucha ilusión despedirme de Manizales de otra manera”.
Pudo terminar su carrera por la Puerta Grande en Zaragoza, la última corrida de su temporada en España.
Sí, pero es que Colombia es mi segunda patria. Es un país que me acogió en mi primer año de alternativa, cuando me fui a la aventura, con mi gran y recordado amigo Quinito II, que me abrió las puertas de su casa y de muchísima gente maravillosa que me recibió como su me conocieran de toda la vida. El cariño que me han dado es el mismo que le profeso a mi Colombia, por eso no tengo nada más que palabras de agradecimiento. Mi despedida no habría sido completa, por mucho que el triunfo de Zaragoza fuera tan bonito como para que ese fuera un punto final, si no voy a decir adiós en Colombia. ¡Adiós y gracias! Dios quiera que los toros ayuden un poco para que todo sea más bonito.
Dice adiós, pero deja un nuevo torero colombiano y, prácticamente, un nuevo ídolo de la afición local.
Es verdad, pues mira, dejo un legado [risas]. El cartel es precioso y me gusta mucho compartir con Román. Desde que debutó en Manizales ya le cogieron cariño, porque es un torero que se entrega con la misma sinceridad que lo hace el público de allí. Creo que por eso encaja tan bien en esa afición. Pero, además, es un gran torero y tiene una proyección y un futuro tremendos. Estoy seguro de que es el comienzo de una gran carrera suya en Colombia. Y le damos la alternativa a Juan Sebastián Hernández, que ojalá tenga mucha suerte y se convierta en ese torero que Colombia necesita para volver a estar en el sitio que se merece, en lo más alto.
¿Qué se lleva de todo este tiempo como torero?
Sobre todo, el respeto de la afición y de los profesionales. Es muy difícil que todos los compañeros te respeten y te tengan ese cariño que a mí me tienen. También, creo que he sido un torero que, cuando he estado abajo y cuando he estado en figura, nunca he menospreciado a nadie, jamás he quitado a nadie de un cartel, siempre he intentado mantener una relación cordial con todo el mundo, más allá de que puedas tener mayor o menor empatía con unos que con otros, pero creo que nadie puede decir que he pasado por encima suyo. Eso es algo que está en la persona y por eso me voy contento, me voy feliz de haber conseguido por mis propios méritos lo poco o mucho que haya alcanzado en el toreo. Sobre todo, cuando echas la vista atrás y recuerdas, pues mira, cuando ese invierno me fui a Colombia con una mano adelante y otra atrás, sin tener nada más que deudas, sin ser nada, y gracias al esfuerzo, al no decaer nunca, incluso en momentos malos, que también los he tenido, ves que has cumplido muchas de esas cosas que apenas estaban en tus sueños cuando comenzabas… eso es bonito y me llena de orgullo.
¿Ha pensado en el día después? Cuando ya deje colgado el traje de luces.
Pues… Voy a ser sincero, no lo he pensado. Quiero ir día a día, saborear cada instante que me queda en la profesión… Uno no sabe qué va a pasar mañana y quiero disfrutar del momento. Lo que sí es verdad es que no quiero abandonar lo que es mi vida, el toro. Así que supongo que buscaré seguir relacionado pero esta vez desde otra perspectiva, explorar otra forma para vivir en contacto con un animal y una profesión que me ha dado todo.
Si tuviera la posibilidad de cambiar algo en lo que ha sido su carrera, una cosa, ¿qué sería?
Hombre… no me lo había planteado, pero ahora que lo pienso… Quizá sí cambiaría una cosa, porque pienso que haber matado los toros de Victorino Martín en Madrid llegó demasiado tarde, creo que el momento perfecto para esa corrida en solitario habría sido dos o tres años antes.
Si me llega a decir “haber matado los toros” y lo deja ahí, ¡lo compro!
[Risas] Se me pasó por la cabeza, pero ¿sabes una cosa David? Creo que, a cada persona, a cada torero, le llega el momento cuando le tiene que llegar. Pienso que si a esos toros que cuajé al principio de mi carrera los hubiera matado bien, igual ese triunfo me hubiese pasado factura por no estar lo suficientemente maduro para asumirlo con responsabilidad. Lo que pasa es que, claro, te pones a pensar y han sido muchos toros, sobre todo en plazas como Sevilla y Madrid, sobre todo en Las Ventas, que he pinchado y que eran de Puerta Grande, seguro. Es triste, pero a la vez siempre intento sacar las cosas positivas de todo y creo que ningún toro importante se me fue sin torear y eso también es algo valioso, otra cosa era que lo matara bien o no lo matara, pero lo cuajaba seguro. Pero ¿tu sabes las cosas que se te pasan por la mente en ese momento? En esos cinco o seis segundos que te toma ir del tercio a la barrera para coger la espada se te pasa la vida entera por la cabeza…
A Pepe Cáceres le cambiaba el gesto…
¡Sí, sí! Me dijeron que en algunas plazas le llegaban a tirar pistolas de juguete justo antes de coger la espada. ¡Qué guasa!
¿Se queda con algún recuerdo especial de Colombia?
¡Muchos! Cuando estuve anunciado por primera vez en la feria de Medellín, con la placita vieja, que era preciosa. Me hizo mucha ilusión porque, de estar como aficionado en el tendido, viendo a las figuras toreando y pensando “¿me veré algún día yo toreando aquí?” y al paso de cuatro años me vi en el ruedo, recuerdo que me emocioné muchísimo. Además, eso me abrió las puertas de todas las ferias en Colombia. Tampoco se me olvida el año 2011, que fue pletórico, porque corté cuatro orejas en Manizales, salí triunfador en Bogotá e indulté un toro de Ernesto Gutiérrez en Medellín.
En Manizales entró por un festival...
Sí, fue mi primer año en la feria, maté la corrida de Juan Bernardo Caicedo y estuve a punto de cortarle una oreja a un toro, aunque, para variar, lo pinché… Pero a los dos días era el festival y le formé un lío al novillo de Miguel Gutiérrez y esa faena fue la que me permitió entrar en el corazón de los aficionados de allí. Me acuerdo de que, ese día, había compañeros, como Matías Tejela, que celebraron ese triunfo como si fuese de ellos en el hotel.
Parece que, en Colombia, los toreros son más compañeros que en otras plazas...
Sí, te lo iba a comentar. No sé por qué, pero, a lo mejor, la tensión de la temporada en España, el hecho de viajar prácticamente el mismo día que se torea de un lugar a otro, como que te impide tener momentos como los que tenemos en Colombia, donde prácticamente estamos todos en el mismo hotel, pasamos muchos días juntos y vivimos un compañerismo completamente distinto, estamos un poco más distendidos y creo que eso también se nota en la plaza. Además, se dan esas tertulias taurinas que en España prácticamente se han perdido y si es compartiendo una buena bandeja paisa, ¡ni te cuento!
¿Le gusta?
¡Me encanta! Lo que pasa es que hay que tener hambre para comérsela. Tú sabes lo que es un día de campo, después de tentar, que te sientas a la mesa con ese choricito criollo a la brasa, esos frijoles, el arroz, esa carne tan deliciosa que tienen allí, su chicharrón y el aguacate, que no le puede faltar… ¡Eso es gloria bendita! Algunas veces veo a compañeros allí que se piden una hamburguesa y no me lo creo, con lo bueno que está todo… ¿Cómo no hablar bien de Colombia? Si es empezar a recordar cosas, lo bien que me lo paso allí y lo bien que me han tratado siempre. Tendré que volver a visitar a los amigos para que no me gane la nostalgia.
Puede que se despida como matador en activo, pero siempre quedará el festival y no parece una mala excusa para volver.
Oye, no es mala idea. A ver si a Juan Carlos Gómez le gusta [risas]. Lo que está claro es que siempre volveré a Colombia, le debo gratitud eterna.
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