EFE | LA PATRIA | CIUDAD DEL VATICANO
En aras de la unidad de los cristianos, Benedicto XVI abrió las puertas de Roma a los tradicionalistas anglicanos, pero durante su papado, que termina el próximo jueves, no pudo cerrar el cisma abierto por los lefebvrianos en 1988, cuyas negociaciones en curso pasarán al próximo pontificado.
El papa Ratzinger dio un paso de gran envergadura y repercusión al abrir en 2009 las puertas de la Iglesia católica a los tradicionalistas anglicanos contrarios a las medidas aperturistas de la comunión anglicana, como la ordenación de mujeres y de homosexuales como obispos.
El 20 de octubre de ese año, el Vaticano anunció la aprobación de la constitución apostólica (norma de máximo rango) Anglicanorum coetibus, que prevé la creación de ordinariatos personales para permitir a los anglicanos descontentos entrar en la plena unidad con la Iglesia de Roma, pero con elementos del patrimonio espiritual y litúrgico anglicano.
Es decir, convertirse en "católicos de rito anglicano", en la misma línea que los Uniatas ucranianos, que son católicos de rito bizantino o los de las otras iglesias de rito oriental, que mantienen sus tradiciones, pero reconocen la autoridad del papa de Roma.
Aunque el documento Anglicanorum coetibus contempla la presencia de clérigos casados, no significa un cambio en la disciplina de la Iglesia en lo referente al celibato sacerdotal, que sigue siendo obligatorio para los religiosos de rito latino.
El Vaticano justificó la decisión de Ratzinger señalando que era la respuesta a las numerosas" peticiones hechas a la Santa Sede por grupos de clérigos y fieles anglicanos de diferentes partes del mundo que deseaban "entrar en la plena y visible comunión" con la Iglesia católica.
Medio centenar de obispos anglicanos y varios miles de fieles volvieron al redil de Roma, casi cinco siglos después de que en que 1534 el rey inglés Enrique VIII, al no lograr del papa Clemente VII la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, creó la Iglesia de Inglaterra, de la que se proclamó jefe.
Hay unos 77 millones de anglicanos y en los últimos años su iglesia ha vivido momentos de crisis y de fuerte división interna, debido a la ordenación de mujeres como obispos y de homosexuales declarados también como obispos y la bendición de los matrimonios entre personas del mismo sexo.
Pendiente
No ha pasado lo mismo con los tradicionalistas seguidores del arzobispo francés Marcel Lefebvre, que desató un cisma en la Iglesia católica en 1988 al ordenar a cuatro obispos sin el permiso de Juan Pablo II, uno de ellos el británico Richard Williamson, que niega el Holocausto judío.
Los lefebvrianos surgieron en 1969, cuando Lefebvre (1905-1991) creó la Fraternidad San Pío X, que rechaza frontalmente el Concilio Vaticano II, al cual considera una herejía y una cloaca, y las destructivas reformas surgidas del mismo.
Benedicto XVI intentó cerrar la herida abierta con ese cisma y, en señal de buena voluntad, levantó las cuatro excomuniones y abrió negociaciones para que vuelvan al redil. También liberalizó en 2007 la misa en latín y les ofreció una prelatura personal, similar a la que tiene el Opus Dei.
Pero todo ello les ha parecido poco a los lefebvrianos, que siguen acusando al Vaticano de ser el culpable de la situación de la Iglesia en la sociedad actual.
Para volver, los lefebvrianos consideran una condición irrenunciable poder criticar públicamente los que consideran errores del Concilio Vaticano II y a sus autores, y que la Santa Sede lo acepte.
También ponen como condición el uso exclusivo de la liturgia de 1962, la que había antes del Concilio Vaticano II, lo que ya está concedido tras la liberalización de la misa en latín.
El problema que se presenta es la aceptación del Concilio, que rechazan frontalmente, mientras que para la Santa Sede el mismo es vinculante. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, ha manifestado que las negociaciones, por deseo expreso de Benedicto XVI, pasan al próximo papa.
Los lefebvrianos cuentan con cuatro obispos, cerca de medio millar de sacerdotes y más de 200 mil fieles repartidos por todo el mundo.
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