DIEGO FERNANDO HIDALGO*
LA PATRIA | MANIZALES
En Malí se daba una alianza coyuntural entre elementos que buscan la independencia de Malí y sentar las bases de un estado Tuareg (grupos que comparten un idioma y una historia común).
La lucha de los Tuareg, aunque profesan el Islam, es de carácter nacionalista y contra el desconocimiento de su existencia como pueblo distinto en el proceso de creación de los Estados modernos en África.
El Al Qaeda del Maghreb Islámico (AQMI) buscaba un santuario o una región que le diera cierta base territorial para recuperar el terreno perdido en Argelia. Las acciones de este último, que además representaba una amenaza de secuestro permanente para los franceses expatriados que residen en la zona, ponía en peligro para los franceses el acceso a los recursos naturales del norte de Malí, como petróleo y uranio.
Por eso, desde el pasado 12 de enero, Francia comenzó operaciones en Malí a petición del gobierno de esa nación para frenar el avance de los islamistas armados, que hace 10 meses tomaron el control del norte maliense y a principios de este año buscaban desplazarse hacia el sur.
Desde entonces se han reportado fuertes enfrentamientos en el terreno, en los que también participan otras tropas africanas, pero hasta ahora se desconoce el saldo de muertos y heridos en ambos bandos.
La intervención francesa se mantendrá hasta que todo el norte maliense esté libre de extremistas islámicos.
En días pasado, el ministro de Defensa de Francia, Jean-Yves Le Drian, señaló que la intervención militar en malí les ha costado poco más de 100 millones de euros (cerca de 131 millones de dólares).
Según expertos, con la intervención, Francia se afirma en la tradición de los distintos gobiernos de mostrar que es una potencia regional europea y mediterránea con la que se tiene que contar. Los mismos gestos de poder hacia África fueron hechos sucesivamente por mandatarios como Charles de Gaulle, François Mitterrand, Jacques Chirac y recientemente Nicolás Sarkozy.
La amenaza de esos grupos de instaurar la charia o ley islámica impuesta por los talibanes en Afganistán en su momento, lo que llevó a la intervención internacional encabezada por Estados Unidos, dio un pretexto a Francia para intervenir a nombre de los derechos humanos y proteger al régimen de Bamako que estaba a punto de caer y hubiera caído sin duda en manos de los amigos de Al Qaeda, si no se hubiera dado la sorpresiva intervención francesa.
Lo que empezó como protesta pacífica no demoró en teñirse en sangre. Así se resume el conflicto entre el gobierno sirio y los opositores del presidente Bashar al Assad. Todo arrancó desde marzo de 2011. El problema es que las autoridades acusan a las fuerzas externas de apoyar con armamento y financiación a grupos terroristas, mientras la oposición denuncia que el Ejército de Al Assad mata a civiles.
Es un genocidio que cada día cobra más vidas y la represión se vuelve mucho más delicada. Ha provocado un millón de refugiados y 70 mil muertes, según la ONU.
Un informe de Save the Children asegura que tres de cada cuatro niños ha perdido a un ser querido por la guerra en Siria. Además, por lo menos 2 millones de menores han sufrido traumas, desnutrición o enfermedades.
3 millones de edificios se han visto afectados por los ataques y por lo menos 80 mil sirios duermen ahora en cuevas, parques o bancas. Otras familias se hacinan en casas, pero eso no significa que estén exentas de los bombardeos.
Empezando el año, Al Asad anunció un plan para resolver el conflicto, que incluiría el diálogo nacional y una nueva constitución que podría ser sometida a referendo público. Sin embargo, Al Asad se rehúsa a “lidiar con terroristas”, término utilizado para denominar a la oposición, que lo que quiere es acabar con 42 años de gobiernos de esa familia.
La guerra continuará, pues la oposición dice que solo trabajará con “el gobierno criminal” si se marcha el presidente.
La guerra en Afganistán cumplió en 2012, 11 años. Empezó el 7 de octubre de 2001 con la Operación Libertad, de EE.UU.; y la Operación Herrick, de los británicos, para invadir y ocupar este país.
EE.UU. la desarrolló en represalia a los atentados terroristas contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de ese año y amparado en el derecho a la legítima defensa, que avala el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas.
La meta de EE.UU. era encontrar a Osama Bin Laden (que en 2011 fue abatido), luego llevarlo a juicio para que respondiera por los ataques, y derrocar al régimen talibán, que apoyaba a Al Qaeda.
En una operación, denominada Libertad Duradera, participaban 28 mil 300 militares a lo largo del sur y este de la frontera con Pakistán. La segunda fue Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), que lo estableció el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para asegurar a Kabul. La OTAN asumió el control de la ISAF en 2003.
Las cifras hablan de 3 mil 269 muertes militares de la coalición en Afganistán y 2 mil 180 muertes en combate por EE.UU., incluyendo a 11 agentes de la CIA.
El mes pasado, Naciones Unidas alertó que el país afronta una creciente amenaza por el regreso de los grupos armados y una nueva oleada de inseguridad cuando las tropas de combate abandonen el país el próximo año.
Un informe de la ONU señala que en 2012 fueron 2 mil 74 víctimas y en 2011, 3 mil 131.
El presidente estadounidense, Barack Obama, anunció hace unos meses, en su discurso ante el Congreso, la retirada, antes de que acabe 2013, de unos 34 mil soldados desde Afganistán, lo que reducirá la presencia militar estadounidense en ese país a la mitad.
El 26 de enero de 1991, tras la caída de la dictadura de Siad Barre, los enfrentamientos entre clanes tradicionales, protagonistas de la organización precolonial del país, terminaron por configurar dos bandos opuestos. Estalló entonces una guerra civil en Somalia que aún no encuentra solución.
El conflicto ha generado desestabilización e inestabilidad en todo el país y el gobierno perdió control ante las fuerzas rebeldes. El gobierno declaró estado de emergencia desde 2009, pidiendo apoyo internacional e intervención militar de estados vecinos.
El país ha seguido atrapado en una constante guerra por el control de los territorios entre los principales grupos del país. Esto ha afectado negativamente a la población, cuya situación se ha visto agravada.
Desde julio de 2011, la población somalí sufre los efectos de la peor crisis alimentaria de los últimos 20 años.
La gran diferencia entre Somalia y el resto de los países del este africano, igualmente afectados por la sequía, viene dada por la permanencia del estado de guerra.
Como consecuencia, la población del sur del país, de las más castigadas del planeta, lleva varios años sin ningún tipo de ayuda. Esos elementos combinados: la guerra y el hambre y una sequía inesperada en el país, han obligado a la población a abandonar sus hogares y emprender el camino hacia los campos de refugiados más próximos, en las fronteras del país.
Sus líderes no se ponen de acuerdo sobre soluciones concretas y la comunidad internacional no muestra una firme voluntad por implicarse en el remedio de sus problemas.
De los conflictos más delicados de los que se tenga registro es el de Sudán. Sin embargo, casi ningún medio de comunicación lo cubre. La noción básica de este enfrentamiento es la división del país en dos: Sudán y Sudán del Sur. Ambos pelean por riquezas que supuestamente le debieron pertenecer antes de la división.
Se da porque Sudán del Sur invadió los campos petrolíferos de Heglig, en territorio sudanés y explotados por China. Luego de la independencia de Sudán de Sur se han dado varias reuniones para establecer los límites fronterizos entre ambos.
La guerra entre el norte y el sur, que causó unos 2 millones de muertos y dejó sin hogar a cerca de 4 millones de personas, acabó con la firma del Acuerdo de Naivasha en enero de 2005. Sin embargo, este acuerdo de paz parece cada vez más frágil.
Sudán del Sur, que se convirtió en un estado independiente el 9 de julio de 2011, sigue siendo de las regiones más pobres y menos desarrolladas de todo el mundo, y la mayoría de sus comunidades tiene aún un acceso muy escaso a los servicios más básicos.
Los conflictos siguen afectando a miles de personas en ambos lugares. Por lo menos 105.000 personas han huido de los combates en Abyei de Sudán, Kordofan del Sur y el Nilo Azul, estados en el Sur de Sudán. Además de estos conflictos, los altos precios de los alimentos y las malas cosechas causan niveles altos de inseguridad alimentaria y afectan a cerca de 2,7 millones de personas en el sur de Sudán.
Desde 2003, la crisis en el estado occidental de Darfur ha sido de las mayores emergencias humanitarias del planeta, con 2,5 millones de personas que han sido obligadas a huir de sus hogares, y casi 5 millones que necesitan algún tipo de ayuda humanitaria.
La inseguridad y los ataques dirigidos a los trabajadores humanitarios continúan dificultando extremadamente el reparto de la ayuda a los más necesitados.
Y, aunque el conflicto a gran escala se ha reducido, se necesita más que antes una protección de la población civil mejor, un cese de las hostilidades así como un proceso de paz comprometido.
En México la guerra es entre carteles de la droga y por ella cada día aumenta el número de muertes, la mayoría por masacres e, incluso, mutilaciones.
La disputa se centra entre los carteles de Juárez y Sinaloe. Comenzó, al parecer, porque Joaquín El Chapo Guzmán rompió el pacto de no agresión que firmaron los jefes de todas las organizaciones en Cuernavaca, a mediados de 2007.
Desde hace cinco años, según cifras de los diarios mexicanos, cada hora se da un asesinato vinculado con el narcotráfico. Hasta el año pasado iban 40 mil muertes violentas, 9 mil cuerpos sin identificar y 5 mil personas desaparecidas, más un millón y medio de ciudadanos abandonaron el país por temor a los tiroteos. En 2006 había 6 grandes carteles de la droga y ahora son 12.
Ahora la lucha encarnizada es entre el cartel del Golfo y el de los Zetas, con cuerpos de los enemigos colgados de los puentes como muestra de dominio.
Ni el Ejército ni la Policía Federal han logrado frenar esta guerra, aunque en 2006 el entonces presidente Felipe Calderón le declaró la guerra al narcotráfico.
Hoy se habla de una cifra de muertos que oscila entre los 70 mil y 100 mil. Y en los tres primeros meses del gobierno de Peña Nieto (asumió el 1 de diciembre pasado) se reportaron 3 mil 157 fallecidos por actos criminales.
En enero se reportaron mil 104 muertes: mil 68 eran presuntos delincuentes abatidos, 30 eran policías, militares o funcionarios públicos y seis personas ajenas a los hechos. En febrero la cifra fue de 914 y en diciembre había sido de mil 139.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), al que pertenece el presidente actual, ofreció un cambio de política y estrategia, lo que llamó la atención de los desesperados ciudadanos mexicanos, pero no se han visto los cambios.
Los expertos aseguran que la crisis económica se convierte en otro generador de violencia. La gente se une a los narcos por el desempleo y los malos salarios.
En México la violencia no solo se traduce en muertes. También hay secuestros, extorsiones, asaltos y robos.
La crisis se agudiza con la aparición, hace pocas semanas, de grupos de autodefensas, lo que podría empeorar la violencia. Estarían en por lo menos 70 lugares.
En encuestas recientes, la comunidad pide que la lucha contra los carteles continúe, así haya violencia.
Álvaro Turriago Hoyos, profesor de la Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de la Sabana, le explicó a LA PATRIA que en el mundo se conciben dos tipos de conflictos: de violencia y socioeconómicos.
hace 10 años, el 20 de marzo de 2003, EE.UU. inició una guerra con Irak con el pretexto de que el gobierno de Sadam Husein tenía armas se destrucción masiva y nexos con Al Qaeda. El 7 de diciembre de 2011, EE.UU. arrío sus banderas en Bagdad como gesto simbólico del fin de la guerra. En 2005 se conoció que no existían tales armas de destrucción. La disputa dejó 10 mil iraquíes muertos más 4 mil 400 soldados de EE.UU. Una década después, persiste la inestabilidad en Oriente Medio.
Este puede considerarse como el conflicto más antiguo y complejo del mundo. Lo más cercano ocurrió cuando la Asamblea General de la ONU aprobó la creación del Estado de Israel en territorios de asentamiento palestino. Esto llevó a que millones de palestinos tuvieran que desplazarse. Ahí arrancaron los enfrentamientos que han acabado con la vida de por lo menos 3 mil personas, entre palestinos e israelíes.
Los Palestinos reclaman a Jerusalén, la capital israelí, como suya y exigen la creación de un Estado palestino. Hay que tener en cuenta que el conflicto no solo se reduce a la disputa por el territorio, pero es quizá lo más importante.
En esta disputa se han dado dos guerras: la de los Seis Días, en 1967; y la del Yom Kipur, en 1973). Además, dos Intifadas, que son levantamientos violentos declarados por los palestinos para conseguir sus exigencias y para protestar en contra de los atropellos israelíes.
Esto ha llevado a que radicales palestinos se inmolen y atenten contra la infraestructura y los israelíes. Israel, con el apoyo de Estados Unidos, trata de frenar a los palestinos. Por eso se han dado hechos como la construcción del muro de Cisjordania y los atentados en contra de líderes palestinos.
La elección de Mahmoud Abbas como presidente de la Autoridad Nacional Palestina les dio un nuevo aire al conflicto y a las posibilidades de paz.
Las negociaciones están estancadas desde septiembre de 2010, con tres reuniones que ha auspiciado Barack Obama. El proceso de paz ajusta 22 años y ha tenido hechos como la muerte de Arafat en París, el 11 de noviembre de 2004; el triunfo de Hamás en las elecciones legislativas, el 25 de enero de 2006; el fracaso de las negociaciones en septiembre de 2010; el reconocimiento que la Asamblea General de la ONU le hizo a Palestina,el 29 de noviembre de 2012, como Estado Observador No Miembro y la gira que la semana pasada desarrolló Obama por Israel, Palestina y Jordania.
*Fuentes: El País de España, razonpublica.com, actualidadrt.com, webislam.com, oxfam.org, docentes universitarios de Bogotá, columnistas y Agencia EFE.
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