

Germán Arenas Betancur
LA PATRIA | MANIZALES
I.E. Bosques del Norte
Es viernes por la noche. Más exactamente las 9:00-pm. Me encuentro en una remota selva de Colombia. Estoy en un campamento de las Farc, es más en un cambuche, junto a Darwin, combatiente de 21 años. Al iniciar el viaje hasta allí, dos días antes, no sabía cuál iba a ser mi reacción cuando viera esta cantidad de personas armadas, qué preguntar, qué hacer.
Para continuar debo decirles que soy un estudiante de grado décimo del colegio Bosque del Norte de Manizales. Tengo 16 años, es decir, el único menor de edad en esta reunión histórica de la guerrilla, donde además de 400 periodistas de todo el mundo estuvieron los máximos comandantes: Timochenko, Iván Márquez, Andrés París, Carlos Antonio Lozada, el Paisa, Pablo Catatumbo, entre otros.
Llegar allí, no fue fácil. La plata (un millón 500 mil pesos), la lejanía (a mil kilómetros de Bogotá, 36 horas desde Manizales), la acreditación (que las Farc me dejaran entrar) y el permiso (por supuesto de mis padres).
La conversación con mi mamá duró dos horas. En realidad pensé que sería más larga, pues estaba seguro de que el tema lo ameritaba. Esta vez mi permiso no era para un paseo o una fiesta. Más bien para un viaje peligroso. Era para estar frente a frente, en sus propios campamentos, con los combatientes de las Farc, quienes en estos 52 años de guerra han cometido masacres, secuestros, extorsiones, desplazamientos.
La cara de mi madre, mujer de 40 años, estatura baja, un poco gordita, de piel morena en un principio, fue algo furiosa y dramática... Estaba enterada del Acuerdo firmado por el Gobierno y las Farc. Lo que no tenía claro era que los guerrilleros se reunirían en la selva para contarles a sus camaradas el histórico asunto. Yo, en cambio, sí estaba al día. Sabía que se llamaba la X Conferencia de las Farc-Ep y que sería en las sabanas del Yarí, escondido lugar de Colombia donde nació el grupo insurgente con Tirofijo y Jacobo Arenas.
Mi madre cayó en la cuenta y para tratar de persuadirme de no hacer el viaje, me recordó que esa había sido la zona de distensión en el gobierno de Pastrana, que eso era zona roja muy roja. Sin embargo, al final aceptó.
Mi siguiente prueba era que la oficina de prensa de los insurgentes me acreditara, pues temía un no por ser menor de edad.
A seis días de comenzar el encuentro en el Yarí, Milena Reyes, se comunicó por correo, me dejó un número y la autorización para asistir. Estaba acreditado.
A distancia imagine a Milena como una campesina, ajetreada por las tareas revolucionarias del monte. Mi sorpresa, días después, fue encontrar en la espesa selva a una jefe de prensa, esbelta y de pelo rojo, una atractiva costeña de 36 años.
Para mí, como seguro para millones de colombianos, estas tierras son ajenas a nuestra realidad. Mi única referencia, lógico escolar, es que estos antes se llamaban territorios nacionales y ahora es la Orinoquia.
Sobre la influencia y poder de las Farc en la zona no queda ninguna duda. Solo hay dos maneras de llegar: por la Macarena o por San Vicente del Caguán, siempre en transporte, autorizado por la guerrilla, por lo general con cuatro personas, quienes juntamos 600 mil pesos para pagar.
Como me lo recomendaron en los correos, llevaba toldillo, machete, botas, linterna, gorra y ropa que nos permitiera trabajar en 35 grados de temperatura.
En esta ruta hacia el Yarí tuve un paso esporádico por la zona urbana de San Vicente del Caguán. Allí, Alberto Palma, coordinador del desplazamiento de periodistas al campamento guerrillero, señaló las 2:00 de la tarde y el hotel Primavera Plaza, como hora y lugar para salir en la chiva (bus escalera).
Nos esperaban 147 kilómetros por una trocha. Yo acaba de llegar del trayecto Manizales- Florencia. San Vicente, 20 horas en taxi y en bus. Descansé unos minutos, me bañé y me cambié el pantalón que llevaba puesto por un mocho color azul, el calor ya se traducía en gotas por espalda, brazos y piernas.
A la hora convenida, arrancó el bus escalera con 15 personas provenientes de un colectivo de Medellín, periódicos de Bogotá, una canadiense radicada en Quito- Ecuador. Me llamó la atención una desmovilizada del M-19.
Poco antes de partir, don Alberto recibió una llamada. Cuatro periodistas ruegan que los espere 10 minutos más. "Bueno vamos a dar una vuelta por la plaza, eso sí por llegar tarde pagarán las cervezas de todos". Y así sucedió.
Imaginaba un gran despliegue de las Fuerzas Armadas y anillos de seguridad de los guerrilleros. Recuerdo que le confesé a mi mamá que esperaba ver un ambiente tenso, rivalidades, como si cada cual esperara la bala del otro, pero nadie quería disparar.
En realidad, solo había un retén del Ejército que controlaba la salida para los pozos petroleros y el desvío al Diamante. Los soldados nos pararon, preguntaron nuestro destino. A la Conferencia, dijo don Alberto. "Sigan", y nos dejaron continuar.

Una corta historia me llamó la atención cuando llegamos al corregimiento de las Damas, justo cuando el sol se ocultaba e irradiaba en la Sabana una manta de colores. En el sector hay una propiedad que en otro tiempo fue del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, Casa Roja, la cual perdió en disputas cuando atacó a las Farc.
En el campamento
En la selva del Yarí, en esos remotos campamentos de las Farc, lo primero que vi fue una valla de Manuel Marulanda, sentí que estaba ante un pedazo importante de la historia de este país.
En el puesto de acreditación, Milena nos entregó las escarapelas. Nos indicó donde dormiríamos. Solo puntualizó: "7:00 de la mañana en zona de prensa explicaremos como funcionaria el cubrimiento de la Conferencia nacional guerrillera".
Caminado por la manigua me invadieron los miedos: pensé culebras y serpientes, en el frío, y sobre todo en si les da por matarnos o secuestrarnos. Así fui mirando fijamente sus rostros, algunos sorprendidos porque esta vez era un chico no con el fusil al hombro, si no con el lápiz y la cámara, lo cual les parecía extraño, y bajo una cordialidad más que obligada.
No sabía como afrontar esta situación. Quizá hacer ver la guerra un poco más humana, incluso a las Farc como una organización social, ante miles de personas, que ya conocían todo este pasado.
A las caletas llegamos 8 personas, aparte de las que ya estaban instaladas. había una presencia de 50 guerrilleros, los cuales de alguna manera nos apadrinaron.
A mí me tocó con Darwin, que me llevó al lado de donde dormía y armamos mi cama. Como yo no sabía utilizar el toldillo, él sacó un cuchillo para armarlo, amarrándolo de cada palo que sostenía el plástico.
Cuando ya todo estaba listo iniciamos una conversación casi hasta las 11:00 de la noche. Me contó que entró a los 17 años porque no encontró más oportunidades y que la verdad se estaba muriendo de hambre, acá le ofrecieron un techo y una familia.
"Mire, yo sé que nosotros tal vez hemos causado dolor y lo reconocemos, pero a nosotros quién nos reconoce y nos pide perdón por no darnos otra salida que echar plomo para poder al menos comer".
Esas palabras fueron las más difíciles de entender para mí. No justificaba la muerte de nadie y menos de los colombianos más pobres.
Terminamos de charlar cuando Nancy, otra guerrillera, le pidió el radio prestado. Él se lo entregó y en un tono muy bajo y gracioso me comentó: "con ese cuento del género no se puede decir nada, es que son muy bravas. Entonces todo es un sí, mejor durmamos".
Con los comandantes
Madrugué. No quería perderme nada de lo que dijeran. Fui a una cascada que canalizaron en forma cuadrada como de unos dos metros de ancho. Allí había ya personas, guerrilleros y periodistas, bañándose y lavando la ropa. Me enjuagué la cara e hice un recorrido para tener certeza de dónde era que me estaba quedando.
Me sorprendió porque alcancé a contar 150 fusiles, ver un establo lleno de comida y ollas gigantes, una tarima con pantallas led, canchas de fútbol, restaurantes, tiendas, puestos de ropa, estación de gasolina, parqueaderos, antenas por todas partes y la gran zona de prensa. Allí llegué a escuchar las indicaciones de Milena.
Nos saludo a nombre de los comandantes, dejó claro el lugar donde deliberaba el secretariado de las Farc y advirtió: "es restringido y solo permitiremos la entrada 10 minutos a 30 medios entre nacionales e internacionales, por día".
También anunció algo que dejó molestos a varios comunicadores. "El camarada Timochenko no dará ninguna entrevista y para hablar con los demás miembros del comité central deben solicitar por escrito".
Por lo menos, ante las restricciones, expresó que a cualquier fariano, guerrillera o guerrillero se les podría entrevistar y que nos podíamos mover por todo el campamento, grabar lo que quisiéramos y tomar las fotos que sean. necesarias.
Ese mismo día el turno fue para mí. A las 11:30-am, nos llevaron a la plenaria donde por primera vez vi a los mandos juntos. No podíamos interrumpir nada, pero mientras entramos, no suspendieron su trabajo.
Alcancé a grabar las declaraciones de Pablo Catatumbo -"el principal obstáculo para implementar el Acuerdo será el uribismo, igual que lo fue para lograrlo", expresó.
El resto de días con las Farc me dediqué a reconocer las caras de la guerra, entrevistarlos, escúcharlos hablar repetir el mismo discurso de las desigualdades. Y sobre todo a trasmitirles y tomar de ellos el mensajes de cómo sería una nueva Colombia sin las Farc armadas.
Cuando todo terminó. Tuve la sensación de que salía del viaje más peligroso que había hecho. El regresó fue una tortura. Tardo cinco horas más de lo esperado. Un yip tumbó las tablas puestas para pasar por encima de una quebrada y se hundió en las aguas. La chiva era la única con fuerza para sacarlo. Haciendo mil maniobras lo rescató y por un rincón muy estrecho se atrevió a pasar y seguir su camino.
Para completar, a las 7:00 de la noche nos encontramos una 4x4 varada con dos hombres intentado empujar sin ningún resultado, obligándonos a empujar. Con la ayuda de otro logramos hacerla subir, despejando el retorno. Cuando llegué a casa por fin, la cara de mamá no era la misma, había cambiado por una de orgullo, aliento, apoyo, eso me lo demostró cuando me abrazó y susurró a mi oído "lo lograste, te amo".
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015