Paulo Sánchez
Corría el mes de enero pasado y en la ganadería de Juan Bernardo Caicedo (Cundinamarca) conversábamos sobre la actualidad de la fiesta, entre otras cosas. El ganadero Caicedo, otros ganaderos ecuatorianos invitados por el propio Caicedo, el maestro Sebastián Castella, su banderillero José Chacón y yo.
Por supuesto, la posición de ellos era que las transformaciones a la fiesta son inaceptables y que aquellos aficionados y personas del mundo del toro que fijen posiciones contrarias a la preservación y divulgación de la fiesta incurren en un craso error.
Aquella tarde yo plateaba que, dada la situación actual, convendrá en un futuro cercano convivir con otros atavíos y acudir a otros rituales, refiriéndome a que la defensa de la fiesta es necesaria, y no solamente su difusión.
Los protagonistas de la fiesta son contrarios a la defensa, pues afirman no necesitar defensa de una tradición de arraigo y de tal trascendencia, pero omiten que, como sucede actualmente en todos los países taurinos del mundo, los detractores y enemigos de la fiesta se están constituyendo en bloque diverso y laborioso para construir los argumentos de la oposición.
En Bogotá, en una astucia de la administración distrital, la bancada de gobierno en el Concejo está tramitando un proyecto de acuerdo para prohibir la realización de festejos taurinos en Bogotá. Y vaya documento el que han redactado.
Confieso que en mis años de aficionado, escuchando y leyendo verdaderos libelos alrededor de la oposición a la tauromaquia, es la primera vez que un texto de iniciativa burocrática y de espaldas a la confrontación sana de ideas, me deja preocupado por el futuro de la fiesta en Colombia.
Y recuerdo la encendida, pero agradable discusión con José Chacón y el maestro Castella después del tentadero, cuando dije que ahora más que nunca es imperativo plantar cara a la oposición y flexibilizar algunos elementos rígidos en la argumentación de la defensa de la fiesta de los toros, sobre todo aquellos que se amparan en el hecho histórico, que más parece a esta altura una postura retardataria.
G-10
Ayer leí que Los Chopera salieron a decir que parece arbitraria y sin justificación la negativa de José Tomás a torear en las plazas que esa casa lleva en la península, y que sin duda es la afición de esas plazas la perjudicada con ello.
Leí también que por decisión propia José Tomás tampoco comparece en Madrid. El mes pasado el revuelo corrió por cuenta de Sevilla, sus carteles y las notables ausencias del G-10, por causa de la incapacidad de negociar los derechos de televisión.
Inicialmente, noble el propósito del G-10 de invertir el dinero cobrado por los derechos de televisión en organizaciones y acciones a favor de la fiesta y en su promoción y defensa, pero después de una cerrada negociación, el resultado conocido es desfavorable para todos.
Pero en Madrid, la cosa pinta de otro color y los que en Sevilla dijeron no, en Madrid dijeron sí. Vaya entuerto pesado para la afición. Los que de algún modo estamos metidos en esto del mundo del toro, sabemos que en ocasiones los “shows” mediáticos dan un sabor especial a la antesala de la temporada; pero al final el compendio de noticias alrededor de las grandes ferias, las que ponen la guinda al pastel; no son nada alentadoras.
Hoy recibimos la noticia de la ausencia de El Juli en Madrid, y casi más penoso que su ausencia, es que se antepongan los devaneos apoderado – empresa a una consideración de interés general y que enrarece el ambiente de necesaria calma que primaba en Madrid y por reflejo en el planeta taurino, para que ahora algunas cosas vuelvan a ponerse en el punto inflexible del que hablaba antes y sigan primando los interese particulares en esta cuestión que nos necesita a todos del mismo lado.
Personalmente creo que el G-10 no está actuando con el tacto que precisa la afición. Y si ponderar a las empresas por encima de la afición, que es la única que en este momento puede sujetar la legítima defensa de la fiesta, es prioridad del G-10, pues flaco favor le hacen a la permanencia de la fiesta. Y si José Tomás piensa que haciéndose esperar eternamente, hasta que prosperen los proyectos en curso como el de Bogotá, mientras lo sigue rodeando la paquidermia del conglomerado disperso de los defensores de la fiesta, pues sepa también el maestro Tomás que cuando al fin decida ponerse de frente a la afición, puede ser tarde para muchas cosas.
Las acciones mediáticas tendrán más sentido cuando seamos una minoría reconocida, respetada y salvaguardada, antes, solamente estaremos entregando nuestra fuerza para que los opositores la utilicen en nuestra propia contra.
En la historia siempre han sido más influyentes aquellos hechos protagonizados por los que estuvieron presentes, que por los ausentes.
A deponer pues los intereses particulares, que lo que necesitamos es que las figuras y sus apoderados, las ganaderías, los empresarios, la afición y la prensa; configuremos ferias de recuerdo, tardes en las que podamos encontrar todos los elementos de que está tejida esta urdimbre y decir a viva voz y a unísono: larga vida a la fiesta de los toros.
*Gestor cultural. Comentarista taurino.
Personalmente creo que el G-10 no está actuando con el tacto que precisa la afición.
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