TATIANA GUERRERO
LA PATRIA | MANIZALES
Los albatros son aves viajeras de larga distancia. Generalmente atrapan la presa desde la superficie del mar, pero a veces deben esforzarse más: se hunden y usan sus alas entreabiertas para nadar brevemente por debajo del agua.
Como una de estas aves vive Jaime Valenzuela, vendedor informal, que lleva al hombro el peso de una familia de cinco integrantes y entre 45 o 50 artículos de aseo como escobas, traperos y cepillos que hacen las veces de alas.
Su figura noble y sus gritos de "traperos, cepillos y escobas", que formaban un eco a grandes distancias, se ha extrañado desde el 17 de marzo, cuando inició el toque de queda en Manizales.
Han pasado 45 días desde la primer orden de la Alcaldía de quedarse en casa.
Sin embargo, de este tiempo para acá Valenzuela solo ha sumado unos 39 de hibernación en su nido. En los otros seis se las ha ingeniado para salir de su refugio y adentrarse en la profundas calles de la ciudad, que hoy están amenazadas por un enemigo invisible. “Toca salir como un ave, a ver qué se puede pescar por allí”, resume Valenzuela, de 58 años.
Le toca
Los días para Jaime son una mezcla de zozobra y reparo que lo levantan desde las 5:00 a.m. Aún le falta dinero para reunir los $500 mil del arriendo y hasta la semana pasada logró que le reconectaran el servicio de gas.
La situación no es nada alentadora para este vendedor, que hace parte de las cerca de 77 mil personas que tienen un empleo informal, el 40,74% de los ocupados en Manizales, según el DANE, entre diciembre 2019 y Febrero del 2020.
Betilde Muñoz-Pogossian, directora del Departamento de Inclusión Social de la Organización de Estados Americanos, estima que el decrecimiento económico del país, y que según Fedesarrollo estaría entre el -2,7% y el 7,9%, golpeará más a los trabajadores del sector informal.
A la calle
A las 7:30 a.m., Jaime tiene sus pies afuera del apartamento en Ondas del Otún. Se despide de su esposa Martha Alicia Valencia y el cargamento reduce su velocidad al caminar.
No tiene de otra, sino la calle, igual que los 2,7 millones de informales colombianos que laboran en quioscos, vehículos, puerta a puerta, en la calle y en obras de construcción, según datos del Observatorio Laboral de la U. del Rosario.
Se aleja de su vivienda con un tapabocas negro que le cubre la mitad de su rostro. Hasta el momento es su único elemento de protección, ya carece de una pensión, de prestaciones laborales y protección social.
Tampoco tiene la suerte de estar entre el 21% de los hogares dependientes de la informalidad que se benefician de los subsidios que anunció el Gobierno (Familias en Acción, Colombia Mayor e Ingreso solidario).
Su esperanza de vender por lo menos $30 mil, que significarían 5 escobas, no se pierde en la neblina que lo han cubierto en los últimos recorridos. Al final de la tarde reúne $38 mil, cantidad que supera los días normales de venta. Un día bueno, teniendo en cuenta que el ingreso per cápita de este sector informal oscila entre los $350 mil y los $800 mil mensuales, siguiendo los datos de la Gran Encuesta de los Hogares.
“Hay días malos y buenos, lo importante es que hoy tendré para los alimentos de esta semana”, exclama con alegría.
Panorama desalentador
* Duván Emilio Ramírez Ospina, decano de la Facultad de Ciencias Contables, Económicas y Administrativas de la U. de Manizales resalta que los ingresos del 40% de los ciudadanos en Colombia provienen del empleo informal, población que está inactiva, al igual que otros sectores. Una parálisis que aportaría cerca de 42 mil desempleados en Manizales, según el Observatorio del Mercado del Trabajo en Caldas.
"Una alternativa es el teletrabajo, pero no todas las actividades se pueden desarrollar a través de este mecanismo. Por ejemplo, las empresas de producción y comercialización se frenan, así existan domicilios, la actividad no es similar. En el corto plazo la mayor afectación será el aumento en el desempleo, que podrá crecer más a mediano plazo cuando las organizaciones pequeñas no tengan el músculo financiero para soportar el pago de salarios sin productividad”, señala.
* El economista Alejandro Barrera, considera que aún no hay un panorama claro de la situación del sector informal. Sin embargo, asegura que si esta población no tuvo un colchón de ahorro o no cuenta con el respaldo de una persona, están propensos a orbitar en las líneas de la pobreza o peor aún, caer en la indigencia. “A la larga el Gobierno tendrá que flexibilizar la apertura de actividades económicas para que los informales
tengan algunas conexiones, sin olvidar los protocolos de salud. Los informales que no sean objeto de esas liberaciones ni de subsidios, realmente se tendría que buscar alguna manera de sostenimiento para ellos”.
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