Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA|Manizales
José Jaramillo Mejía es un enjuto Sancho Panza o, si lo prefiere, un alegre Quijote. Tiene la figura de un ingenioso Hidalgo, pero el verbo fácil del escudero fiel.
Así como es, así, como habla, así escribe. Lo volvió a hacer, ahora en un libro mucho más autobiográfico que anteriores, redactado en el mismo tono de sus columnas, el de quien echa un cuento a unos amigos en cualquier café.
Las trochas de la memoria - Historias de la segunda colonización antioqueña es la vida de sus ancestros, que abrieron camino para hacer fortuna, y de sus congéneres, que fueron parte del cambio, a medias, de ese país rural al urbano. Todo contado con "memoria de bobo", como dice con su buen humor, porque como cuentero que es, sabe que el mejor material para el cuento es el del propio autor, así no tiene que defenderse de otros.
Es la historia de las familias Jaramillo-Guzmán y Mejía-Palacio, la misma de cientos de familias del Gran Caldas, el norte del Tolima o el norte del Valle del Cauca, cuyos orígenes se encuentran más o menos narrados de la misma manera. La Tebaida, Circasia, Armenia, Manizales y Pensilvania, entre otros, pasan por estas páginas.
A José Jaramillo le hemos leído muchas anécdotas y se ha convertido en el biógrafo por excelencia de los patricios manizaleños, es el escogido por varias familias para que cuente las cuitas de sus memorias. Este libro es otra cosa, es su historia: amable, divertida, crítica con el país.
De familia
- Don José, ¿usted se cansó de contar las historias de los otros, que ahora cuenta los chismes de la familia?
La génesis de ese libro es la siguiente: mis tíos, mi mamá y mi abuela eran muy buenos conversadores y muy graciosos. Desde que yo estaba chiquito, en las reuniones de familia se ponían a contar cómo vivían en Antioquia, ¡en una pobreza!, pero con unos tintes de dignidad impresionantes. Mire no más la foto de la portada: la elegancia de mis papás cuando se casaron hace 92 años. Y como yo tengo tan buena memoria, entonces me decía que tenía que escribir todo eso. Es la historia de la familia, pero eso cámbiele el apellido y es el mismo cuento. Empecé a darle y, por supuesto, alrededor de eso hay mucha historia patria: Las secuelas de las guerras civiles, la violencia política, los famosos burilas y los colonos, también el poder de los curas párrocos. Eso se llama Las trochas de la memoria, porque es de memoria.
- ¿Y cómo es ese cuento de la memoria de bobo?
Juan Gossaín dijo alguna vez que él tenía memoria de bobo, y a mí me llamó la atención. Con frecuencia les decía a los periodistas: ojo, con la memoria del director no se juega. En Circasia había un bobo de esos que hacían mandados y ayudaban a arreglar las casas, y que cuando llegaba un forastero se le paraban al pie y se volvían su guía, le decían en dónde vivía todo el mundo, ese que hacía los mandados a todo el mundo. No sabía leer, ni escribir ni tenía libreta, pero no se le olvidaba nada.
- Hay una foto suya al lado de Jorge Eliécer Gaitán. ¿Cómo lo marcó haber conocido a Gaitán?
Como uno chiquito es tan embelequero y tan novelero, que Gaitán fuera a ir a Circasia era una novedad. Gaitán no caía muy bien, a mi papá no le gustaba por revoltoso, decía. Pero cuando llegó y nadie le quería prestar un balcón para que hablara, entonces dijo: cómo es que viene un personaje de estos y no va a tener un balcón. Bien pueda que hable desde mi casa. Entonces mi papá se fue para la última pieza a hacer malacara, pero yo me lo disfruté mucho. Era pegado al pie. Tenía por ahí siete años. Cuando arrancó para el cementerio me le pegué. No me le perdí nada.
- Este es un libro de la familia, pero también de muchos amigos de la época. ¿Por qué?
Mire, es que hubo una época en que empezó la gente a destacarse más que todo por la política y por la plata. Y me puse a pensar, por ejemplo, el doctor Jesús Arango Cano, hijo del fundador de La Tebaida, autor de más de 50 libros de economía y arqueología, nunca fue alcalde ni gobernador, ni diputado, ni nada. ¿Por qué? Porque no era político, era de bajo perfil y de una rectitud impresionante, y eso no cae bien en los círculos políticos. Otro ejemplo, Crótatas Londoño, como lo cuento ahí, su historia es maravillosa: un muchacho que no se quiso ir del pueblo, cuando a su papá lo nombraron en otro, para no perder el año. Y se encontró con don Chepito Duque, que le preguntó: "usted qué está haciendo por ahí, hombre". Y le contó. Y entonces le dijo: "váyase para mi casa". Y allá lo tuvo hasta que terminó el año. El hermano de él, Euclides Londoño, que era consejero de Estado cuando la toma al Palacio de Justicia, fue sastre pantalonero, entonces entre él y un hermano que era contador le mandaban platica a Crótatas para que se educara, y apenas Crótatas terminó y consiguió el primer empleo, el hermano sastre se fue a estudiar y los hermanos le ayudaban. Era gente muy valiosa. El artista Antonio Valencia, en Colombia nadie sabía quién era. Pero era exitosísimo en Alemania, en España y en Italia en donde vivió. La gente se va a buscar la historia en los grandes mandatarios y no sé qué, como ese bobo de Armenia que se fue a comprar un título de Conde a Europa. Y resulta que lo que había era una clase media muy buena, muy honesta, muy creativa y, sobre todo, muy solidaria.
- Ese libro tiene solo cosas buenas. ¿Se guardó las malas?
El objetivo principal era hacerlo y dejarle ese legado a la familia, que está muy contenta. Las cosas malas se disimulan, y qué carajos, eso sería armar una garrotera tremenda.
- Al final, el libro trae un glosario de arcaísmos. ¿Cuál de esas palabrejas es la que a usted más le gusta?
Hay un cuento muy bueno, y es que esos viejos nuestros eran muy paternalistas. En mi casa vivió muchos años una señora que se llamaba Alicia Saavedra. Una vez Alicia le dijo a mi mamá que ella se iba a casar. No se atrevía a decirle a mi papá porque él era muy seco. Entonces mi mamá le dijo a mi papá: "oiga, cómo le parece que Alicia se va a casar". "Cómo así, ¿y con quién?" Y ella le respondió: "yo no sé, con un pangiliento ahí"(carcajadas). ¿Se acuerda que esos trabajadores de las fincas de café eran como amarillosos? Es una terminología maravillosa.
Dónde conseguirlo
De los 300 libros que José Jaramillo editó ya no le quedan sino 40. "Yo digo que soy mejor vendedor que escritor". Las trochas de la memoria también se puede conseguir en la librería Ágora en Palermo en Manizales.
OPCIONAL
Glosario
Acomodado: Persona que tiene bienes o recursos suficientes para vivir.
Adelantar el ganado: Proceso de crecimiento y engorde de los animales.
Alpargatocracia: Figura para referirse a gente sencilla, campesina, que usa alpargatas.
Bien plantado: Apuesto, de buena presencia.
Bizcocho de teja: Torta de maíz y panela, muy alimenticia y durable.
Bruja: Modo despectivo de llamar a una mujer.
Cólico miserere: Fuerte dolor abdominal provocado por una apendicitis aguda.
Chulavita: Policía conservador, oriundo de Boyacá.
Chupe por bruta: Asuma las consecuencias de sus errores.
Chuzo: Tienda o negocio pequeño.
El almuercero: Trago que se toma como aperitivo antes de almorzar.
El que no aspira a peso no llega a real: Se refiere a las aspiraciones de la gente. Un real equivalía a 10 centavos de peso.
Envenenada: Furiosa, de mal genio.
Las faldas asustadas: Expresión del presidente López Michelsen, que se refiere a las mujeres que obedecen a ciegas al cura párroco.
Maquetas: Mal estudiante, maula.
Mica: Bacinilla o vaso de noche.
Ñurido: Persona, fruta o animal poco desarrollados.
Pilar por el afrecho: Cuando se hace un oficio por muy poca paga, como el que trilla maíz para le paguen con las cáscaras.
Quedada: Mujer mayor que no se ha casado.
Revesero: Voluble, cambiante en las relaciones interpersonales.
Una tilde de sal: Una pizca.
Viendo un chispero: Sin saber qué hacer.
Zangareteando: Caminando a brincos, con dificultad.
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