Karol Ramírez Betancur
LA PATRIA | MANIZALES
Bety Valencia Londoño entra a la basílica menor La Inmaculada Concepción en Manizales, le brillan los ojos seguidos de una sonrisa, al recorrer los 14 pasos del viacrucis. Repite “es único” y saluda a Jhon Ospina Loaiza, el restaurador que trabajó para su conservación.
Un restaurador de arte religioso se familiariza de forma íntima con las obras que recrean escenas de la Biblia, medita la narración e intenta comprender la intención inicial del artista, que en la mayoría de los casos es anónimo o ya murió. Su trabajo es devolver el impacto que tuvieron las imágenes o monumentos años atrás.
En las iglesias conviven figuras a quienes los fieles les confían sus más profundos deseos y sufrimientos. Además, sirven de museos vivos para estas obras de arte, la razón de ser de los restauradores como Jhon Ospina. Este maestro en artes plásticas nació en Pensilvania (Caldas). De sus 37 años, 14 los ha dedicado a este oficio.
Es posible asemejar la obra de los restauradores con la historia de San José, quien abandonó todo protagonismo para consagrarse a su hijo y a sus cuidados. Un carpintero de esta categoría abandona la idea de una obra de arte propia para dedicarse al cuidado del patrimonio de una fe.
“He sido cercano a la iglesia. Fui seminarista y desde mis estudios en arte me enfoqué en el arte religioso. Aparte de eso, soy consciente y me conmueve el amor de una comunidad por estas imágenes. La riqueza cultural y patrimonial que tenemos es única”, dice Jhon.
Bety Valencia cuenta que ha recorrido iglesias del mundo y nunca había visto un viacrucis como el de la iglesia de la Inmaculada Concepción. Destaca sus relieves, su anatomía y expresión de los personajes.
La obra la componen 14 estaciones o pasos de meditación del camino de Jesús al calvario, donde muere crucificado. Está presente en todas las iglesias católicas de diferentes tamaños y estilos.
El de la Inmaculada fue fabricado en París por la casa Le Statue Religieuse Carton Romain, creadores de gran parte del patrimonio religioso europeo que reposa en los principales templos de Medellín, Bogotá, Popayán, Manizales, entre otras ciudades.
Este viacrucis llegó a la basílica menor hace cerca de 100 años. El párroco Sigifredo Ortiz Arias cuenta que esta obra estuvo por lo menos 30 años guardada. Ahora está exhibida en la iglesia desde el 2010. Para él y su comunidad representa un orgullo, motivo que lo llevó a llamar a Jhon Loaiza para su restauración.
Según la observación que realizó Jhon, el viacrucis está hecho a base de yeso escayola horneado, material que hace las piezas muy pesadas. Mide 1.20 x 1.70 y para mover una de ellas es necesario mínimo cuatro personas.
“Esta obra tuvo maquillaje no repinte y esto fue una ventaja. Las figuras con intervenciones hechas sin estudio se da en muchos casos y perjudica las obras. En la Inmaculada estaban casi originales”, destaca John.
Antes de la restauración, se realiza un estudio de la obra: qué piezas son, en qué estado están, cómo fueron elaboradas y cómo se intervendrá.
La limpieza y la elección de la paleta de colores se hace conservando la originalidad de las piezas. “No se se trata de sobreponer pintura, se debe respetar al máximo la originalidad por la antigüedad que tienen y por lo que representan”, aclara Jhon.
El estudio teológico de la escena, es decir lo que dice la Biblia, debe estar en la imagen. Esto lo tiene en cuenta tanto el artista original como el restaurador. Hay detalles característicos, disponibilidad de personajes y de lugar que determinan la originalidad, pues antiguamente un artista para crear imágenes religiosas debía estar avalado por el Vaticano y cumplir estos parámetros.
Las esculturas religiosas, al parecer, se hicieron cuando pocas personas podían leer y por medio de imágenes se buscaba que todos entendieran el mensaje de la Biblia. Por esta razón eran llamadas el Evangelio de piedra.
Para Jhon los más importante es guardar fidelidad al origen de la obra, que la pieza quede bella a la contemplación de los espectadores. “Las imágenes religiosas que tienen algo que se llama hieratismo religioso, que es el detalle, o la solemnidad que permite que la persona que la ve le transmita algo, por ejemplo, si yo miro el Cristo debe transmitirme el dolor de Él. Es decir, que mueva algo en el interior de la gente”, explica.
Jhon destaca que entre las piezas de este viacrucis, su último trabajo, el paso de Jesús despojado de sus vestiduras encierra un juego de personajes completo. Tiene movimiento, armonía, anatomía como la fuerza en los músculos, los vestidos con los pliegues perfectos y relieves de hasta 10 centímetros. Según él, esto es prueba de la destreza del artista anónimo que las creó.
“Este viacrucis representa un orgullo y un reto para mí. Esta basílica menor es una consentida en Manizales y la comunidad es muy apasionada, se emociona al ver la restauración y hay a quienes se les aguan los ojos y uno se da cuenta de la responsabilidad que tiene”, confiesa Jhon.
Farid Camilo Castaño, ayudante del restaurador, aplica detalles de laminilla de oro a una estación del viacrucis.
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