Andrés Rodelo
LA PATRIA | Manizales
Sábado 14 de mayo. “Qué hubo, apúrele que sin usted no podemos arrancar”. Lorena Grajales, profesora de 22 años, llegó sobre las 5:00 p.m. al Club Manizales para la premiación del mejor docente de Caldas, que estaba a punto de comenzar. La recibieron con esa frase.
Los hechos cobran sentido cuando se recuerdan. La maestra del colegio Dulce Nombre sede Los Pomos, vereda del municipio de Samaná, pasó por alto ese comentario, pero luego ató cabos cuando la reconocieron como la mejor educadora del departamento. Era como si la realidad le estuviera dando pistas de lo que iba a ocurrir.
Esa mañana conoció a los otros educadores que aspiraban al título. Lorena los observaba sorprendida y se decía mentalmente, mientras los repasaba uno por uno: “Es señor, es señora, es señor. Yo soy la niña, la bebé del grupo. Deben tener tanta experiencia. Yo apenas he trabajado dos años y medio, pero estoy entre los mejores”.
Convencida de que estar entre los 52 profesores destacados de Caldas y con tan poca edad era un premio suficiente, le dijo en tono de burla a su novio Diego, quien la acompañó el día del evento: “¿Te imaginas que me nombren la mejor docente de Caldas?”, lo que remató con una carcajada. Él, en lugar de seguirle la chanza, se puso serio y le lanzó otra pregunta: “¿Por qué no? Las nuevas generaciones están llamadas a triunfar por encima de todos”, y razón no le faltaba.
Jueves 26 de mayo. Es un día inusual en la vereda Los Pomos. Una tormenta bañó el sector durante la noche anterior. El sudor que generalmente enjuaga los rostros de sus habitantes da paso a gotas de agua lluvia que recorren los cuerpos y calman la sed de la tierra. “Este clima está muy raro. Espere y verá que ahora empieza el solazo”, dice un lugareño.
A primera hora de la mañana, el paisaje de los alrededores parece tomado de El caminante sobre el mar de nubes, la pintura de Caspar David Friedrich. Desde la carretera se divisan las montañas en la parte baja, dando una extraña sensación de viajar en avión. Sobre ellas se arremolinan enormes masas que parecen trozos de algodón suspendidos en el aire, de los que se asoman tímidamente las puntas neblinosas de los montes.
El viaje desde Manizales tarda siete horas en carro particular. Se toma la vía Manizales-Norcasia, luego se cruza la línea fronteriza del municipio hasta la vereda Berlín, jurisdicción de Samaná. Hay que seguir derecho hasta la vereda Santa Bárbara, en donde se llega a una encrucijada. Allí se gira a la izquierda para un recorrido de 30 minutos por carretera destapada, primero en ascenso y luego en descenso, hasta llegar a Los Pomos.
Hasta allí llegó hace un año Lorena. “Yo me iba para donde fuera. Adaptarme fue difícil, sobre todo porque mi familia y mi pareja me hacían falta, pero uno tiene prioridades”. El calor asfixiante y la ubicación en la montaña lo convierten en un caldo de cultivo para mosquitos transmisores de la leishmaniasis y para serpientes venenosas. “Vivía en una casa que tenía un orificio en la parte baja de la puerta. Un día me acosté en el suelo y cuando fui al colegio, los alumnos me dijeron: 'profe, profe, la salvamos'. Habían matado una culebra mapaná que quería ingresar por la noche”.
Lorena reemplazó a la profesora de preescolar, primero y segundo, a quien los alumnos querían mucho. Los niños la miraron con sospecha. De entrada, eso planteaba un desafío. “Se portaban mal, no querían trabajar. Les preguntaba: bueno, ¿qué les pasa? Y me contestaban: 'queremos a nuestra antigua profesora'. Eso fue muy duro”. En ese momento de crisis implementó una de las tres iniciativas que le valieron el título de mejor docente de Caldas.
“Entre los proyectos estaba Aulas en Paz. Con ella les inculqué respeto, solidaridad y trabajo en equipo. La respuesta fue positiva”. Así se ganó la confianza de los estudiantes y ocurrió lo mismo con los de tercero, cuarto y quinto, de los que está a cargo este año. Ellos se sienten privilegiados de que la mejor profesora de Caldas les dé clase.
“¿Si ve esa casa que está ahí? Ahí afuera estuvo sentada Karina”, dice Alonso Bedoya en alusión a Elda Neyis Mosquera, antigua comandante del Frente 47 de las Farc. En ese mismo lugar funciona hoy el jardín infantil de la vereda. Lo que alguna vez fue una zona de paso para guerrilleros, que robaban el ganado de los habitantes y sembraban terror, hoy es un caserío que se proyecta para el futuro como los niños del jardín. Allí se recuperan del drama que vivieron muchos lugareños que abandonaron Los Pomos para escapar de los grupos armados ilegales, entre quienes también estaban los paramilitares. Los pobladores de la vereda no fueron alcanzados por la violencia física, pero los asesinatos y descuartizamientos en zonas cercanas obligaron a muchos a huir por precaución.
“Hombres armados tocaban la puerta en la madrugada. Uno abría y pedían agua”, cuenta Teresa Dávila, madre comunitaria encargada del jardín. “A los niños les enseñaban las vocales desde la A hasta la O. La U estaba prohibida”, cuenta un hombre sobre el desprecio que tenían los guerrilleros hacia Álvaro Uribe, expresidente que diezmó a las Farc.
Catorce años después de que insurgentes y autodefensas recorrieron Los Pomos, hoy llegan personas como Lorena, conscientes de su compromiso con el desarrollo y con la recuperación del lugar, siempre inspirada en el ejemplo de esa educadora que la motivó a impartir clases. “Estaba en primero. Me equivocaba y ella me decía: 'Venga, mami, yo le explico'. Me cogía la manito y me ayudaba a escribir. Su amor me hizo decir: 'quiero ser profesora cuando sea grande'”.
La Gobernación premió a Lorena como mejor docente de Caldas por las siguientes iniciativas:
- Aprendamos Argumentando: Fomenta la dialéctica y la reflexión en el aula con diferentes temas. Estimula la argumentación.
- Proyectos Ambientales Escolares (Prae): Proyectos amigables con el medio ambiente. Los estudiantes rellenan botellas de plástico con basura y las convierten en material para construir. Alumnos de primaria y secundaria reciben esta capacitación.
- Aulas en Paz: Inculca valores como el respeto, la tolerancia, la ayuda y la comprensión. Promueve la resolución de problemas. "Les enseñé que para convivir en armonía es necesario aceptar las diferencias”, dice la docente.
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