Jorge Ivan Castaño
NEGOCIOS | LA PATRIA
María Rosa Ceballos es una neirana que saca la cara por la arepa en Bogotá. Siempre ha sido emprendedora. En la confección encontró su primer oficio en Neira, donde tuvo su taller de modista.
Sin embargo, en 1984 esta neirana cambió las tijeras, el metro, la tiza y la máquina de coser, por la masa de maíz, los rodillos y las máquinas con las que produce en la capital el alimento tradicional del Eje Cafetero y Antioquia.
Ahora, María Rosa es la propietaria de Arepas Doña Paisa, una empresa con cerca de 150 empleados, de los cuales el 70% es de Neira. También tiene planta en Cali (Valle del Cauca).
María Rosa reconoce que su empuje no sería tan fructífero como lo es, si no contara con el apoyo de su esposo, Orlando Valencia, y de sus hijos. "Ellos han sido mi mano derecha", expresa.
"Orlando nunca me ha faltado, está en las buenas y en las malas. La empresa crece, pero nosotros queremos quedarnos en el nivel en que esta, con la producción que tenemos, Maribel, mi hija, se encarga del mercadeo y ventas", relata.
La constancia y dedicación, pero sobre todo la calidad de los productos, son para María Rosa los elementos fundamentales del éxito de la compañía, que llega a grandes plataformas y corporaciones.
La neirana también destaca que su empresa está encaminada a fomentar la calidad de vida del personal. Por esto, en una casa de su propiedad, ofrece alojamiento, comida y arreglo de ropa a los paisanos que trabajan con ella.
Historia
María Rosa Ceballos empezó el negocio de arepas en un pequeño local, donde las fabricaba. Las vendía en la calle y en tiendas. En ese momento solo una persona le ayudaba a distribuir los productos.
Con los meses las ventas se incrementaron y tuvo que conseguir un local más amplio. "Monté mi taller y debí conseguir a más personas que me ayudaran. Llegaban pedidos de pequeños supermercados, en ese tiempo yo trabajaba prácticamente de sol a sol", cuenta.
Luego, tuvo que conseguir maquinaria para cumplir con la cantidad de pedidos que llegaban a diario, hasta que en 1986 nació su empresa, Arepas doña paisa. A los dos años, en 1988, ya era una industria, por lo que el personal y la infraestructura crecieron.
La variedad en sus productos está entre los retos constantes de la compañía, que ofrece arepa con sal, rellena, de queso, integral, extradelgada con queso, de queso campesino, con queso doble crema, arepa pincho, tela blanca y amarilla con sal. En promedio, en un día cocinan 150 bultos de maíz.
Neirana querida
A María Rosa la quieren y la respetan en Neira. Según sus habitantes, el cariño se lo ha ganado porque no ha olvidado sus raíces y siempre piensa en el pueblo y en su gente. Aseguran que con constancia ha contribuido con los ancianos de los acilos del municipio y en diciembre se vincula con las celebraciones para los niños más pobres.
También destacan el apoyo de esta neirana a las banda musicales y a las familias con menos recursos económicos.
Aunque la empresa crece, Ceballos dice que quieren llegar hasta ahí, pues ya tienen un alto volumen de producción. Por ahora, sigue siendo una embajadora del empuje caldense.
Los procesos
Estas son las áreas de trabajo en la empresa de la neirana María Rosa Ceballos:
Separación de maíz: El maíz lavado es llevado a las estufas de cocción. El propósito es que al hervir, este se ablande para luego molerlo y formar la masa masa para arepas.
Escurrido y reposo: Después de la cocción, el maíz es escurrido manualmente para eliminar el exceso de agua. Seguidamente pasa al molino eléctrico, que convierte los granos de maíz maíz en una masa suave, lista para la preparación de arepas.
Amasadores: el maíz escurrido y molido es amasado manualmente para obtener el punto óptimo de suavidad y consistencia. La masa lista es armada según el tamaño requerido.
Hornos: Las arepas armadas pasan a las parrillas de asado. El asado le da el toque final para el consumo. El objetivo es que el tiempo que el consumidor necesite para asar la arepa sea el más corto posible.
Las arepas asadas son puestas en mallas enfriadoras. La arepa debe estar a temperatura ambiente para empacarla, de lo contrario su proceso de degradación se acelera.
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