LAURA SÁNCHEZ
LA PATRIA | MANIZALES
Patarroyo es una celebridad entre los educadores. Todos querían una foto a su lado y él siempre tuvo la sonrisa y la pose listas.
- ¿Cómo hace, doctor?
- Esto es admiración. Si uno le llega a poner distancia a la gente termina uno esquizofrénico, ellos hacen un esfuerzo valiente por acercarse.
Esta es su filosofía de vida: acercar la ciencia, que muchas veces está encarnada en sus investigadores. El científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo habló ayer en Manizales de inspiración e investigación desde el aula, en el XIII Congreso de Estrategias Educativas Prácticas para construir un mundo mejor.
Para introducir al tema le dio al público un paso rápido por su vida, desde la niñez en la que cimentó lo que sería el espíritu científico que lo acompaña. "Mi padre me dio un cuento: Luis Pasteur. Lo leí con entusiasmo y ahí empezó mi camino". Así empezó el camino como investigador, un camino que los padres o maestros pueden encontrar, y según Patarroyo deben identificar para potenciar.
Su trayectoria como médico inmunólogo lo llevó a desarrollar una vacuna contra la malaria que fue donada a la Organización Mundial de la Salud.
El doctor Patarroyo es médico de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios de posgrado en las universidades de Yale y Rockefeller de New York (Estados Unidos). Actualmente dirige la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (FIDIC), ha publicado 379 artículos en revistas científicas internacionales y recibido premios, condecoraciones y reconocimientos nacionales e internacionales.
Dice: "En la Universidad Nacional solo dicto unas 10 clases al año, pero en el Instituto sí, tenemos 20 personas que se están doctorando, se les enseña con el espíritu analítico para resolver problemas. Tenemos hasta dos seminarios diarios en donde se debate con un alto nivel científico y las personas pueden decir lo que quieren, pero comprúebelo".
"No se preocupen por los honores, ellos llegan solos". Manuel Elkin Patarroyo.
¿Cómo ve impulsar la creación para el desarrollo científico en el aula?
Todos los niños son curiosos. No hay nada qué hacer. Muchas veces los maestros lo que hacemos es frustrarles esa creatividad. Mi padre tenía este dicho: es mejor atajar que arriar. De manera que mi padre impulsó mis sueños. La familia es la que educa, los colegios lo que hacemos es orientar la información. Los padres deberían ayudar a orientar esa curiosidad. Nuestros padres nos dieron principios, valores y actitudes: no deje nunca que se le vaya su sueño, sin dañar a nadie.
¿Qué encontró en el aula que le detonó la curiosidad por la ciencia?
La verdad lo encontré en casa. En el pueblo de Ataco (Tolima) yo era un potro salvaje, aunque no he cambiado. Me pasaba por las charcas y poco iba a la escuela. Cuando iba a casa mi mamá nos enseñaba a sumar y restar, y me acostumbré a eso, vivo multiplicando o elevando a varias potencias. Ellos nos fueron orientando a cada uno. Es importante identificar el talento de cada niño para desarrollar.
¿Qué pautas podría darles a los docentes para no frenar la creación?
Los docentes no deben imponer el conocimiento. En vez de memorizar debe decirle al estudiante analice esto, que le permitirá tener una actitud frente al conocimiento. Cómo enfrentar el problema que se le presenta para llegar a lo que se llama actitud científica, una vez lo alcanza va a tener esa manera de enfrentar los problemas.
¿Cómo despertar la actitud científica en los docentes?
Pues jugando. La mejor manera de enseñar es a través de la lúdica, mantenga el buen sentido del humor sin dañar. Una cosa es ser cómico y agradable, y otra es ser sarcástico, porque el sarcasmo daña. Juegue intelectualmente.
¿Qué recomendaciones le da a Manizales como Ciudad del Aprendizaje de la Unesco?
Felicito a Claudia Blandón, organizadora del evento, porque nos pone cercanos, es darle proximidad a la ciencia, que la gente vea que si se puede realizar. En la prestigiosa Universidad Rockefeller de donde hay 23 premios Nobel y me los encontraba almorzando, uno les veía las actitudes muy humanas. Antes de yo llegar, y perdóneme si me cuelgo esa medalla, la ciencia no era asequible si acaso se mencionaba a Salomón Hakim. Ahora hay una actitud frente a la ciencia en la que también me equivoco y puedo salir de ese error.
¿Qué opina de la investigación de John Ioannidi en la que usted aparece en la lista de los científicos que más se autocitan?
Eso lo puso una señora que a mí no me importa. Es de mala leche. Resulta que si voy de primero en una investigación a quién cito, si soy de los pioneros qué hago: pues encuentro el camino y digo que esto va bien. En los últimos 40 años no me he equivocado en ningún aspecto. Cuando uno envía los artículos a las grandes revistas del mundo, esa es la gente a la que respondo y respeto. La revista Chemical Reviews, la número sexta del mundo, recibe mis publicaciones. Los pares del mundo son los que dicen que va por buen camino. Nunca jamás he recibido una observación por autocitación.
¿Podría considerarse la autocitación como una mala práctica?
Supongamos que es un negocio. ¿Sabe cuánto me gano en la universidad por cada cita? 3.500 pesos. Debo tener como 400 para que me suban el salario. Por eso insisto que se hizo de mala leche.
¿Cómo estamos en posgrados en Colombia?
Estamos muy bien. En el Instituto ya hemos doctorado a 35 doctores y hemos otorgado la maestría a más de 100. Eso es educar gente. Tenemos un convenio en que doctoramos a 16 personas por promoción a la Universidad del Rosario, 4 más a la Universidad Nacional, y 5 de la Universidad de Boyacá. Es una forma de aportar al país y vamos muy bien.
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