Merit Montiel Lugo
COLPRENSA | LA PATRIA | CALI
Una persona “sí puede morir de amor”. La afirmación la hace el médico Santiago Rojas en su nueva obra ‘Alíviate el corazón roto’, que presentará el próximo domingo en la Feria del Libro de Bogotá.
El reconocido especialista en cuidados paliativos oncológicos y experto en homeopatía y esencias florales, con base en investigaciones de científicos del mundo y de su experiencia de 20 años ayudando a personas a superar duelos afectivos, brinda en su texto una serie de estrategias para que afectados por un mal de amor logren salir victoriosos de la ‘tusa’.
El médico Rojas accedió a compartir con El País varios de los conceptos y de las tácticas que plantea en su libro para ayudar a sanar un ‘corazón partío’.
-¿Puede explicar a grandes rasgos las tres principales tareas que propone en su libro para sanar el corazón?
Aceptar la pérdida, expresando los sentimientos de manera auténtica y natural, aprendiendo a vivir sin la otra persona y volviéndose a motivar por la vida. Esas son las tareas en todos los duelos. Pero además hay que aquietar al corazón, que es no relacionarse con quien nos activa el corazón: la expareja, cortando todo tipo de vínculo de manera real a nivel de la comunicación, a nivel de los recuerdos, no estar todo el día regodeándose en las fotos, en las cartas, en los objetos personales, metiéndose en Facebook, buscándola directamente o a través de terceros, así lo que hace es remover y causar más dolor.
Y hay que nutrir el corazón a través del afecto a uno mismo y el afecto de los demás, aceptando el apoyo de los amigos, de los familiares, de los profesionales y fortalecer la autoestima vistiéndose bien, poniéndose esbelto, bonito, cuidando su salud.
-Ilústrenos sobre el concepto del amor como medicina milagrosa. ¿Por qué dice usted que no sentirse amado puede ser tan tóxico como fumar o comer altas cantidades de grasas saturadas?
No sentirse amado es tan tóxico para nuestro cuerpo como comer grasa saturada, fumar o no hacer ejercicios, o sea que el cuerpo procesa esa emoción como una sensación de abandono de todo nuestro autocuidado y lo vive como una afectación absolutamente tóxica, por eso necesitamos una dieta afectiva sana.
-¿Entonces es posible morir de amor?
Sí. Un colega que me ayuda con ese capítulo enseña que sí es posible morir de amor por tres mecanismos: uno, que es una depresión que induce a una actitud autodestructiva; otro mecanismo que es una agravación de una enfermedad latente por una inmunosupresión y tercero, por el síndrome del infarto que se simula: pacientes pueden morir después de una pérdida afectiva, puede llegar a ser mortal en un porcentaje pequeño de pacientes.
-Aceptar el dolor y reconocer que el otro no es de mi propiedad son pasos que sugiere pero que son muy difíciles
Cuando no se acepta que se perdió y se queda en esa búsqueda desesperada por encontrar a la expareja, lo único que se hace es posponer el dolor y pueden pasar cinco o 10 años y la persona no pasa el duelo. Si acepta que perdió, el dolor va a ser oscuro durante tres a seis semanas, luego claro y sanador.
-Sostiene que un plazo prudencial de un duelo es de seis meses, que luego de este tiempo ya es patológico. ¿Pero no importa el tiempo de la relación?
El tiempo de dolor está en ese lapso de tiempo, no mayor de seis meses si hace bien las tareas. La época de dolor y de sufrimiento no puede pasar más de seis meses así se haya convivido 30 años. Si se sabe elaborar el duelo y se acompaña, la sensación de dolor es inmensa aproximadamente entre las tres semanas y los seis meses. La reelaboración de la vida puede durar uno o dos años, pero la ruptura, la reconciliación con uno mismo, el recomponer el dolor, el transformar su vida no debe salir antes de seis meses.
-¿Por qué es tan insistente en que el afectado no guarde la esperanza de una reconciliación? ¿Cuándo se puede determinar que la relación no va más?
La esperanza guardada en una relación terminada pospone la elaboración del duelo. Lo ideal es que se elabore el duelo. Si a uno lo han echado, maltratado, herido, agredido de cualquier forma, verbal, explícita o tácita, no vale la pena seguir insistiendo en una relación. Y hay que tener en cuenta que una cosa es una crisis y otra es acabar una relación. El libro lo dedico no a solucionar problemas de pareja, sino a solucionar duelos, así que yo doy por hecho que la persona acabó la relación o el otro le terminó.
-¿El dicho que reza que ‘un clavo saca a otro clavo’ está mandado a recoger?
Por supuesto que es un error. Eso es posible cuando ya uno terminó la tarea del duelo. Los hombres cometemos ese error permanentemente: buscamos en los brazos de varias personas los brazos de la mujer que no hemos logrado dejar del todo en el proceso de reconstrucción de nuestra vida en el duelo.
-¿La recuperación es más difícil para un género en particular?
Los hombres y las mujeres amamos diferente y nos recuperamos diferente. Pero todo depende de lo que hemos sentido e invertido en la relación. Hay una hipótesis que no está del todo avalada por la ciencia, pero se dice que la mujer elabora mejor las pérdidas, se tarda más, pero lo hace mejor. Porque las relaciones las vive como algo interno. La mujer cuando pierde siente que algo de su estructura interna se le pierde, su sustento afectivo, a veces económico, por supuesto, pero necesariamente afectivo. El hombre pierde las relaciones como si perdiera algo de su mundo externo, como que pierde un brazo, una pierna y lo puede recuperar, en teoría, más fácil. Pero cuando una pérdida es mucho más profunda para un hombre le cuesta mucho elaborarla.
-Aconseja escribir durante el duelo todo los sentimientos que afloran en un papel y luego quemarlo, ¿esto a qué conduce?
Las emociones son como el calor del fuego de la olla a presión que uno tiene que ponerlas afuera, sino lo hace, uno quema el caldo de la vida, en este caso, el cuerpo, y se enferma. Poderlo poner afuera es una liberación de la tensión. No matizar todo con frases como no fue tan grave, no me dolió, no fue importante. Si dice estoy destrozado, me duele, qué rabia, lo odio, lo amo, no sé qué me pasa, todos esos sentimientos escribirlos y ponerlos afuera. Es una manera de decantarlos, una estrategia que quita muchísimo dolor: Escribir y quemar, escribir y quemar. No hay que mostrarle a nadie, solo es para liberar.
-Dice que no hay que desprenderse de la totalidad de objetos del otro. ¿Por qué?
Hay que quitar lo que tiene mucha influencia para uno de lo que el otro le regaló o de lo que compartió con el otro. Vamos a poner un ejemplo: se separó una pareja, uno de ellos se queda viviendo en la casa que compartió con el otro. Vender la cama, los cubrelechos, todo, es muy complicado. Pero uno puede cambiar la dirección del cuarto, mover cosas, bañarse en otro baño. Porque la memoria es asociativa, pero uno no puede deshacerse de todo porque hay muchas cosas que no tiene, no es destruir todo, pero sí sacar lo que es esencial para que no tenga la presencia permanente del otro en la vida.
-¿Y qué se logra perdonando?
La rabia es lo que más ata, el perdón es lo que más libera. Si uno perdona no es porque el otro se lo merezca, puede ser un miserable realmente, sino porque no quiere quedarse con ese sentimiento. Si uno perdona se quita el sentimiento destructor.
-Cuando existen hijos, ¿qué se debe tener en cuenta?
Básicamente el escenario ideal es considerar que los hijos van a tener un mismo hogar en dos casas y que los vínculos entre los padres van a ser como lo que son, compañeros de causa en la crianza.
-El ritual de colocar papeles en sitios de la casa agradeciendo lo que uno tiene, ¿cómo ayuda?
Generalmente cuando uno pierde algo siempre tiene la mente ocupada en lo que perdió y no recuerda la gran cantidad de cosas buenas que tiene y no agradece. Cuando uno las resalta minimiza la pérdida y la contextualiza en un ambiente de muchas ganancias, como una pérdida real, pero mucho menos grande de que lo que uno piensa.
-¿Cómo reconocer que el corazón ya ha sanado?
Cuando podemos disfrutar, gozar las cosas sencillas, disfrutarnos a nosotros mismos, ver que podemos volver a sentir un gozo por otra persona sin tener que estar recordando a la anterior. No es olvidar. Uno nunca olvida. No es borrón y cuenta nueva. Es poder decir sí, ya pasé la hoja, empezaré una nueva página.
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