GEOVANNY MARTÍNEZ
LA PATRIA | MANIZALES
La hermana Emma Toro Echavarría vive en Manizales. En 1948, a los 19 años, conoció a la que, para muchos en esa época, ya era un ángel sin alas en la tierra. "Gabriela, mi hermana mayor, me dijo: 'camine, esa mujer es una santa, usted la tiene que conocer". Así fue su primer y único encuentro con la religiosa que esta madrugada fue canonizada como la primera santa colombiana.
"La conocí en Belencito (Medellín) y era tan robusta que no cabía en la silla ni en la cama. Ya estaba frustradita, pero consciente. Me acuerdo que me dijo: 'oiga, Emmita, véngase para acá de misionera'. Entonces le contesté: 'madre Laura, yo me formé con hermanas de La Presentación en Envigado, a mí me gusta esa comunidad y estoy decidida a ingresar allá'. De inmediato me dio la bendición".
Laura Montoya Upegui, la primera santa canonizada durante el pontificado del papa Francisco, ceremonia que se efectuó esta madrugada en Roma, nació en Jericó (Antioquia) en 1874, rompió con todos los convencionalismos de la época abriéndole un espacio a la mujer colombiana, permitiéndole realizar tareas que hasta entonces estaban reservadas para los hombres, luchando por conseguir una equidad para las comunidades indígenas y afrocolombianas. Murió en Medellín en 1949.
Actualmente las misioneras de la congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, que ella fundó, se encuentran en 21 países de América, Europa y África.
Recibió en 1953 el decreto de alabanza; en 1964 se inició la causa de su beatificación y en 1973 fue declarada sierva de Dios, que quiere decir que el Vaticano está dispuesto a empezar el proceso de canonización porque considera que el postulado murió en olor de santidad. En 1991 fue declarada venerable, porque se comprobó que llevó una vida santa y cumplió con virtudes heroicas, como la fe, la humildad y la caridad. En 2004 la declararon beata tras haberse conocido un milagro obrado por intercesión suya. Y finalmente, en diciembre del año pasado se completaron los requerimientos para su declaración como santa.
Emma continúa con su relato mientras muestra un dije con la imagen de la madre Laura, su prima segunda. Su abuela, Pachita Upegui Echavarría, era hermana de Dolores, la mamá de Laura.
"Yo la vi y me encontré ese rostro de paz, de bondad, era una alma de Dios, y como ella sacaba una revista que se llamaba Almas, donde publicaba todas las misiones, me regaló una edición para que me enterara de su labor porque realmente era una misionera... Es un privilegio tener una santa en la familia".
Ella no es la única familiar de la santa en Manizales. La hermana Amparo Meza Upegui, exdirectora de Obras Sociales Betania, también es prima segunda de la madre Laura. Al igual que Emma la conoció en Belencito, gracias a que su abuelo, Eduardo Upegui Gaviria, era primo hermano de la beata. Ella vivió con él en una finca de Amalfi (Antioquia), después de que asesinaron a su padre.
"Mi abuelo sacaba a pasear a sus nietos todos los domingos. El destino siempre era el convento de Laurita, como la llamaba él. Recuerdo que todos la admiraban porque defendía a los indígenas enfrentándose a sacerdotes y políticos. Estaba muy gorda y cuando se subía a los carros, gritaba: '¡empujen, muchachos, empujen!'", cuenta Amparo riéndose.
Luis Bernardo Gómez Upegui, cófrade mayor del desfile de la Virgen de la Macarena, cuenta que su mamá Carola era prima segunda de la hermana Laura, así que viene siendo primo tercero, aunque él contesta: "pariente, dejémoslo ahí, porque dirán que uno está buscando parentescos personales muy importantes". También están en Manizales los primos Upegui Latorre, hijos de Hernando Upegui Sánchez y su esposa Libia Latorre.
Luis Bernardo es un apasionado por la vida de la beata, y asegura que siempre escuchó de su mamá y sus tías cuando iba a Medellín a visitar a la familia que decían: "Laurita cualquier día va a ser santa".
"Ella tenía ideas de igualdad social, pensaba siempre en un futuro y es una sorpresa que Laurita, como nosotros le oíamos mencionar a nuestros antepasados, sea canonizada nada menos que por un papa que ha buscado la misión y que es Latinoamericano... Son los caminos de Dios", expresa.
Relata que la primera misión que cumplió la santa fue en Guapá (Chocó). Acompañada de unas amigas fue a visitar a los indígenas, hizo 300 vestidos de mujer y pantalones, porque pensaba que estaban aguantando frío. Les entregaron los pantalones a los hombres y las faldas, a las mujeres, pero los indios les quitaron las faldas a las indias y ahí comenzó su trabajo con ellos. Dice que siempre quiso ser Carmelita, pero no tuvo la oportunidad de ingresar a esa comunidad. Fundó en Medellín, con su prima Leonor Echavarría, el colegio María Inmaculada, época en la que empezó a ser calumniada, pero siempre oraba y perdonaba a sus detractores. En su defensa salió el escritor Tomás Carrasquilla, quien escribió un poema en honor a ella, y junto a una familia Ramírez, que sus hijas fueron alumnas de la beata, hicieron una campaña para reivindicar su nombre, el cual hoy y en el futuro se invocará para pedir el milagrito.
En la Congregación para la Causas de los Santos, con sede en Roma, ya se están adelantando los procesos de cerca de 20 colombianos, entre ellos dos caldenses.
* Esteban Maya, de Pácora, que fue asesinado junto a siete novicios más mientras adelantaba una misión médica en la la Guerra Civil española. Por su valor y entrega incondicional durante la persecución contra la Iglesia Católica, el Vaticano lo exoneró del requisito de haber realizado un milagro para convertirlo en beato. Hoy junto a los seis jóvenes más es conocido como uno de los siete mártires de la comunidad religiosa San Juan de Dios.
* En Manizales abogan para que el padre Luis María Zuluaga, que falleció en 1982, sea un santo reconocido en los altares. Él nació en Filadelfia y la mayoría de su sacerdocio lo ejerció en Manizales. El proceso empezó a inicios del 2011. Falta que sea venerable y beato antes de llegar a la santidad.
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