Los colombianos saldrán hoy a tomar una decisión que podrá cambiar de manera significativa el rumbo de la historia del país. Con solo decir Sí o No al Acuerdo Final para terminar el conflicto armado entre el Estado colombiano y las Farc se estará determinando de manera profunda si se le da una oportunidad a Colombia de ampliar y mejorar su democracia o si se regresará al punto cero en el que el Gobierno Nacional y la agrupación guerrillera no habían decidido sentarse a conversar acerca de la posibilidad de hallar una salida negociada del conflicto.
Las elecciones de este domingo son profundamente diferentes a las que hemos vivido los colombianos en varias décadas, pues esta vez no se trata de escoger quién oriente al Estado durante cuatro años, ni a quiénes rijan los destinos de ciudades y departamentos por igual periodo, sino que el resultado que surja hoy tendrá repercusiones durante varias décadas para bien o para mal.
De acuerdo con lo establecido por las autoridades electorales, lo cual fue avalado por la Corte Constitucional, se requerirán 4 millones 400 mil votos por el Sí para aprobar el acuerdo, siempre y cuando los sufragios por el No estén por debajo del 50% del total de las votaciones. Como lo dijo el alto tribunal se trata de una cantidad razonable para una jornada democrática que, si bien puede ser más importante que todas las demás, al no estar ligada a personas como en las presidenciales se prevé que podría tener una participación no tan amplia en las urnas.
Las encuestas, hasta el día que se pudieron publicar, le daban una ventaja importante al Sí, pero como se debe advertir, esa era la foto de ese día y nadie garantiza que ese sea el resultado de la votación de hoy. Quienes impulsan el No tienen razones respetables para hacerlo, pero muchos de ellos lo hacen con tal pasión y desinformación sobre el contenido de los acuerdos de La Habana, que discutir con argumentos con ellos es tarea perdida.
Quienes pensamos que este país, y sobre todo las víctimas de un conflicto que lleva más de 50 años llevando violencia y tristeza por todo el territorio nacional, merece una suerte diferente, apoyamos votar Sí a lo que con tanta seriedad y detalle se negoció durante cuatro años en Cuba. Confiamos en un equipo que liderado por el caldense Humberto de la Calle, supo mantener unas líneas rojas muy claras en el proceso, y que acompañado por ilustres ciudadanos y generales de reconocida reputación en el Ejército y la Policía Nacional logró acordar el fin de las armas en poder de las Farc.
En este país se mantendrá el modelo económico del Estado, se respetará la propiedad privada, pero se buscará darle tierras a miles de campesinos que no las tienen y se legalizarán los predios de quienes los ocupan sin títulos desde hace años. Se logró que el principal cartel del narcotráfico renuncie a cualquier vínculo con los cultivos ilícitos, en condiciones que fueron aceptadas por los Estados Unidos y la Comunidad Europea, el destino principal de las drogas.
Pocas veces en el mundo un respaldo tan integral a un acuerdo de paz, desde las Naciones Unidas que serán las garantes de la entrega de las armas de las Farc, pasando por todos los países de Latinoamérica, sin importar las tendencias ideológicas de sus gobiernos, los europeos que suspendieron el calificativo de terroristas a las Farc, condicionando su decisión a que las Farc cumplan con lo prometido, el apoyo internacional ha sido sorprendente.
Hoy no le podemos fallar a la historia. Hoy hay que salir a votar para darle un chance a un país distinto, un país que empiece a abandonar la violencia como método de imponer las ideas y que luego de las 4 de la tarde de este domingo, iniciemos un cambio que nos haga más solidarios, más tolerantes, mejores ciudadanos.
Quienes le reprochamos a las Farc su larga historia de crímenes y equivocaciones tenemos en las víctimas directas de sus acciones un ejemplo de valor y entereza que admiramos y nos debe guiar. Habrá justicia para los guerrilleros, tal vez no con la severidad que muchos quisieran, pero con suficientes elementos restaurativos y garantías para el fin de la violencia. Está en nuestras manos darle legitimidad a este paso, que si bien no soluciona todos los problemas del país, sí allana el camino y quita un gran obstáculo en la construcción de un mejor futuro para Colombia
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