Sergio Villamizar
Colprensa|LA PATRIA|Bogotá
Rodrigo Parra lleva la mayor parte de su vida dentro de la escuela, pocas veces ha salido de ella. El sociólogo vallecaucano (Trujillo, 1938), recibirá en noviembre el Premio Nacional de Vida y Obra 2016 del Ministerio de Cultura, por su labor en la investigación en la educación escolar en el país en el siglo XX.
- ¿La mayor parte de su obra está dedicada a la investigación sobre educación?
Desde el principio de mi carrera me dediqué a la educación, sobre el mundo escolar, la educación que se imparte en las escuelas, generando una memoria de lo que ha sido la educación allí, de cómo se ha enseñado, cuánta gente involucrada, cómo es el poder en la escuela, las relaciones entre alumnos y maestros para mostrar el tipo de ciudadanos que estamos formando y el tipo de conocimiento que se imparte. Dónde surge el problema de la escuela pública, que tiene muchas desventajas con respecto a la educación privada de clase alta, cuando se dice que la escuela es un mecanismo de igualdad estando estratificada, además de la resolución de conflictos y si existe una pedagogía sobre ello.
- ¿Ha investigado en especial el perfil del maestro?
Los maestros aprenden una carreta que se las pasan a los estudiantes para que las memoricen, dejando de lado los talleres y laboratorios que tienen los textos escolares para concentrarse en las definiciones. Ese es uno de los grandes problemas de la educación colombiana. Mi objetivo siempre es encontrar el problema, conocerlo de fondo, para así permitir que se desarrollen las posibles soluciones.
- ¿Y los estudiantes?
Realizamos algo que jamás se había hecho que era el estudio de los jóvenes en el mundo escolar en 18 ciudades del país. Esto generó una gran cantidad de información que dio como resultado varios volúmenes, con sus variaciones culturales donde todos no eran iguales, salvo en la escuela, la cual se convierte en un unificador cultural.
- ¿Ha cambiado el papel del maestro?
El maestro no es sólo maestro cuando dicta una clase, también lo es cuando está en constante relación con sus alumnos, pero aún no sabemos nada de quiénes son los maestros en realidad. Biografías se publican de personajes importantes, pero poco o nada sobre un maestro. De ahí surgió la idea de realizar autobiografías de maestros, por lo que realizamos talleres. Las construimos en conjunto con cuatro volúmenes, donde se encuentran biografías de maestros de Bogotá, el Caribe, de la comunidad afro y de los asentamientos indígenas. Así uno alcanzan a entender un poco más el tipo de educación que están recibiendo los alumnos en distintas partes del país. Al final la escuela es una institución de memoria, donde una generación le pasa el conocimiento a otra. Un mecanismo que funciona desde siempre, pasando la memoria de generación en generación.
- ¿Y la descentralización de la educación?
Se pasó, en la educación, de una visión muy centralista, con directrices muy estrictas desde Bogotá, donde se debía repetir en todas las regiones del país, pero desde la región se empezó a impulsar la necesidad de adecuar dichas directrices a la cultura de cada zona del país. Siempre supe que Colombia era un país diverso, pero en realidad es más diverso de lo que uno piensa, complejo y difícil de entender, lo que lo hace fascinante.
- ¿Cómo han sido las experiencias con los maestros en el país?
Los maestros de Bogotá llegaban a los talleres con sus computadores y todo lo hacían en esos equipos. En el Caribe empezaron a escribir y no desarrollaban mucho sus respuestas, pero empezamos a grabarlos y ahí respondían con un río de cosas, porque es una cultura oral. Otra de las experiencias enriquecedoras fue con las comunidades indígenas, y nos debíamos reunir con los ancianos de la comunidad, explicarles lo que deseábamos hacer, y ellos, luego de reunirse a solas, decidían si lo permitían o no. Allí también los pusimos a escribir y era muy corto, pero donde mezclaban el castellano con su lenguaje, lo cual era muy interesante pero en ocasiones oscuro para nosotros, descubriendo que los maestros no lo hacían por vocación o necesidad individual, sino que era por designación de la comunidad.
- ¿La tecnología ha transformado estos procesos?
Muchos maestros no avanzaron, se quedaron con el conocimiento básico, en ocasiones antiguo, por lo que no pueden contra el acceso a la información de sus alumnos. No desarrollaron una constante búsqueda, una investigación porque sentían que no era parte de su trabajo y esto los ha llevado a una crisis. El conocimiento está cambiando a gran velocidad y la escuela se ha ido quedando relegada, más con la oposición al cambio de algún sector de los maestros, aunque existe otro sector que si está dispuesto al cambio y ver como una oportunidad los conceptos y las herramientas como las aulas digitales.
- ¿Está preparada la educación colombiana para el conflicto?
La primera pregunta es ¿Qué hacer con los conflictos escolares? Que son tan importantes como los demás conflictos. Infortunadamente la escuela nunca ha sabido manejar este tipo de temas, porque se busca resolver los conflictos de manera autoritaria. Dos niños quieren el mismo balón, el maestro no se toma el tiempo de buscar que ellos mismos solucionen el conflicto con el diálogo y quizás le da el balón a quien mejores notas tiene. Así, el niño aprende que los conflictos se resuelven autoritariamente. Otros sencillamente niegan el conflicto. No existe la pedagogía en la resolución de conflictos en nuestras escuelas, teniendo en cuenta que el conflicto es inherente en la sociedad, ayuda a transformar la sociedad si se sabe cómo resolverlo bien.
- ¿Qué viene?
Debemos hacer una investigación sobre la escuela en la violencia, cómo ha sido trabajar en medio de ella, sus relaciones y cómo la escuela ayudará con la construcción del ciudadano en el posconflicto para evitar la repetición de la violencia. No sabemos qué pasó dentro de las escuelas en las zonas más impactadas por el conflicto. Sólo así se puede empezar a pensar en un modelo de educar al ciudadano para la paz.
Sus novelas son 'El álbum secreto del Sagrado Corazón', 'Tarzán y el filósofo desnudo' (1996), 'El don de Juan' (Premio Nacional de Novela 2002), 'Museo de lo inútil'; 'Faraón Angola', 'Voto de tinieblas' (2012) y 'Los bolsillos de Herbert Wolff' (2012).
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