
LA PATRIA | MANIZALES
La historia empezó por una pequeña exageración. Un familiar, queriendo hacerle un homenaje, comentó que el sacerdote Abel Odelio Franco, oriundo de Marulanda y radicado en Manizales, iba a cumplir mañana 100 años, y ¡aún ejercía!
Lo último es cierto, lo otro no. Tampoco importa. Monseñor Gonzalo Restrepo, arzobispo de Manizales, confirmó que se trata del sacerdote de más edad que aún trabaja en la obra de Dios. Según la cédula, cumple 93 años, aunque sus familiares aún dudan: "es que él se quita años, y como la cédula se sacaba en esa época cuando uno ya estaba grande, puede que le hayan quitado edad". Además, se conserva, no tiene tantas arrugas como se esperaría.
El pasado viernes estuvo muy puntual, como siempre, en la casa de reposo de las religiosas de La Presentación, en Chipre. A las 9:00 de la mañana inició la eucaristía y dio la bendición final a las 9:25, preciso. Es el capellán de la casa desde hace 10 años, va de lunes a domingo, aunque este día un poco más tarde, porque antes celebra la misa en el templo de Nuestra Señora del Rosario, en el mismo barrio.
La sobrina con quien vive, Ivana Sofía Franco, aseguró que el sacerdote no habla mucho. "Es analítico con todo, y muy reservado". Ese día, sin embargo, se abrió como un libro de par en par.
- ¿Y cómo ha hecho para mantenerse activo a estas alturas del camino?
- He sido sano toda la vida -respondió acomodándose en una silla-. Hice mucho deporte hasta los 50 años, en fútbol y basquetbol... mire, lo que más lo conserva a uno es la tranquilidad de conciencia, no tener rencor con nadie.
Sobre un pequeño armario de su cuarto está la foto de su papá. "Como él vendía LA PATRIA en Marulanda, de niño me volví voceador del periódico". Al tiempo emprendió una aventura que lo convertiría en voceador de otras noticias.
"Los hermanos maristas, dueños en Manizales del Colegio de Cristo, iban a los pueblos a recoger vocaciones. Llegaron a Marulanda y nos dijeron que íbamos a estudiar muy bueno en Popayán, y me fui. Además, los papás de esa época querían tener un hijo sacerdote o una hija monja". Se fue en caballo hasta Aranzazu, en cable hasta Manizales y en ferrocarril hasta la capital del Cauca, al suroccidente de Colombia.
Antes de cumplir los 20 años dio el primer sí, que son los votos temporales de obediencia, castidad y pobreza. "Con la oración y la formación que recibía, fui sacando gusto por mi vocación y la enseñanza". Luego empezó a dar clases en colegios de la comunidad religiosa, pues su misión era educar a niños y jóvenes desde los valores cristianos. Estuvo en Cali, Pasto, Popayán, Itagüí, Bogotá y Manizales, donde aprendió una lección de por vida.
"¿Cómo es que se llama? -trataba de recordar mientras se tocaba el mentón-. ¡Ah!, Mario Humberto Gómez Upegui, que fue un reconocido político conservador y un gran orador. Resulta que era nulo para las matemáticas, pero brillante para la literatura, y a final de año, después de pensarlo mucho, decidí pasarlo. A veces los profesores cometemos injusticias con los estudiantes, y por una materia los frustramos. Vea Mario adonde llegó".
Como religioso, él no podía celebrar eucaristías, ni confesar y mucho menos celebrar exequias, pues esto es tarea de los presbíteros. La idea de convertirse en sacerdote le surgió en el funeral de su papá, que murió de una enfermedad, tras años de desgaste huyendo de la violencia bipartidista.
"Fue como una especie de milagro o revelación. Nunca se me había pasado por la cabeza ser sacerdote, pero cuando caí en la cuenta de que no podía celebrar las exequias, sentí que por ahí era el camino". A la fecha ha presidido los funerales de la mayoría de sus hermanos muertos que son nueve. Quedan vivos seis.
En 1964, cuando tenía 44 años -según sus cálculos-, se fue para el seminario de Cristo Sacerdote en La Ceja (Antioquia), donde recibían a los aspirantes adultos. Cuatro años después coincidió en el grupo de sacerdotes que ordenaría el papa Pablo VI en su única visita a Colombia: el 22 de agosto de 1968 la máxima cabeza de la Iglesia Católica le impuso las manos como signo del sacramento que recibía.
"Nos ordenaron a 161, provenientes de diferentes países. Fue un honor muy grande, pero también una mayor obligación espiritual". Como sacerdote siguió ejerciendo la docencia en colegios oficiales, hasta hace unos 18 años, cuando se jubiló. A diferencia de un religioso, un presbítero diocesano no hace voto de pobreza.
Nelly Torres de Marulanda, que fue docente y colega del sacerdote en el Liceo León de Greiff poco antes de que este se jubilara, aseguró que él se la llevaba muy bien con los jóvenes, a pesar de sus años. "Nunca lo vimos bravo".
Para las religiosas de La Presentación es evidente la consagración del presbítero Abel a su vocación. "Llueva, truene o relampaguée está aquí para cumplir con su responsabilidad", expresó la hermana Rebeca Cuspian, directora de la casa de reposo. Dicha capellanía la asumió luego de estar seis años en la Catedral Basílica de Manizales.
Las hermanas también admiran la paciencia del sacerdote, quizás la necesaria para llegar a buen ritmo a los 93 años. "Un día se le quedaron las llaves de la casa, aunque al principio pensaba que las había embolatado. Una de nosotras empezó a preguntarle, preocupada, qué iba a hacer, pero él se mantuvo calmado, ecuánime. Finalmente sus familiares fueron por él. Quedamos impresionadas, no se desesperó", relató la directora de la casa de reposo.
No obstante, el sacerdote Abel era impaciente. "Aprendí de San Francisco de Sales, el santo de la amabilidad, ¡que tenía un mal genio! Ahí vamos adquiriendo la paciencia", dijo con una sutil sonrisa, aunque admitió que algo que le sigue sacando la piedra, como se dice coloquialmente, es la injusticia, la mentira y "los ladrones de cuello blanco".
- ¿Y paciencia es lo que ha tenido para no colgar el alba?
- No... sino que el sacerdote que reza está seguro de todo, incluso de perseverar.
Va a cumplir los 100
Monseñor Fabio Sánchez sí cumple este año un centenario, pero a diferencia del sacerdote Abel Odelio Franco no está ejerciendo como tal.
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