Pablo Jaramillo*
ESPECIAL | LA PATRIA | MANIZALES
Es común escuchar que después de superar esta crisis del coronavirus el mundo nunca volverá a ser igual. Personalmente creo que algunas cosas volverán a ser como antes, y otras definitivamente van a cambiar significativamente. Entre las que más va a cambiar está la educación tal cual la conocemos hoy.
Es un sector que desde antes de esta crisis ya estaba en el ojo del huracán: Que evoluciona poco, que adopta poca tecnología, que está de espaldas al mundo real y a las condiciones de las nuevas generaciones.
Que la educación es aburrida, solo transmisora de conocimientos, memorística y que está pensada en que todos los estudiantes aprendan lo mismo, al mismo tiempo.
Esta crisis puso contra la pared todo el sistema educativo. En estos dos meses que llevamos de encierro, nos hemos dado cuenta de que ni las universidades, ni los colegios públicos o privados estaban preparados para atender eficientemente a los estudiantes en forma remota.
Los profesores están más que emproblemados y muy sorpresivamente, los estudiantes, frecuentemente llamados millenials, tampoco estaban tan preparados para el uso de la tecnología como creíamos.
Y el sistema educativo ni se diga. La pandemia nos desnudó a todos nuestras debilidades. Lo que está haciendo la mayoría de las instituciones educativas es tratar de mantener activos y entretenidos a sus alumnos, con muchísimas dificultades de todo tipo: Falta conectividad, faltan equipos, y muy especialmente falta formación en los docentes para desempeñarse bien, con una forma totalmente diferente de educar.
Oportunidades
Esta crisis es una oportunidad para que en común construyamos esa educación del siglo XXI que queremos: Más flexible, más autónoma, menos autoritaria, con más uso de tecnología, con menos transmisión de contenidos y más desarrollo de capacidades y competencias.
Un sistema educativo que entienda que aquello que les sirve a unos, no les funciona a otros, que no todos los niños y jóvenes aprenden al mismo ritmo y que los intereses de las personas son siempre diferentes.
Debe ayudar a los estudiantes a desarrollar pensamiento crítico, habilidades, creatividad e imaginación para solucionar problemas, y muy especialmente a aprender a convivir los unos con los otros: A entender que somos distintos, que pensamos diferente y que lo importante es construir en medio de la diferencia. Suena fácil, pero no lo es.
Recomendaciones
La invitación es a aprovechar este tsunami que le está pasando al sistema educativo para mejorar. Algunas sugerencias para empezar este cambio tan necesario son:
* Pasar de un sistema con el profesor como principal protagonista a uno en donde el estudiante sea el centro. Esto implica que la responsabilidad por aprender es del estudiante. Los maestros estarán ahí para apoyarlos, ayudarles y animarlos, pero no para “dictarles” clase, o sea para transmitirles conocimiento.
* Las evaluaciones no deben ser memorísticas, ni para recordar contenidos. Que las clases no sean para enseñar un tema o transmitir un conocimiento, sino para discutir lo que previamente y en forma autónoma los estudiantes han estudiado y aprendido.
En un artículo del diario El Colombiano, escrito por Hernán González Rodríguez en 2017, afirmaba que en Japón, por ejemplo, país con un sistema educativo de gran reconocimiento mundial, están implementando cambios muy significativos eliminando las materias de relleno, dejando solo 5 principales así: Aritmética de negocios, Lectura, Civismo, Computadoras y sus programas e Idiomas.
En vacaciones de verano los estudiantes visitan otros países para aprender su idioma y cultura. “El objetivo de este programa consiste en que los jóvenes a los 18 años conozcan cuatro alfabetos, hablen cuatro idiomas y conozcan cuatro culturas. Lean 52 libros por año y sean maestros en el manejo de las computadoras y los celulares”, afirma González.
En Finlandia, país que puntea siempre en pruebas PISA, su reforma educativa es más extrema aún: Pocas pruebas estandarizadas, jornada escolar corta, pocas tareas, planes de estudio flexibles, gran énfasis en deportes y artes, pero eso sí profesores excelentes, responsables, bien formados, bien remunerados, con plena autonomía de actuación, y estudiantes autónomos, centrados en su aprendizaje. Los resultados saltan a la vista.
Afortunadamente Manizales y Caldas son ejemplo en la implementación en forma masiva de metodologías activas que contienen mucho de lo que debe tener una educación moderna de calidad, apropiada para estudiantes del siglo XXI. Ya tenemos buena parte del trabajo realizado.
La siguiente transformación que se requiere es aceptar que la virtualidad no es un tema temporal de un par de meses, y ya. Muy seguramente la seguiremos necesitando de acá en adelante.
Es una nueva realidad que vamos a tener que aprender a manejar, para lo cual los maestros van a requerir profundos procesos de formación. En este proceso de cambio tenemos licencia de ensayar, experimentar, probar y equivocarnos.
Lo importante es la decisión inequívoca de encontrar la mejor forma de llevarlo a cabo en la forma adecuada. Creo, sinceramente, que en Manizales tenemos con qué enfrentar esto. El resto es humildad para reconocer las deficiencias, y voluntad y actitud para el cambio.
El futuro recordará esta pandemia como el hecho que no solo causó grandes pérdidas humanas y económicas, sino como el fenómeno que aceleró grandes cambios económicos y sociales en todos los frentes. Definitivamente el mundo no será igual. La educación tampoco.
* Gerente Fundación Lúker
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