Argemiro Piñeros
COLPRENSA | LA PATRIA | Bogotá
El cálido sol y la esporádica llovizna del 7 de agosto de 2010 no solo acompañaron la ceremonia de transmisión de mando de Gobierno en Colombia, sino que marcó el inicio de un divorcio político que hasta seis meses atrás parecía que fuera imposible: la relación de Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe Vélez.
Aunque pocos lo vieron en su momento, las molestias en relación arrancaron cuando Juan Manuel Santos le apostó a que en la segunda vuelta presidencial ganara la elección, así fuera aliándose con quienes en ese momento eran duros críticos de su sucesor: los partidos Liberal y Cambio Radical.
En los ocho años de mandato, Uribe siempre tuvo al liberalismo en la oposición, mientras que Cambio Radical del entonces senador Germán Vargas Lleras, se salió del Gobierno a la mitad del segundo mandato.
48 horas después de reemplazarlo en el Solio de Bolívar, Juan Manuel Santos empezó a demostrar a Colombia y al mundo que su gobierno no sería lo que muchos llamaron la continuidad de Uribe en cuerpo ajeno. En una astuta jugada política el mandatario recompuso las relaciones con Venezuela que estaban rotas, y anticipó que con Ecuador sucedería lo mismo en breve tiempo.
Las alianzas políticas en Colombia y los nuevos amigos en la región se convirtieron en las primeras molestias que pocos meses después le hizo explícitos Álvaro Uribe a Juan Manuel Santos, cuando los dos en un cara a cara y a puerta cerrada hablaron directo sobre esos delicados asuntos.
Sin embargo, la hoja de ruta de Santos en ese momento era clara y había arrancado con pie de derecho. En el país Santos mostró que los más de nueve millones de votos con los que salió electo se empezaban a cristalizar en el apoyo casi unánime que tenían sus propuestas en el Congreso de la República.
El éxito político del Gobierno de Juan Manuel Santos en ese momento no podía ser más. Una coalición política que le acompañaba en todo, la recuperación de la economía en crecimiento y generación de empleo, además de los golpes que en orden público empezó a dar su administración, la muerte del temible Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy, el segundo al mando de las Farc, caído en combate en septiembre de 2010.
Sin embargo fue esto último, el cambio de estilo que le impuso al manejo del orden público al no aplicar la política de seguridad democrática de lleno, lo que completó el distanciamiento con Álvaro Uribe, quien desde mediados de 2011 hizo más evidente su lejanía con Santos, para lo cual convirtió a su cuenta en la red social de Twitter como el principal escenario para criticar al Gobierno, pese a que incluso dio de baja a Alfonso Cano, el máximo cabecilla de las Farc.
Mientras 2010 y 2011 fueron años buenos para Santos, el 2012 y siendo agüeristas por haber sido bisiesto, no han marcado los mejores meses para su administración.
Sumado al recrudecimiento del orden público en zonas como el Cauca, Caquetá y Antioquia, entre otros, el mal momento del Gobierno llegó con el sonoro escándalo de reforma a la justicia, en donde fue evidente que la administración Santos impulsó el adefesio de reforma constitucional que estaba colmado de micos.
Y aunque el mandatario ha dicho que no gobierna con base a las encuestas, su imagen pasó de un mes a otro de una favorabilidad de cerca del 70 por ciento a cerca del 50 por ciento, debido a la percepción del deterioro del orden público y del descalabro de la Unidad Nacional.
Así lo ven
Uno de los primeros socios que estuvo en la Unidad Nacional fue el representante Carlos Alberto Zuluaga, quien fue el presidente de la Cámara en el despegue del gobierno de Juan Manuel Santos, y le acompañó en la consolidación de la coalición de gobierno, pero además en el trámite de las reformas constitucionales y leyes que pidió el mandatario para dar paso a su gobierno de la prosperidad.
“Le hemos votado leyes fundamentales para el país, como la ley de víctimas, la reestructuración del Estado, lo que se ha aprobado en materia económica es fundamental. También está la ley de las 100 mil viviendas gratis. En agricultura hemos aprobado todo lo que han querido para recuperar el campo”, resume Zuluaga lo que fue el paso legislativo.
No duda en reconocer que la Unidad Nacional es un experimento político que la ha funcionado en parte al presidente Santos, y dice que no se pueden comparar las alianzas políticas de Uribe y esta porque son diferentes.
“La Unidad Nacional es un escenario importante para que actúen como bancadas los partidos, es un experimento bueno, pero cada gobierno tienen tiene una dinámica diferente para actuar, Uribe tuvo otra, pero nosotros (el conservatismo) nos hemos acomodado bien, hemos cumplido con la palabra empeñada”, declaró el representante.
Sin embargo, sí reconoce que la pelea de los dignatarios está llegando a un punto de no retorno, en donde los únicos que salen perdiendo “son los colombianos y por eso intentaremos que los dos (Santos y Uribe) vuelvan a hablar”.
Una mirada un poco diferente es la del senador Jorge Londoño del Partido Verde, grupo político que solo llegó a la Unidad Nacional hasta agosto de 2011, cuando ingresó a la coalición, pero no aceptando cuota burocrática.
“Ha sido un importante ensayo político en donde se han logrado concertar ciertos proyectos y eso fue muy interesante para el Partido Verde, pero en este momento la mesa entró en crisis porque se limitó únicamente a la concertación de propuesta, pero en el Partido Verde creemos que se debe trascender, se necesita una mesa en donde se diseñen propuesta de Estado”, declaró.
Pero una voz contraria es la del senador de MIRA, Carlos Baena, bancada política que ha actuado como independiente, acompañando algunos proyectos, pero también oponiéndose a reformas claves que para él han sido aprobadas por el impulso de la coalición sin el más mínimo sentido crítico al Gobierno.
Baena sostiene que “la reforma a la justicia es el fracaso más nefasto del Gobierno, pero también son los mensajes equívocos que da el Gobierno en cuanto a su lucha contra la guerrilla y no dice cuál es su real intención para con la paz o el orden público”.
El segundo tiempo
Tradicionalmente se dice que la mitad del Gobierno es el momento más crítico para cualquier presidente, por eso el segundo tiempo, como lo ha denominado el propio Juan Manuel Santos, será fundamental para alcanzar su prosperidad democrática que le puede llevar incluso a la reelección.
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