JUAN CARLOS LAYTON
LAPATRIA | MANIZALES
"En eso soy radical, en el secuestro no hay disculpa, ni de tipo político o económico. Es siempre malicioso, siempre perverso y queremos que se resuelva rápidamente. Esas familias y todo el país están contentas de que haya algún tipo de acuerdo, pero ¿no creen que el primer primer paso para un buen acuerdo sería mostrar que lo quieren?".
El llamado de atención lo hizo el arzobispo de Manizales, monseñor José Miguel Gómez Rodríguez, durante una rueda de prensa que realizó el pasado sábado, en el que se presentaron algunos los resultados relacionados con la construcción colectiva de los llamados "Nuevos mínimos de reconciliación y paz en Colombia", convocados por la jurisdicción eclesiástica de Manizales (ver: Los mínimos).
Durante el encuentro, el jerarca de la iglesia insistió en que la liberación de los secuestrados debería ser el primer paso del Eln para demostrar que sí quiere este proceso de paz que se empieza a plantear con el nuevo Gobierno. "Es evidente y salta a la vista, pues si de verdad hay buena voluntad para lograr un acuerdo en el que todos crezcamos, esta comienza por manifestar la verdad, y la verdad es que el secuestro es un delito grave", sostuvo.
En su declaración que, recalcó, es a título personal, como hombre de iglesia, como pastor y conociendo la doctrina bíblica y cristiana, "lo primero que haría como llamado es a que todos se den cuenta de que el secuestro es un pecado gravísimo, si hay algo que puede ofender a Dios es retener de manera tan injusta a una persona, es un pecado que hace sufrir a la persona secuestrada y a una familia que nadie tiene el derecho de infringirle", sostuvo.
Un largo proceso
En su intervención, planteó que en muchas ocasiones se ha perdido la memoria de estos procesos de paz que se han adelantando y que cada Gobierno ha hecho sus aportes, por lo que la sociedad colombiana no se ha estancando.
El arzobispo también hizo el llamado sobre la necesidad de que en este nuevo proceso de paz se demuestre que el
proyecto es Colombia y no un solo grupo o partido. "Por eso insisto que hay que mirar con ojos limpios la historia, no con ojos de partido radical y rabioso. Si miramos las personas que conocemos a nuestro alrededor, vamos a ver que hay muchas historias en Colombia de progreso, sostenido, lento y a veces difícil, pero de progreso", insistió el jerarca.
Apuntó a trabajar de manera integral para sacar adelante al país en esta intención de paz, con los gobernantes que hoy se tienen, pero entre todos, "hay cosas que no se pueden concebir por medio de negocios firmados en papeles".
Sin corrupción
Monseñor resaltó que los llamados Mínimos son eso, necesidades básicas y humanas de lo que realmente debería tener una sociedad normal. Por ello se piden son recursos suficientes y bien administrados, sin corrupción, para que en la medida de lo que se produce en Colombia se puedan garantizar aspectos básicos en servicios públicos, educación y vivienda, y vencer la situación de violencia en la que se está inmerso desde hace mucho tiempo.
Con respecto a las peticiones y a los planteamientos de esos Mínimos, destacó la necesidad de contar con hechos que sean realizables, no utópicos, y aunque no sean muchos, que sí sean claros.
"Siempre que hay cambio hay expectativas y hechos que tratamos de mirar con buenos ojos. Hay muchas cosas que uno podría subrayar a nivel de temores de la sociedad en general, pero me parece que no es lo importante. Lo importante es ver que las ofertas que ha hecho el señor presidente con contenido social, en la mayoría de los casos, son cosas que el pueblo está esperando y por supuesto que encontrará nuestro apoyo".
En su intervención, Gómez Rodríguez sostuvo que si la iglesia comprende bien su papel, se ubicará por encima de las circunstancias particulares y de las coyunturas de tipo de político e histórico. "Por eso trabajarán no solo con este Gobierno, sino con cualquier tipo de Gobierno en la medida que se promueva la auténtica justicia y la paz verdadera".
También reiteró que la política y la religión no se deben mezclar, aunque sí debe existir la mutua colaboración.
* "La Comisión de la Verdad es una institución del acuerdo de paz con las Farc, y por lo tanto no es ni historia oficial de la República de Colombia ni historia de la iglesia o de su intervención en el proceso de paz en Colombia. Es un relato que en su aspecto objetivo es absolutamente conmovedor y arrebatador, pero que en sus juicios, en algunas cosas, todos podemos diferir. Hacer juicios sobre la historia y hacer juicios en los cuales un grupo queda bien y los otros quedan mal hace fallar esa mirada limpia y transparente de Cristo sobre las cosas".
* "Estoy de acuerdo con que lo objetivo sea conocido. Es decir los hechos del conflicto tienen que ser conocidos, las interpretaciones las deben dejar a historiadores. Los entrevistadores, en esa respetabilísima Comisión son entrevistadores, no pueden hacer juicio histórico, ese es de ustedes, de los que hemos mirado la República crecer".
* "Lo que nos hace falta es una mirada limpia sobre la historia colombiana objetiva, no como la escriben las partes, sino los hechos", sostuvo.
Entre algunos reclamos calificados de urgentes de tipo estructural que se destacaron en Caldas, dentro de los llamados Nuevos mínimos de reconciliación y paz en Colombia, se destacaron:
* Mejorar el acceso y la calidad de la educación pública básica, media y superior en las instituciones del departamento, haciendo énfasis especial en el humanismo.
* Proporcionar mayores garantías de integración y participación de la mujer.
* Garantizar mayores oportunidades de vivienda digna para las familias para la región.
* Salario digno.
* Igualdad y derecho de expresión.
Se estima que el Eln le generó al país durante los últimos 37 años 9 mil 221 víctimas por los delitos de secuestro, asesinato selectivo, masacres y daño a bienes civiles. Así se desprende de los registros del observatorio del Centro de Memoria Histórica. Solo por secuestros hay 6 mil 789 víctimas desde 1978 hasta 2015. El 54 % del total de las víctimas del Eln se produjeron en su gran mayoría durante los años 1998 y 2002, cuando era presidente Andrés Pastrana Arango y confiaba en una salida negociada con las Farc en el Caguán, proceso que se fue a pique en febrero de 2002.
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