Los principales resultados se conocieron el pasado martes en la inauguración de la X Feria del Libro, que termina hoy, y que se cumple en el Centro Cultural Rogelio Salmona.
El escritor pereirano Rigoberto Gil, de la maestría y el doctorado en Literatura de la UTP, fue el encargado de contar cómo se realizó el proceso y de propiciar una conversación en torno a esta selección. Destacó de entrada un antecedente que llamó memorable, el que se cumplió entre 1983 y 1985, cuando la editorial Oveja Negra publicó la colección Biblioteca de Literatura Colombiana, que incluyó 100 títulos de autores de nuestro país.
106 pesonas respondieron las encuestas entre académicos, estudiantes de literatura, escritores, poetas, historiadores, ensayistas, profesores y lectores.
Recordó que incluso ese antecedente generó polémica en su momento, pues casi no encuentran los 100 y hubo quienes criticaron que llegaron allí autores que no tenían una obra sólida para mostrar. Está seguro de que la polémica no faltará en este listado de 200.
Coincide en esta apreciación Luz Mery Giraldo, la poeta y crítica literaria ibaguereña, quien también estuvo presente en el conversatorio de inauguración de la Feria. A ella le llama la atención que aparecen varias obras entre las 200, que de pronto no han tenido la oportunidad de ser decantadas en el tiempo, para realmente saber si el impacto que tuvieron fue real o no. Pues muchas veces se trata del ruido generado por los medios de comunicación, aupados por las editoriales.
En este sentido, uno de los estudiosos que envió su lista, el profesor de la Universidad del Estado de Nueva York en los Estados Unidos Gustavo Arango, comentó en la respuesta explicó que no incluyó obras y autores, “cuya cercanía en el tiempo y el efecto de la publicidad hacen que sean los primeros que vienen a la mente”.
Todas las listas son caprichosas, tienen que ver con gustos, afinidades, significaciones. Sin embargo, la compliación de 200 títulos, a partir de una amplia participación como esta ayuda al equilibrio, con el que se puede estar de acuerdo o no. La lingüista María Alicia Serna, al adjuntar su selección, lo puso en los siguientes términos: “Es la lista de obras que, como ciudadana colombiana, quisiera que las nuevas generaciones conocieran”.
De esto también habló al enviar su listado, el escritor Fernando Cruz Kronfly: “Mi criterio ha sido el de la calidad y fuerza estética, que es evidentemente subjetivo, no en el sentido caprichoso y arbitrario, sino de valoración escritural. De esta subjetividad así entendida, ningún listado escapa. Cumplo así con la grata tarea de pensar y hacer una selección a mi manera, hermosa tarea que ustedes me impusieron”.
La crítica Luz Mery Giraldo también destacó la importancia de hacer esta clase de trabajos, pues permiten que se reconozcan obras y autores desconocidos, invita a los lectores a buscar esos libros y propicia discusiones necesarias sobre la lieratura colombiana.
Otras personas se excusaron de participar, porque consideraron que era una tarea difícil, excluyente en muchos casos o que requiere de conversaciones más amplias y a varias manos.
Rigoberto Gil explicó que La vorágine pudo ser la ganadora porque los votos de los aficionados a las obras de Gabriel García Márquez se repartieron entre sus distintos libros. No para todos el primero es Cien años de soledad, sino que algunos prefieren otros, aunque hay que mencionar que logró ubicar ocho títulos en la lista definitiva de 200. Jose Eustasio Rivera también ubicó otro texto en los 200, en el puesto 129, su libro de poemas Tierra de promisión.
En los 10 primeros de la lista, el primero en aparecer de Bogotá es Eduardo Zalamea. Según Gil, si este listado se convoca en otra parte del país es posible que los resultados varíen un poco.
Lea la lista que hoy le ofrecemos y haga la suya, compare, revise qué le falta por leer y anímese a conocer más de la literatura colombiana y de sus autores.
La vorágine
Se trata de una novela de 1924, en la que con una prosa poética, el colombiano José Eustasio Rivera narra la vida de Arturo Cova y de su amante, Alicia, en una zona que se ubica entre los Llanos y la selva amazónica colombiana, a donde llega esta pareja que huye de la exposición social.
En ese viaje se encuentran con las dificultades típicas de personas del campo que viven en territorios agrestes que están colonizando, así como se describe la esclavitud de la que son víctimas los indígenas de esa región.
Esta obra para algunos marca con otras el comienzo del modernismo latinoamericano en la literatura, aunque sigue teniendo atavismos al romanticismo, por sus descripciones bucólicas.
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