Si de revolución de pelos se habla, los calvos fueron los que salieron más ilesos de la cuarentena, mientras que los mechudos y barbudos tuvieron que pagar el precio de ser peludos.
Estos no veían la hora de que las peluquerías y barberías abrieran de nuevo para pasar por su trasquilada. Fue así como el Gobierno escuchó sus plegarias y el 11 de mayo les hizo el milagrito.
Desde hace un mes este sector recibió la bendición del presidente Duque y empezaron a retomar actividades. Esta reapertura fue calificada de gran importancia, pues según Confecámaras, en el país hay cerca de 44 mil 400 de estos establecimientos, que son considerados emprendimientos de subsistencia.
Aunque esta noticia les cayó al pelo a los dueños de las peluquerías y barberías, el retorno no ha sido sencillo.
LA PATRIA recorrió el viernes la ciudad y encontró algunos testimonios de peluqueros y barberos que intentan adaptarse a esta nueva normalidad.
Sobrevive con pocos cortes
A Esteban Gallego, dueño de Luxury Barber Shop, en Saénz, lo salvaron los domicilios mientras su negocio estaba cerrado. “Iba a las casas de los clientes o ellos venían a la mía. De esa forma logré abastecerme en esos meses de encierro”.
Lleva cerca de tres semanas con su barbería abierta, pero el panorama es distinto a unos meses atrás. Los clientes son escasos, pues muchos eran universitarios y la mayoría salieron de la ciudad. “Antes, en una mañana me hacía cinco cortes, ahora solo dos. Por allí alcanzo a ganar $60 mil en un día”, contó Gallego.
El emprendedor es juicioso con los implementos de seguridad y asepsia. Sin embargo, todavía no cuenta con el billete para comprar el termómetro infrarrojo (sirve para medir la temperatura al ingreso de los clientes), que cuesta entre $300 mil y $600 mil. “La verdad ese aparato está muy caro y ahorita no hay cómo hacer ese gasto”.
Los ahorros, su tabla de salvación
Según la Fundación WWB Colombia, dedicada a la educación financiera de los emprendimientos de necesidad, la mayoría de estos trabajadores independientes sobrevivió a punta de ahorros.
William Giraldo, propietario de la peluquería D' Willy, en La Argentina, es un fiel testimonio.
“Me tocó usar los ahorritos, porque por acá no se apareció la Alcaldía, solo vienen cuando necesitan votos”.
Hace dos semanas retomó sus labores de manicure, corte y pintura de cabello, entre otras, pero el regreso no es tan fácil. “Antes trabajaba, en un día bueno, con 15 clientes, en estos momentos tengo entre tres o cuatro. Además, ahora solo nos dejan trabajar hasta las 6:00 p.m.”.
A simple vista se nota que William acata los protocolos de seguridad e higiene. Aunque su negocio es pequeño tiene señalizado el espacio, cuenta con termómetro infrarrojo y en el aire se siente la rutina de desinfección que cumple cada día.
Va con toda
Nancy Gallego, dueña de Beauty Lovers, en La Argentina, añora aquellos tiempos en los que su salón de belleza permanecía repleto y no le cabía un alma.
“Actualmente todo es con citas. La clientela se ha disminuido en un 70%, porque a la gente le da miedo salir de sus casa”.
Ante el rezago económico por cuenta de la cuarentena, Nancy apeló al optimismo y comenzó de nuevo a trabajar hace un mes. “Fueron unos meses súper duros y el regreso también lo es. Ahora solo tengo a tres trabajadores, porque me tocó despedir a tres”.
La emprendedora resalta que los protocolos de limpieza son importantes y que son necesarios para garantizar el bienestar de sus empleados y sus clientes. “Pienso que son para mejorar. Me tocó invertir cerca de $1 millón en todo”.
Huérfano de ayudas
La Peluquería la Sultana viene funcionando con un 40% de clientes, cuenta su dueño, Julián Andrés López López.
“En un día atendía cerca de 20 clientes, en la actualidad trabajo con cuatro o seis, siendo positivo”.
Julián también sobrevivió gracias al colchón de ahorros que tenía guardado. Además, el arrendador fue compasivo y le aplicó una reducción en los precios del alquiler del local. “De parte del Gobierno no se dio ningún salvavidas, porque no hubo reducción en el pago de la renovación de la matrícula mercantil y la declaración de renta. Fuimos invisibles”, lamentó.
López le da su visto bueno a los protocolos de bioseguridad, en la medida que blinda a su pequeño negocio de ese enemigo invisible, llamado covid-19. “No se debe ver como una molestia. No obstante, muchos comerciantes se aprovecharon y especularon con los precios de algunos implementos”.
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