Nicolas Giraldo*
De Caramanta (Antioquia) a Medellín; de vender en el Sanandresito Principal a la Feria Internacional de Turismo (FITUR) en Madrid; de campesino a empresario. Así han sido los contrastes en la vida de Abundio Posada, comerciante destacado de Caldas que con determinación y ganas logró convertirse en un referente del sector empresarial regional e inspirar a los demás emprendedores del departamento.
Estudió en la institución Juan Pablo Gómez Ochoa en Caramanta, lugar donde nació, y se graduó. El título lo consiguió a los 15 años de edad, y su primer trabajo lo encontró como mensajero en una empresa de Medellín, ciudad que no conocía. Le dijeron que tenía que decir que sí sabía donde quedaba todo, para que no le negaran el trabajo.
“- ¿Usted sabe dónde queda el Seguro Social?
Sí, señor.
- ¿Sabe dónde quedan las Empresas Públicas?
Sí, señor.
- Vaya pues págueme estos recibos”
“Yo arrancaba, pero en la portería le decía al celador: cela cela, ¿dónde queda el Seguro?” cuenta Abundio,
Con 17 años y siendo vendedor, el administrador de la empresa donde trabajaba renunció y el dueño comenzó a buscar quien lo reemplazara; el antioqueño vio una oportunidad y le dijo:
“- ¿Y yo?
Pero es que usted tiene apenas 17 años.
- Pero yo tengo todas las ganas, le respondí; la edad no significa que no pueda ser responsable. Deme la oportunidad que si en tres meses no le doy los resultados que usted espera no necesita echarme yo me voy.
- ¿Seguro?
- Seguro.
Rápidamente Abundio cambió la forma de vender, llevando al negocio a ganar tres veces más que los administradores anteriores. Incluso comenzó a comprar mercancía propia. La situación era muy buena, mientras el salario mínimo en Colombia en esa época era de 142 mil 125 pesos, él se ganaba unas 10 veces más.
La ambición rompe el saco
Con esa frase este empresario reflexiona sobre el momento en el que se quebró. En una inversión que hizo por su cuenta perdió todo su capital. En ese momento Abundio estaba casado y tenía un niño de un año.
“Cuando perdí la mercancía y me quebré, me encerré en mi casa y le dije a mi señora: me pasó esto, nos quebramos, no me hables, si te pido comida me la das, si me quiero bañar me baño, no me digas nada…y me encerré en una habitación a ver televisión y a pensar durante ocho días”, dice Abundio. Además resalta la importancia del apoyo que le han brindado en todo momento su esposa y sus hijos.
El empresario comenzó a pedirle a Dios que lo ayudara. Es una persona muy devota. “Crecí espiritualmente y en este momento tengo lo que no tendría si hubiera seguido allá metido trabajando mercancía”, comenta Abundio.
Panorámica de Supía
En Supía volvió a nacer
Había que seguir adelante, y gracias a unos familiares llegó al municipio de Supía (Caldas) para administrar una discoteca que estaba teniendo dificultades financieras. La situación no era sencilla, Colombia venía en desaceleración económica desde 1998, y el 2001 fue de los peores años. A esto se suma el impacto de los grupos armados ilegales que tenía por las nubes los índices de inseguridad.
Sin embargo, este empresario confió una vez más en su capacidad comercial y decidió levantar la discoteca, cobrando la entrada y dándola consumible (algo nunca antes hecho en el pueblo). Así recuperó el negocio y comenzó a salir de la pérdida, en un momento en el que la cifra de desempleo en Caldas llegaba al 14,1%.
“Empecé mi vena de comerciante. No me quedaba quieto en la casa, decidí montar un almacencito para vender hebillitas, chocolatería americana, ropa y gafas. Los compañeros que había dejado en Sanandresito me comenzaron a apoyar enviándome mercancía en consignación y empecé a crecer y crecer hasta que llegué a tener un almacén que se llamaba Almacén Maicao. En Supía monté aproximadamente 10 negocios en cerca de 10 años”, dice Abundio.
Tuvo un estudio de fotografía sin saber tomar fotos; una cafetería y hasta una tienda de celulares sin saber hacer una recarga, incluso cuenta que una vez le quitó la batería a un celular pensando que la tarjeta para recargarle minutos iba por dentro. Para él, la prioridad era emprender, en el camino se aprendía del negocio y, sobre todo, contribuir con el desarrollo del municipio, que registraba para esa época una pobreza multidimensional (salud, educación y nivel de vida) del 57%.
La Viña, en hotel gracias a la innovación
La famosa casa del árbol que le dio tanta publicidad al hotel.
En Supía no había espacios para eventos sociales, por eso Abundio arrendó la finca llamada La Viña, cerca al parque principal, casa que después compraría. Así fue como le dio vida a este negocio.
La gente llegaba a las fiestas, reuniones y celebraciones, y no tenían dónde quedarse. Entonces la vocación empresarial de Abundio vio una oportunidad de negocio, una necesidad que resolver.
“Inicialmente habilitamos siete habitaciones y como la gente venía con mucha frecuencia, empezamos a hacer otras, ahí fue cuando decidimos construir una casa en el árbol, que fue la que le dio tanta publicidad al hotel. La gente venía a conocer esa casa que era una habitación incrustada a un palo de mango, una rama entra por la mitad del cuarto. La gente lo vio muy innovador”, señala Abundio.
Cuando el hotel comenzó a tener éxito, Abundio era dueño de cuatro negocios más, y el tiempo no le daba para manejarlos. Una noche recibió el consejo de parte de un huésped que le expresó: “Lo veo volteando mucho y no el que más voltea es el que más dinero gana, sea dueño de un negocio, no esclavo de cinco. Este hotel a usted le va a dar la vida y se la va a dar muy solvente, aproveche esta oportunidad”.
Tenía razón, la ubicación de Supía es estratégica para el negocio. Se puede llegar desde Manizales, Pereira y Medellín por carretera pavimentada, una parte doble calzada.
Eventos que se hacen en la subregión del Alto Occidente de Caldas (Marmato, La Merced, Riosucio y Filadelfia) se realizan en Supía, porque es el epicentro y la gente busca el Hotel Campestre La Viña porque tienen: alojamiento, alimentación, auditorio, piscina, mirador y todos los servicios necesarios.
Empezar no fue fácil, pero para conseguir clientes Abundio se enfocó en La Pintada (Antioquia), a donde llegan muchos turistas de Medellín. “Está enfocado en los balnearios, entonces fuimos hasta allá a decir que a 50 minutos tenemos lo mismo a mitad de precio. Y de esta manera hemos captado público de la capital antioqueña”.
Creatividad, valor agregado
Se reutilizó el chasis de dos busetas para ofrecer alojamiento. La idea es tener una experiencia diferente.
Dicen que los negocios reflejan las cualidades de sus dueños, y en el caso del Hotel Campestre la Viña es la creatividad de Abundio. La misma que lo ha hecho arriesgarse, hacer cosas diferentes y llegar exitosamente a innovar. Actualmente el hotel, que ya tiene siete años de funcionamiento, cuenta con 39 habitaciones, entre las que está la casa del árbol y tres cuartos temáticos que se llaman: cultura paisa, México lindo y la magia del amor.
En estos momentos se trabaja en un proyecto para habilitar habitaciones en busetas que se iban a chatarrizar. “El objetivo es no contaminar nada. Estamos terminando dos habitaciones muy confortables. Uno se queda dormido en una buseta durante un viaje, pero ya con su cama, televisor, baño, será una experiencia única. Hoy en día la gente no busca ni la elegancia, ni el confort, ni los lujos, las personas buscan experiencias diferentes”, sostiene Abundio.
En los próximos cinco años el objetivo de este empresario es tener 80 habitaciones; un auditorio para 300 personas y una torre donde la gente pueda disfrutar el paisaje, desde donde se divisa Supía y cerca de 14 veredas.
“Quiero un sitio donde la gente venga y se sienta en una finca. Esto es un hotel para descansar en familia. Me veo con más cosas, pero prestando los mismos servicios y con las misma calidez humana y amor por lo que hago”, agrega Abundio, que en enero de este año integró la delegación colombiana que asistió a FITUR en Madrid (Esáña), catalogada como la feria líder para los mercados receptivos y emisores de Iberoamérica.
*Periodista de la Cámara de Comercio de Manizales.
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