MARTHA LUCÍA GÓMEZ
LA PATRIA | MANIZALES
El temor de quienes se quejan no es infundado. Habitantes de la Comuna San José podrían llamarse valientes por vivir en medio de una cotidianidad como esta.
"Son más de 100", dice un agente de la Policía que acompañó este recorrido, para referirse a los consumidores de alucinógenos que ocupan El Puente, lugar del barrio Asís.
En este punto ya es imposible guiarse por direcciones, la demolición de predios para el Macroproyecto de Renovación Urbana de la Comuna ha dejado extensiones de terreno desoladas, que parecen haber sido golpeadas por un desastre.
Los cuatro años que lleva la renovación han sido suficientes para que estos lotes se conviertan en cómplices del delito y del consumo de sustancias psicoactivas. A las 6:20 de la mañana del pasado 12 de septiembre la actividad era plena en El Puente, paso peatonal que dejó la construcción del primer kilómetro de la Avenida Colón, pero que no está integrado a este tramo vial.
Desde la esquina de la Estación Manizales, de la Policía, se ven cinco personas, entre ellas una mujer: consumen drogas e inhalan pegante. Antes, de un cambuche construido en un cerro, junto a lo que hay de Avenida, sale aceleradamente un hombre. Se pasa a saltos varios lotes, incluyendo uno con cerramiento de alambres de púa. Ingresa a otro cambuche cerca a la Estación de Policía.
Parece mediodía, pero la realidad es que los residentes de la zona apenas están saliendo de sus viviendas con el pelo húmedo y bien arreglados hacia los lugares de trabajo y estudio. Pasan en medio de los consumidores desharrapados, algunos muy cerca, y a ninguno parece atemorizarle.
Los consumidores caminan sin rumbo, fuman, inhalan, medio hablan, miran de forma amenazante, pero lo más impactante es que cada vez se ven brotar más de los lotes, como si estuvieran metidos en madrigueras.
Ocupación
Los cambuches los arman con lo que encuentran en la calle y hay varias versiones en cuanto a su ocupación. Residentes sostienen que allí viven consumidores y habitantes de la calle que en las noches salen a atracar, la Policía indica que los usan por momentos para consumir y que ellos los disuaden y les decomisan las sustancias.
Lo cierto es que se ven cambuches en varios puntos de la Comuna, no solo en El Puente, construidos con plásticos, maderas, telas, espumas y colchones viejos. En algunos, el olor y los excrementos dan cuenta de la presencia humana. Usan lo que les sirve para taparse, no importa si el lote tiene cerramiento o está expuesto para que ingrese cualquiera.
"¿Usted vive acá?", se le indaga a un hombre que se asoma tímidamente por un cambuche. "No, venimos acá", responde. "¿Podemos entrar?", "no, estoy con otro hombre, estamos desnudos", y se ríe.
En otro punto, se observa un joven con morral en la espalda hurgando entre un pequeño cúmulo de ladrillos. "Sacan material que le mezclan a la droga", explica un habitante.
Junto a El Puente, donde se cruzan los caminos para La Avanzada, El Tachuelo, Camino del Medio y El Jazmín siguen en actividad los consumidores. Miran con sus ojos enrojecidos y los pocos que hablan no coordinan frases, ni siquiera para un buenos días.
A unos cuantos pasos, por el Camino del Medio, hay una estructura sostenida en dos guaduas ahumadas, con techo en plásticos y un hueco entre la tierra. Lo llaman La Cocina. Un consumidor grita que es el restaurante de los locos. Al frente hay viviendas que decidieron cerrar el ingreso de las casas con rejas, mallas y esterillas.
Pero eso no es todo. Junto a La Cocina hay dos tanques y una manguera que estas personas utilizan para bañarse y afeitarse, es un baño comunitario.
Debajo de El Puente no hay nada construido aún, lo que existe es un gran lote que usan para dormir. Se ven dos personas cobijadas y en un sueño profundo, que no se percatan de que llegaron tres extraños. Se les toman las fotos. Junto a los dos cuerpos se observa algo, como si fueran dos bultos blancos, pero en realidad son otras dos personas que duermen tapadas con estopas. Todos en medio de un basurero indescriptible.
Los policías que acompañan el recorrido dicen que hacen rondas y estacionarias (permanecen una hora o hora y media en estos sitios) para evitar que vendan alucinógenos.
Violencia
Un hombre con sus herramientas de trabajo para la construcción pasa por la zona, en la mano lleva un machete como para que lo vean quienes tengan la intención de hacerle daño. Ya son las 7:00 de la mañana. Por El Puente siguen saliendo más consumidores, algunos ni siquiera logran mantener recto su cuerpo, caminan de un lado a otro. La escena se puede comparar con el vídeo Thriller, de Michael Jackson.
Buscando más cambuches, la Policía muestra un punto llamado Las Escaleras, a un costado del Plan de La Avanzada y que llevan al Camino del Medio. Son pequeños peldaños que permiten el acceso a más viviendas, algunas en avanzado estado de deterioro.
Acostado en dos sofás viejos se encuentra Esteban, de 24 años. Duerme allí hace cuatro meses. Dice que vive en el barrio Galán, que es parte de la Comuna San José, pero que cuando murió su padre, y su mamá le consiguió padrastro, prefirió irse de la casa y vivir en la calle.
Asegura que trabaja en la Galería, "cotiando" (cargando mercancías) o reciclando. Confiesa tranquilamente que consume bazuco hace un año y medio y narra que por El Puente se vive una actividad muy violenta. "Atracan y estafan. Algunos de los que llegan a comprar vicio reciben papeletas de bazuco vacías, cuestan mil pesos. A veces llega gente a oler bóxer, los pone mal y por eso se forman peleas, por la cuestión de la droga".
Mientras Esteban acomoda los plásticos y la cobija que lo cubrieron en la noche, como si estuviera tendiendo su cama, sigue hablando de lo que se vive por allí. "Usted puede ver algunos durmiendo, lo hacen uno o dos días, pero se despiertan y se están hasta cinco días consumiendo, seguido. Es gente ya muy fichada y se echan liebres (enemigos) que vienen y los atacan. Ahí (en El Puente) han herido a muchos con cuchillos y navajas".
Días duros
Un habitante de La Avanzada asegura que ya se acostumbraron a la presencia de estos grupos, puesto que los consumidores de bazuco se vuelven muy cobardes y no son violentos, pero los que inhalan pegante o fuman marihuana son "asaditos" y a veces reaccionan mal.
Los días más duros en esta zona son los viernes y los sábados. La música a alto volumen, las peleas, y la visita de gente de otros barrios para consumir alteran la actividad. Los que sufren las consecuencias son los que deben salir a trabajar, hay quienes dicen que pasar por El Puente significa tener que pagar, alguna veces, $100 o $200 si no quiere recibir un chuzón o un insulto.
En otro punto de la Comuna, a varias cuadras de esta actividad, frente al Instituto Manizales se despierta una mujer que dice tener 38 años y seis hijos de cuatro compañeros diferentes. El último todavía duerme a su lado, completamente tapado con dos cobijas. Hacia la esquina hay más gente durmiendo.
"Anoche nos iban a chuzar por robarnos las cobijas. Me despertó un muchacho que estaba diciendo que se las iba a llevar. Esto es muy fregado por aquí, pero hay que dormir en la calle", expresa la mujer.
Por allí también consumen y utilizan los lotes como sanitarios y lugares estratégicos para construir cambuches. Por todo esto es que se les puede llamar valientes a los que residen en esta Comuna, acechados por fuertes problemas sociales que, aunque no son nuevos, los ha detonado más el Macroproyecto.
Desplazamiento urbano
Ricardo Álvarez es abogado de la Universidad de La Sabana, coordinador del área de Derecho Privado de la Facultad de Derecho en la Universidad de Manizales y miembro del semillero de investigación de la Comuna San José, dirigido a estudiar las afectaciones jurídicas y sociales generadas por el Macroproyecto.
Indica que el esquema de compra de bienes y el pago de compensaciones no se hizo conforme a la ley, y que en estos cuatro años han visto proliferación de desplazamiento urbano, distinto a lo que debería ser una movilidad, que es organizada.
"Si se hubiera intervenido la Comuna como se tenía planeado, la comunidad sería socia de la construcción y volverían a este lugar, pero en este caso se expulsó a la gente de sus sitios de origen, y esto se ve reflejado no solo en los consumidores, también en los lotes abandonados y en la dispersión de estas personas a lo largo de la ciudad, como en la carrera 23 y Galería. No hubo un proyecto de movilidad y reubicación", explica el abogado.
Lo que propone el proyecto Alianza por la Comuna San José, que es parte del semillero, es reformular el Macroproyecto, desde la base jurídica integrarlo al nuevo Plan de Ordenamiento Territorial de Manizales e ir ascendiendo a lo social. "Lo que se tiene son planes cortos, con paliativos que no resuelven el problema de fondo".
El antropólogo César Moreno, coordinador de la maestría en Cultura y Drogas, de la Universidad de Caldas, piensa que las modificaciones que han hecho en la Comuna hacen que la gente se tenga que movilizar. "Es igual a lo que ocurrió en el Centro de Bogotá con la Calle del Cartucho, que era una gran olla, y cuando se erradicó terminó en otro lugar, en el Bronx. Hay quienes llaman esto desplazamiento interno, pero la gente tiene que reubicarse en otro sitio para vivir, así sean habitantes de la calle. El problema no termina con que les construyan casas nuevas, muchos tienen relación directa con el consumo".
Cualquier dinero es insuficiente: ERUM
Según Carlos Guillermo Aristizábal, director financiero de la Empresa de Renovación Urbana de Manizales (ERUM) y gerente (e), al Patrimonio Autónomo le corresponde hacer cerramiento y mantenimiento de los lotes que le pertenecen en Zona Mixta y La Avanzada, pero que si los lotes invadidos por cambuches son los que se han comprado para la Avenida Colón, es la Alcaldía la que debe intervenir.
Sin embargo, dijo que coordinará acciones con las secretarías municipales de Gobierno, Salud y Desarrollo Comunitario para mitigar el impacto por la ocupación, consumo de psicoactivos e inseguridad.
"Quienes tienen los cambuches son personas y no podemos atentar en su contra. La solución primaria es el cerramiento de lotes. Invertimos unos $800 millones en programas sociales, igual que la Alcaldía, pero cualquier dinero es insuficiente. Estamos trabajando con los niños, los consumidores y las pandillas, que siempre van a existir, es imposible mitigar el 100%".
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