Álvaro Gärtner
Exclusivo para LA PATRIA
Los riosuceños descubrieron el mar a finales de los años 70 y comienzos de los 80. Fue gracias a su coterráneo Julio César Puerta Velasco, quien al ocupar alto cargo en la Flota Mercante Grancolombiana abrió las puertas a jóvenes bachilleres que en el pueblo no tenían futuro.
Uno de los que atendió el llamado fue Wálter Asdrúbal Villegas González, quien en 1982 se graduó del Instituto Los Fundadores de Riosucio, como mejor bachiller del año. Como “mi vocación se orientó hacia la marina militar”, se matriculó en la Escuela Naval de Barranquilla, para pasar luego a la de cadetes en Cartagena.
Era consciente de que el suboficial rara vez llega a oficial: “Eso lo tenía claro, pero ya en ese entonces sabía que no soy de metas al corto plazo”, y empató seis meses de estudios para suboficial con cuatro años para alcanzar el grado de teniente de corbeta.
“Mi primera experiencia fue en una patrullera, en la cual llevaba poco tiempo a bordo cuando debimos socorrer un buque que al entrar a Bocas de Ceniza se estrelló contra el tajamar rompiendo el casco. Rescatamos la tripulación pero el capitán no quería salir, hasta que lo convencimos”, recuerda Wálter.
Esa noche el buque se hundió y el día siguiente el riosuceño salió en la prensa como héroe del rescate.De ello hace casi 30 años, de los cuales ha estado en altamar durante 16.
Patrón de la insignia
Cuando ya era capitán de navío, en octubre de 2013 fue nombrado comandante del velero ARC Gloria. Es el único caldense que ha gobernado el buque insignia de la Armada.
En él navegó 36 mil kilómetros y participó en la regata Velas Latinoamérica 2014. Durante 134 días recorrió aguas del Atlántico y del Pacífico, alrededor de América Latina. Compitió con veleros de Brasil, Argentina, Chile, Ecuador y Venezuela.
La prueba de fuego era atravesar a vela el Cabo de Hornos, “donde hay cerca de 180 naufragios. Lo hicimos con 110 cadetes, con temperaturas de 0° y ráfagas vientos de hasta 220 kilómetros por hora. Solo el Gloria cruzó el cabo en las dos direcciones sin sufrir averías, mientras los otros tuvieron que devolverse”, relata el riosuceño, orgulloso porque “fuimos primeros en la regata”.
Cuenta que en las tormentas los marinos miran el rostro del capitán para saber la gravedad de la situación y éste ve el rostro de la muerte: “Cuando cruzábamos los canales patagónicos debí pasar tres noches en el puente de mando, sin poder bajar al camarote, porque el mar estaba imposible. Era tal el movimiento que el capellán rezaba en grupo con los cadetes”.
También tuvieron calmas chichas, sin nada de viento: “Apagábamos el buque y hacíamos asados en cubierta, mientras escuchábamos música colombiana en la emisora del velero, Gloria Estéreo, cuyo lema es ‘La única en el mar’, y en verdad lo es. Era nuestra manera de descansar”, cuenta.
Vida marinera aparte, “el Gloria es la embajada flotante de Colombia”, dice Villegas. Durante los 14 meses que lo comandó, “tuvimos más de 20 ruedas de negocios a bordo, en las cuales se lograron importantes acuerdos para el país e hicimos cocteles para mostrar la cultura colombiana”.
El caldense logró que sus cadetes aprendieran a bailar cumbia para presentarse en algunos países. Se emociona al recordar cómo “las colonias colombianas países se acercaban a puerto, lloraban al escuchar el Himno Nacional y aplaudían al ver los cadetes subir por los mástiles ondeando la bandera”, cuenta.
Hasta presidió la boda de una colombiana y un argentino en Mar del Plata, “porque los comandantes de buques tenemos la potestad de casar parejas en alta mar”.
En su paso por el Gloria el capitán de navío dijo haber sido “demasiado inquieto: trepaba los mástiles de 40 metros para supervisar el mantenimiento de las velas; iba a clases como estudiante, me metía en la cocina, cosía velas con los contramaestres, bajaba a la sala de máquinas a ver el mantenimiento de los generadores. A medianoche pasaba revista a la guardia”.
Cuando se le pregunta si hacía todo eso porque le gusta, es incapaz de delegar o muy cansón, se carcajea: “Un poco de los tres. Gozo haciendo todo eso y disfruto sorprendiendo a las personas que no hacen bien lo que deben hacer”.
Comienzo del fin
Wálter entregó el mando del buque insignia el pasado 19 de diciembre, al ser llamado a curso para contralmirante. Pero no está de acuerdo en que así como para ser Presidente de Colombia hay que ser primero embajador en Washington, para ser almirante hay que gobernar el Gloria: “No necesariamente, pero cuando me nombraron comandante, varios almirantes que me antecedieron en el buque me dijeron que más importante que alcanzar ese grado, es comandar el velero”.
Hoy está a meses de ser primer riosuceño y caldense en llegar al almirantazgo: “No me atrevo a decir eso, porque Riosucio también tiene un general de infantería de marina”, dice. Alude a Carlos Enrique Duque Salazar, primer oficial de infantería de marina egresado de la Escuela Naval que llegó a general, pues para llegar a serlo antes debía ser egresado del Ejército.
Y recuerda también al general manizaleño Carlos Ospina Ovalle, quien fue comandante general de las Fuerzas Militares. Pero olvidó al general riosuceño Rafael Díaz Morckum, héroe de la guerra de independencia de Cuba.
A Villegas le cambiará la vida con el ascenso. Podría ser confinado en una oficina, pero se niega a ser marinero de tierra firme: “No voy a renunciar al mar. Seguiré siendo navegante, pasaré revista a mis buques, saldré a navegar y supervisaré los entrenamientos. En el almirantazgo no puede uno olvidarse del mar”.
Prosigue: “Entro a una nueva carrera en la Armada, que será definida desde lo político. Desde el gobierno me asignarán los cargos y la duración. Solo queda seguir trabajando con patriotismo”.
Antes de meterse de lleno, regresó a Riosucio a caminar las calles vestido de civil: “Hacía nueve años no venía, y es rico tener la libertad de andar por ahí, comprar un sombrero en la Plaza de San Sebastián, comerse un helado en una esquina, volver a las raíces”.
Esos días supo cuánto “extraño el carnaval y los desayunos dominicales de mi mamá”. Y recordó cómo cuando estaba en el colegio, iba durante el recreo a casa para tomar mediamañana con calentado de fríjoles, chocolate y arepa.
Pasado y futuro en pocos días: “El ascenso me obliga a pensar en el retiro. Cuando llegue iré a recorrer el mundo, y en la ruta está Riosucio. Es un dilema, pues mi esposa es de Barranquilla y quiere comprar apartamento allá, pero yo quiero finca aquí”.
Mientras llega a la cúspide del mando naval, la relación de Riosucio con el mar sigue vigente: “Ahora hay tres cadetes riosuceños en la Escuela Naval, entre ellos una mujer”. Recorren el mismo camino que anduvo Wálter Villegas hace más de 30 años. El tiempo dirá si llegan tan lejos como él.
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