DIEGO FERNANDO HIDALGO
LA PATRIA | MANIZALES
A María Mercedes Segura Ayala la naturaleza o la mano insensible del hombre, no sabe cuál de las dos realmente, le arrebataron del lado a su hermanita María del Pilar, de cuatro años, en la tragedia de Armero. Han pasado casi 28 años, pero la esperanza de conocer su paradero no ha muerto. Es más, desde el año pasado se alimentó la ilusión, cuando en un especial del Canal RCN en directo desde Armero, por un nuevo aniversario de la erupción del Volcán Nevado del Ruiz, vio a su mamá, a quien daba por muerta, detrás de la periodista. “Si mi madre está viva, por qué no lo ha de estar mi hermanita, que además sabemos que salió con vida de la tragedia, pero nos la arrebataron del lado”.
El de Mercedes es uno de los 86 casos que tiene registrados la Fundación Armando Armero, a través de su campaña Los niños perdidos de Armero, con la que quieren ubicar a muchos menores (ahora adultos), que saben que quedaron vivos, pero a los que les perdieron el rastro después de la catástrofe. La razón de las desapariciones aún es un misterio.
María Mercedes sobrevivió a esta tragedia del 13 de noviembre de 1985, que tras la erupción del Ruiz arrasó con Armero, mató a 23 mil personas, hirió a 4 mil y desapareció a 3 mil. Ella tenía 13 años.
“Mi papá buscó a la niña, pues algunas personas vieron que socorristas la sacaron con vida. Se fue para el ICBF, pero no le dejaron ver a los niños que allí tenían. Pasados los años, mi padre falleció y seguí con la búsqueda. Encontré un video donde efectivamente se veía a unos socorristas sacándola en brazos. Había esperanzas”.
María Mercedes, como otras decenas de familias, no ha desfallecido gracias al apoyo de la Fundación Armando Armero y su director, Francisco González. La entidad, de su propio bolsillo, recolecta pruebas, testimonios, investiga para tratar de dar con el paradero de esos menores y brindarles una alegría a esas madres que aún tienen esperanza y que no quieren que el olvido se apodere de la situación.
El director explica que son una entidad sin ánimo de lucro que busca reconstruir la memoria histórica de Armero pero, sobre todo, encontrar la verdad sobre lo ocurrido con los niños perdidos.
“La Fundación lleva ocho años de investigación sobre la memoria histórica y ha ubicado 25 referentes en el antiguo casco urbano de Armero. Desde hace dos años comenzó la investigación de los niños perdidos y actualmente contamos con 86 casos registrados y un reencuentro, aunque la cifra podría crecer”, manifiesta el director.
Anota que durante la tragedia y en los meses siguientes, la búsqueda de familiares y amigos se convirtió en un verdadero vía crucis. Averiguaban en hospitales, refugios, carpas, albergues, hogares de bienestar familiar, escuelas e iglesias acondicionados en esa época para recibir a los heridos, a los ilesos y a los sobrevivientes.
“Los armeritas hicimos hasta lo imposible y solo el tiempo fue desdoblando nuestras esperanzas. A las madres, sobre todo, tal vez por tratarse de algo visceral, algo que solo ellas sienten muy adentro, la ilusión y la esperanza no se les ha ido. Y siguieron y siguen buscando, porque la improvisación, la buena o mala fe hicieron que no pocos infantes fueran sacados del país, adoptados por los conductos regulares o irregulares, y que hoy se encuentren en otros países, como Israel, Estados Unidos, España, Holanda o Suecia, entre otros”.
María Mercedes considera que durante la tragedia hubo desorden y negligencia, pues no estaban preparados para un hecho de tal magnitud. “A los tres días llegué a Bogotá en un bus. Cuando le hacían curaciones a mi papá, me dijeron que unas mujeres se habían llevado a la niña en un carro. También se afirma que se dieron adopciones irregulares e instantáneas, sin percatarse de que los padres o familiares aún estaban vivos”, asegura.
María Gladis Primo Galindo también tiene su historia. Desde la tragedia, en la que murió su esposo Manuel en el barrio Restrepo, no sabe nada de sus dos hijos: Nubia Isabel, de siete años, y Jesús Manuel Perdomo, de ocho, a quienes, le aseguran, vieron con vida. “Estuve en el hospital San Juan de Dios durante año y medio, pues perdí parte de la piel de las piernas", relata.
"Mi mamá fue con una foto a Bienestar, en Bogotá, y le respondieron que no molestara. Una señora le respondió que al niño, y a otros más, se lo habían llevado en un carro. Mamá no pudo hacer nada más por falta de plata, luego murió y tocó esperar a salir del hospital para seguir buscando”.
En sus indagaciones conoció la Fundación. La entrevistaron el año pasado en Noticias Uno y en la noche, cuando salió la información, difundieron un video de la tragedia. Coincidencialmente aparecía Muñeco, como le decían a Jesús Manuel, en brazos de un socorrista. “Si él salió vivo, creo que la niña también”, expresa esperanzada la señora, al tiempo de que se queja de la falta de apoyo del Gobierno.
Exige, como lo hacen otras madres y la misma Fundación, que se difunda el Libro rojo del ICBF, donde se registraron las adopciones de los niños de Armero. El saliente director del ICBF, Diego Molano, aseguró hace dos semanas, en la Feria del Libro, que tras una prolongada búsqueda en los archivos de la entidad, hallaron el libro, con los registros de niños víctimas de la tragedia que fueron dados en adopción sin las medidas pertinentes.
Sin embargo, aclaró ese día que el texto no se pondría a disposición de las familias por ahora, porque querían ordenarlo y sistematizarlo, y preparar un equipo de acompañamiento para los efectos psicológicos de niños (ahora adultos) y familias. El pasado miércoles, el ICBF decidió abrirlo (ver recuadro Reabren el libro rojo de Armero).
A María Gladis la intuición de madre le da para creer que sus hijos pueden estar fuera del país. El mejor regalo para un día como el de las madres, que se celebra hoy, sería tenerlos a su lado y recuperar el tiempo perdido. "Así tengan ya 34 y 35 años. El amor de madre es ilimitado”. Ella, María Mercedes y las demás familias que hacen parte de la Fundación anhelan, ante todo, que la memoria no se cubra de lodo.
169 registros de niños, niñas y adolescentes encontró el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en el llamado libro Rojo de Armero, un manuscrito que recoge los casos de los menores de edad que fueron atendidos en la Regional Tolima, después de la tragedia.
De todos los niños y niñas cuyas historias reposan en el documento, 49 tenían entre 0 y 5 años en el momento de la tragedia; otros 48 tenían entre 6 y 10, y 60 más estaban entre los 11 y los 18 años. También fueron llevados a la misma sede del Bienestar Familiar dos jóvenes mayores de 18 años.
Tal como lo determinó el equipo del ICBF en la revisión preliminar de los 278 folios del Libro Rojo, el 59 % de las víctimas atendidas por el Instituto tras la catástrofe de Armero eran niños y el 41 % niñas; 49 de ellos tienen registro fotográfico en el documento.
Según lo explicó la subdirectora General del ICBF, Adriana González Maxyclack, esta revisión preliminar del Libro es un primer paso en el proceso que adelanta el ICBF para reconstruir la memoria histórica de las familias que perdieron a sus seres queridos en la tragedia.
El equipo designado en el ICBF revisa cada uno de los casos contenidos en el Libro, para procesar la información y determinar la atención que se adelantó con cada niño.
Francisco González, director de la Fundación Armando Armero, indicó que en diciembre de 2012 lograron un reencuentro que podría dar indicios de lo que ocurrió en la época. “Encontramos la familia de Luis Guillermo Cárdenas, hoy Luis Gui Raaijmaakers, ciudadano holandés adoptado luego de la tragedia. Gui estaba registrado como de Armero, con padres desaparecidos en la tragedia, y descubrimos que era de Bogotá”.
A Raaijmaakers lo adoptó en Colombia una familia holandesa. Desde los cinco años sus padres extranjeros le enseñaron que había sido víctima en Armero. Cuando cumplió 31 años, Gui viajó a Colombia para indagar sobre su padre, Guillermo Cárdenas, quien lo buscaba desde mediados de los 80. En el 2012 un canal nacional publicó su historia.
Desde la época del desastre el niño completaba, viviendo con su padre, seis meses, pues su madre lo había abandonado en un hogar de paso. Guillermo lo acogió y lo llevó a vivir con sus otros cinco hijos. Según Jhanet, la hermana mayor de Luis Gui, el niño siguió toda la transmisión de la tragedia de Armero y se identificó mucho con la historia de Omaira Sánchez, por lo que seguramente terminó diciendo que era armerita.
La fundación Armando Armero se enteró del deseo de Gui de encontrar a su familia. Halló a varias personas en diferentes partes del país víctimas de la catástrofe, pero ninguna coincidió. El Instituto de Genética Yunis Turbay, ubicado en Colombia, donó la realización de las pruebas de ADN y encontró un vínculo positivo entre ambos.
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