LA PATRIA | Manizales
Si algo tiene en especial la fiesta braza es que todo es una suerte. Hay tardes que son para la memoria y otras que se precipitan al olvido por su irrelevancia. La que culminó hace una semana permite sacar interesantes conclusiones.
Los manizaleños son fieles a su fiesta cultural. La tradición de la tauromaquia es el argumento sólido que invita a los locales y a colmar los tendidos cada año para ver carteles que se conforman al estilo de las plazas más prestigiosas de Europa.
La masiva asistencia, desde la novillada con picadores hasta el Mano a mano de cierre, sirvió como un medidor incontrovertible para denotar que la fiesta brava está más viva que siempre, a pesar de todas las argucias políticas y legislativas que han intentado acabar con el espectáculo.
Otra identidad que ya exhibe Manizales es su tendido joven. En él se refleja la frescura de un grupo que ya sobrepasó los mil espectadores menores de 25 años y que busca establecerse como un pulmón. Su comportamiento esta temporada fue ejemplar. Se uniformaron de color blanco una tarde e imprimieron alegría en los festejos. La razón de ser de esta fiesta también está en adaptarse a la renovación y eso lo ha sabido entender Cormanizales.
Esta temporada exigió más. No fue la semana de los trofeos y tampoco de magníficas faenas, pero sí mostró que el público de Manizales demanda de matadores y subalternos completo respeto por las reglas. Por ello es entendible el rechazo que provocó en los asistentes la mediocre actuación de Morante de la Puebla en el Mano a mano y la marrullera actuación de José Garrido con el último de su lote el miércoles. Pero como se exigió, se reconoció lo bueno.
Entre las mejores notas que quedan está el resurgir de toreros de la tierra, como José Arcila, quien demostró cuánto ha aprendido en España, adonde regresa para torear a fin de mes. La afición lo apoyó y él correspondió a esa expectativa. También está el retorno de Ramsés, torero bogotano que llegó a Manizales para demostrar por qué merece estar en esta y otras plazas del país. Su estocada y su arrojo le merecieron las tres orejas con las que la ciudad lo ovacionó.
Aunque hubo cuatro ocasiones de picadores descabalgados, queda para la memoria el buen oficio de los picadores. Esta temporada se logró un uso prudente de la puya, para no ser determinantes en las lidias. En otra nota, quedan registrados grandes pares de banderillas, a pesar de varias cuadras de subalternos desordenadas y otras tanto que no compaginaron con el matador de turno.
Cormanizales demostró una vez más que puede articular buenos carteles. Queda para el estudio de la empresa el examen de más ganaderías para darle diversidad al espectáculo. Es meritorio el intento por congraciar a la afición con las figuras que gustan a tantas personas y de contratar toreros de varias corrientes. Incluso, haber traído forcados portugueses fue un acierto, aunque este espectáculo debe verse con la independencia de la tradición lusitana.
Cerca de 85 mil asistentes tuvo la recién concluida temporada taurina. Asistieron menos personas para el Mano a mano, pero sí mayor concurrencia en la corrida del sábado. El Festival Taurino fue lleno hasta las banderas a pesar de la lluvia.
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