DIEGO SALGADO
LA PATRIA | MANIZALES
¿Se acuerda de Tuerquita?, uno de los payasos del programa de televisión Animalandia, que junto a su papá, Pernito; y su hermano, Bebé, divirtió a grandes y chicos con sus travesuras y ocurrencias en los años 70 y 80.
Esta semana estuvo en Aranzazu, Caldas, donde contó la verdadera historia de vida, que estuvo rodeada de hechos buenos como la fama y el dinero, pero que también lo condenaron al infierno de la droga y el bajo mundo, hasta ahora que dice gozar de una nueva vida en Cristo, como él mismo lo afirma.
Su experiencia ya la oyeron en Bogotá, Nariño, Putumayo, Cauca, Antioquia y Venezuela.
Alberto Noya Sanmartín, nombre real del payasito, es el único sobreviviente de los personajes de Animalandia, en el que el animador era Fernando González Pacheco.
A finales de los 50 llegó con Pernito y Bebé, procedente de su natal Chile. Desde muy niño quiso ser como su padre: un payaso famoso. Por eso, a los siete años, su infantil rostro conoció el maquillaje de colores y recibió el remoquete que ahora tiene.
Historia
Desde ese momento, el pequeño payaso no conoció más los juegos infantiles y los amigos, pues la fama empezó a tocar las puertas con contratos y mucho dinero, pero a la vez el desorden personal y las grandes tentaciones invadieron a ese inocente ser.
Con escasos siete años empezó a fumar cigarrillo y rápidamente probó la marihuana, droga que ofrecieron quienes decían ser sus amigos en el barrio Teusaquillo de Bogotá, lugar en que vivía y donde empezó a enterrar su vida, como reconoce con sorna.
Cuando tenía 10 años se inauguró el canal 9 Teletigre y trabajó en el programa El Club del Zorro, con su padre. A esa misma edad se emborrachaba y probó la cocaína. A los 15 años de edad ya corría riesgops innecesarios y las autoridades lo encontraron con droga y lo llevaron a la cárcel distrital, donde estuvo 6 meses recluido.
De este hecho se enteró toda Colombia por los medios de comunicación y por tal motivo se convirtió en la vergüenza de la familia Noya.
Desorden
A los 17 años llegó Animalandia, donde conformó el famoso tridente de Pernito, Bebé y Tuerquita, que le hacía todo tipo de patrañas a Pacheco con tal de hacer gozar a los niños que asistían al estudio de grabación y a miles de televidentes que los observaban, en directo, en las mañanas de los domingos.
Con ese programa, que duró 15 años al aire, se disparó aún más su fama y los contratos llovieron, hasta el punto que llegó a ser animar de fiestas de famosos narcos de esas épocas, en diferentes departamentos del país.
Con todas esas celebraciones y la lluvia de dólares se incrementó el desorden personal: consumo de drogas, licor y decenas de mujeres, "nos trataban como reyes", recuerda con nostalgia.
Pero, a los 18 años, Tuerquita cayó a la Cárcel Modelo de Bogotá, donde estuvo otros seis meses y le tocó compartir celda con varios hampones peligrosos. Incluso, casi lo violan. "Dios no quiso, gracias a la intervención de un empresario que se encontraba también allí recluido, y que conocía a mi papá, me salvé".
Lo despidieron de Animalandia, la gente le dio la espalda y su papá lo desconocía como hijo. Sin amigos y sin trabajo, se fue a vivir a la Calle del Cartucho en Bogotá. Allí estuvo 8 años, conoció lo más cercano al infierno, donde las comodidades, los banquetes, trajes finos, las bellas mujeres y el dinero eran solo un recuerdo entre humos.
Allí tenía que meter las manos a la basura para buscar algo de comer, así fuera llena de gusanos. Duró hasta dos años sin bañarse y convivió con piojos, mugre y personas con todo tipo de enfermedades.
En ese infierno del cartucho conoció muchas personas llevadas por las drogas, entre ellos artistas, profesionales de varias áreas, políticos y gente importante de todas las regiones del país, incluso del exterior.
“En el Cartucho, la gran mayoría consumía bazuco, la peor de todas las drogas. Nos convertía en muertos vivientes, en pordioseros".
A escapar
Un día le dieron una bomba (100 papeletas) de bazuco para que la vendiera, no la comercializó, si no que se la fumó en su totalidad y el dueño de la droga dio la orden de que lo mataran. Advertido por otros habitantes de calle, se fue a vivir al Parque de Bolívar de Bogotá y durmió en unos huecos que hay a un costado, solo tapado con cartones y plásticos.
Acosado por el deseo de consumir, fue en busca de bazuco y se encontró con Miguelito, otro habitante de calle al que le habían pagado para que lo asesinara.. Tuerquita le rogó que no lo hiciera, pero sus súplicas fueron en vano, recibió cuatro puñaladas en diferentes partes del cuerpo y cayó al suelo.
Rogó ayuda de sus amigos, pero nadie lo auxiliaba
"Me sentía morir, pero en ese instante vi una luz brillante. Era Jesucristo, le imploré que no me dejara morir, que me diera otra oportunidad. No sé cómo me arrastré hasta el CAI más cercano y de allí me llevaron a un hospital. Los médicos llamaron a mi papá para que autorizara un procedimiento, pero lo negó. Sin embargo, nuevamente Jesucristo se hizo presente y me salvó de la muerte".
Luego de eso decidió cambiar. Ingresó a centros de rehabilitación y en esos procesos de recaídas y vueltas conoció a Gerardo Cardona, un hijo de Aranzazu residente en Bogotá, que con un grupo de personas trata de rescatar a quienes son aprisionados por el flagelo de las drogas.
Ahora Tuerquita se considera el hombre más feliz del mundo, tiene esposa (Ledith Salazar Rueda) y tres hijos: Josúe David, Andrés Felipe y Yulieth Marcela, que son su gran orgullo y motivo para vivir. Por eso comparte su historia de vida, porque no quiere que nadie más sufra lo que él; y a quienes han caído en las drogas los anima para salir adelante. Porque sí se puede.
Dos datos
1. En la Cárcel La Modelo se encontró a Miguelito, el que lo apuñaló. Se abrazaron, lloraron y lo perdoné.
2. Asegura que tiene, en Manizales, una hija que no conoce.
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