José Jaramillo Mejía
LA PATRIA | Circasia
Alrededor de este monumento, Cementerio Libre de Circasia, y sus orígenes, han surgido versiones que le atribuyen connotaciones políticas o religiosas que son especulaciones ajenas a la realidad, inspiradas, unas en la admiración exultante, otras en prejuicios inoculados por el fanatismo y las más por desconocerse la realidad.
Inspiraciones
La cercanía con la verdad histórica y con personajes que fueron protagonistas de primera línea de esta obra simbólica, son suficientes para destacar los verdaderos objetivos que la inspiraron, que no son otros que el humanismo y la filosofía liberal, que proclaman como ideales para vivir en armonía y con justicia social la libertad, la tolerancia y el amor.
Este monumento, al que se debe llegar con admiración y respeto, se gestó como un acto de rebeldía y se erigió hace casi 100 años, a comienzos del siglo XX, para dejar constancia de que el idealismo, que propende por defender los derechos más sagrados del hombre, es como un faro, que, al tiempo que ilumina y guía a los navegantes, sortea los embates de las tormentas, sin dejar de cumplir su misión orientadora.
Para la época que corresponde a la iniciación de esta obra filantrópica, finales de la segunda década del siglo XX, en Colombia gobernaba la hegemonía conservadora, en armoniosa connivencia con el fanatismo religioso, cuyos representantes rechazaban y perseguían cualquier asomo de política social, al tiempo que extendían su fanatismo a todos los ámbitos de la vida ciudadana, sin ninguna consideración humanitaria, contradiciendo los principios cristianos que representaban.
Uno de los derechos ineluctables afectados era una sepultura digna. Los curas párrocos determinaban quién la merecía, de acuerdo con su condición política, las creencias religiosas que profesaba el difunto, o su irreligiosidad; las condiciones familiares relacionadas con la unión marital, las circunstancias de su muerte, natural o violenta; el ejercicio de oficios señalados como pecaminosos; y hasta la capacidad económica para cubrir los gastos del sepelio. Todo eso, arbitrariamente, cuando los cementerios eran propiedad del Estado, entregados en administración a las parroquias.
A eso se oponían en Circasia familiares y amigos de ciudadanos que habían sido discriminados, especialmente los liberales y los fieles de creencias distintas al catolicismo, algunos de los cuales terminaron sepultados en los patios de sus fincas, porque el clérigo se encargaba de promover el veto en las poblaciones vecinas. La opción que se ofrecía para los difuntos rechazados era el muladar, un terreno faldudo y enmalezado detrás del Cementerio, que era un estigma, más que un sitio digno para el descanso eterno.
Las personas que promovieron la idea de hacer un cementerio laico, donde pudiera ser sepultado cualquiera sin importar su condición social, económica, política, religiosa o las circunstancias de su muerte, para ser iguales “siquiera ante la igualdad de la muerte”, como decían, eran ciudadanos librepensadores, con sentido humanitario, cultura filosófica y espíritu solidario, como vaciados en los moldes de personajes anteriores y posteriores a su época, que sin duda hubieran apoyado la iniciativa, como Jesús de Nazaret, Mahoma, Gandhi, Pedro Claver, Francisco de Asís, Nelson Mandela, Teresa de Calcuta y la madre Laura Montoya, cuya misión se inspiró en servir al prójimo sin discriminaciones.
En conjunto
Ante las motivaciones que alentaban la idea del Cementerio Libre, se aglutinaron voluntades diversas, espontáneas y generosas, desde la donación del lote, el diseño arquitectónico, los materiales, la mano de obra, la letra y la música de un himno y las voces del coro que lo interpretó en la inauguración… Liberales, conservadores, comunistas, masones, católicos, protestantes, luteranos, ateos, ricos y pobres, todos ellos inspirados en la idea de que la libertad, bien supremo de la humanidad; la tolerancia, por excelencia la forma más civilizada para convivir; y el amor, valor espiritual en el que se congregan los sentimientos más nobles, son ideales para una sociedad que aspire a conquistar la felicidad sin exclusiones.
Uno de los gestores de la obra, don Braulio Botero Londoño, cuando sus compañeros en la empresa humanitaria del Cementerio Libre ya eran pasajeros de la eternidad y él superaba los 90 años, decidió que el panteón laico, en un mausoleo acogiera sus restos y los de sus familiares cercanos, y que el imponente monumento y su contenido ideológico se perpetuaran en el tiempo, para lo cual, con recursos propios, creó una fundación con las condiciones económicas, logísticas y jurídicas necesarias para subsistir.
Puesta la idea en ese contexto, estimados amigos, nos encontramos aquí, en el Cementerio Libre de Circasia, frente a un monumento a la Libertad, la Tolerancia y el Amor, inspirador de los más nobles sentimientos, con hondo contenido humanitario y filosófico.
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