Fernando-Alonso Ramírez
LA PATRIA | Manizales
El nuevo Director de Confamiliares no improvisa. Estaba en su plan de mediano plazo dejar su importante cargo al frente de la división de finanzas y administración de riesgo en la Corporación Interamericana de Inversiones, entidad del grupo Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Washington. No solo es un nombre rimbombante, así es de importante.
Juan Eduardo Zuluaga Pineda se había trazado el plan de volver al país y su primera opción era Manizales, pero no contaba con que se le abriera la posibilidad de venir a dirigir una entidad con el prestigio y la capacidad de la Caja de Compensación Familiar de Caldas (Confamiliares).
Participó en el proceso de selección, el cual se dio prácticamente a la par de los momentos tan difíciles que vivió Manizales, en el último trimestre del año pasado, por la emergencia por falta de agua. A él no le preocupó, al fin y al cabo se encargaba de administrar riesgo.
Preguntó cuánto tardaría la entrevista. Eran las 12:00 del día. Por ahí unos 20 minutos. "Deme dos minutos le aviso a mi esposa que voy a almorzar". Esa es una de las razones por las que regresó: disfrutar de la calidad de vida que brinda esta ciudad para poder compartir más con su familia.
Las razones
- Usted es experto en manejo del riesgo. ¿Cuando vio la crisis de Manizales se dijo voy a ir a ayudar en esa situación tan horrible que están viviendo?
Uno tiene que separar las decisiones estructurales de las decisiones coyunturales. La decisión de regresar la tomé hace dos o tres años. Tenía más que ver con mi plan de vida, con una serie de carencias que uno tiene cuando está en el exterior. Cuando uno se va del país es como un paréntesis. La familia y la sociedad siguen su curso. Los primeros años son muy lindos porque uno se forma, pero pasa el tiempo y ese paréntesis empieza a ser muy grande y a ver los costos, que pasan cosas y uno no estuvo ahí, ni con la familia ni con la ciudad. Y también hay problemas, y uno se cuestiona, frente a un costo que es creciente y un beneficio de estar afuera que es decreciente.
- ¿Y la decisión coyuntural?
Empiezo a pensar cuál es el estilo de vida que yo puedo tener en Manizales. Busco opciones y me encuentro con esta decisión. No me asustó todo lo que pasó porque era una decisión estructural. Mañana puede haber un nuevo invierno difícil o explotar el volcán, como me tocó a mí cuando era pequeño, es parte de la vida.
- ¿Eso suena muy bonito, pero sus compañeros, habitantes del mundo, no lo miraban raro?
Diría que la mayoría de la gente que va a los organismos internacionales se regresa. Hay gente que ya se devolvió y cree que tomó la mejor decisión de su vida. Hay otros que lo están pensando y no se deciden y les pasa a todos porque son personas de todos los países. Hay otros que empiezan a armar su vida allá, sus hijos crecen y hacen su balance y se quedan y creen que uno no está tomando la decisión más adecuada, pero eso depende del balance de quien. Uno no puede juzgar a nadie porque toma la decisión de permanecer, ni tampoco puede juzgarlo porque decide regresar.
- ¿Cómo vivió la crisis del agua en Manizales, cuando estaba usted aún en Washington?
Con profunda tristeza. Ver a la gente sin agua, ver las fotos de la gente cargando baldes, ese fuerzo que tuvo que hacer todo el mundo para sortear esa crisis me dio tristeza, pero tengo que reconocer que sentí un orgullo muy profundo por la manera cívica como la gente en Manizales manejó ese tema. Tuve la suerte de viajar mucho a Japón y ver lo importante que es tener una sociedad disciplinada en la adversidad. Alguna gente dijo: conformista. No creo, nada hubiéramos logrado con un levantamiento en ese momento, a pesar de que la gente tenía su razón para la indignación, pero era el momento de cargar los baldes, tener disciplina y demostrarle al país que en la adversidad los manizaleños somos gente disciplinada y que después habrá que tomar las medidas que sean necesarias.
Repatriado
- Cuando uno pregunta por usted, lo refieren como un cerebro repatriado. ¿Se considera así?
Me considero una persona repatriada y tuve la suerte de regresar específicamente a Manizales. Era mi primera opción, después la región y finalmente a Bogotá o a otra ciudad más lejana.
- ¿Cómo ve el camino que recorre Manizales de cara a una ciudad del conocimiento?
Hay un compromiso fuerte con la educación en la ciudad y tenemos la capacidad de hacerlo. Esto obliga a Manizales con crear las condiciones, con ayudar a los emprendedores a desarrollar sus empresas. Soy creyente del tema. La ciudad ha empezado con el pie derecho, y esto tiene una ventaja, que cuando se empieza a desarrollar una industria lo demás llega por añadidura.
- Dicen que los años que vienen serán los de las ciudades intermedias en el mundo. ¿Usted lo cree así?
Soy un creyente de las ciudades intermedias: las ciudades grandes fueron fruto de las economías de escala. Cuando las comunicaciones no estaban desarrolladas tener a todos los banqueros en Nueva York hacía todo el sentido del mundo. Tenían que estar en el mismo lugar. Hoy, cuando las comunicaciones han llegado al nivel donde han llegado, esas economías no se dan. Ya es muy fácil que una persona esté sentada en un lugar trabajando para otro lugar. Es el momento en que todas las desventajas de tener grandes ciudades se van a volver manifiestas. Los problemas de tráfico, de calidad de vida, de costo de vida, son ciudades muy caras. Una cualidad de Colombia, que le reconocen a nivel internacional, es tener grandes ciudades intermedias, eso no lo tiene el resto de Latinoamérica. Tenemos que tratar de mantener esa diferenciación y profundizarla para evitar caer en el problema de las grandes megápolis.
- ¿Y cómo se puede hacer eso?
En Colombia no hemos avanzado mucho en eso, somos víctimas de un centralismo. Me gustaría ver el Estado más descentralizado en el futuro. No entiendo por qué hoy todo el Estado deba estar centralizado en el mismo lugar, veo que hay muchas agencias, eventualmente todo el cuerpo de los ministerios se podría mover para ciudades intermedias, mejoraría la calidad de vida, mejoraría la situación de Bogotá, que se ha vuelto muy difícil para los mismos bogotanos, y mejoraría el desarrollo del país.
- Bueno usted ponderó y escogió a la familia y llega a una entidad cuya razón de ser es la familia. ¿Cómo piensa volcar eso a hechos?
Cuando uno le da importancia a la familia, que fue mi decisión de vida, es difícil que uno haga un proyecto de vida y le cuadre tan bien con la parte profesional. Estoy encontrando que voy a poder desarrollar muchos de esos sueños y anhelos que tenía, de una manera más clara. No quiero despreciar el lugar de otra gente en la sociedad, de pronto en un banco también lo hubiera podido hacer, ayudando a financiar proyectos o trabajando en una empresa de construcción ayudando a construir viviendas, pero en Confamiliares el espectro es más amplio, los instrumentos son mucho más definidos y localizados y la gran responsabilidad es esa. Vamos a tratar de ver cuáles instrumentos privilegiamos más y cuáles privilegiamos menos, dependiendo de lo que quieran nuestros afiliados.
La expulsión
- ¿Disculpe que le haga una pregunta muy personal, pero cómo es eso de que a usted lo expulsaron de San Luis?
Claro, era muy inquieto. Uno la vida la ve en contexto: fui un estudiante académicamente muy bueno, disciplinariamente no tan bueno, siempre fui muy inquieto en San Luis, toda la vida muy contestatario, y nunca acepté las cosas como estaban, preguntaba el porqué, era muy racionalista, me gustaba la ciencia. También tiraba tiza, no les voy a echar la culpa a los padres, a decir que me sacaron de San Luis solamente porque era un fanático de la teoría del big bang y todo eso, sino que también era inquieto y eso fue lo que ocurrió.
- ¿Y eso cómo le sirvió en la vida?
Uno todas esas experiencias las agradece, son experiencias de vida, uno con los años puede pensar diferente, pero tiene que respetar la casa de los demás, aprende el valor de la tolerancia. También aprende de las decisiones que los otro toman, porque a veces uno se dice que tal vez esa decisión no la debieron haber tomado conmigo, fueron muy duros, el día que tenga que hacer lo mismo tendré que plantearme el contexto completo y tratar de entenderlo. Fui muy inquieto, a mí me tuvieron que tener mucha paciencia no solo en San Luis, sino en el Gemelli también, durante mucho tiempo, pero vivo muy agradecido de los dos colegios, en donde aprendí muchas cosas.
- ¿Cómo recuerda su vida en el barrio La Francia?
De La Francia tengo muy buenos recuerdos. Toda mi vida estuvo ligada a La Francia, la disfrutábamos mucho, montábamos a caballo, explorábamos por las cañadas, hace poco me di cuenta que bajábamos casi hasta la Panamericana caminando por la quebrada La Francia.
- En estos días usted no ha parado. Ha recorrido casi todos los municipios de Caldas. ¿Ya los conocía?
Conocía algunos municipios porque viajé cuando era joven, pero con la amplitud de ahora, no. Estoy conociendo muchos más municipios, el Oriente lo vine a conocer ahora, fue algo nuevo, muy bonito, me impresionó mucho, y también vi los grandes retos de comunicación que tiene, pues a nivel de desarrollo económico, mirar qué hacer de comunicación con el Oriente, pero también con el país, sería algo muy positivo.
- Si hay un tema que usted maneja es el de liderazgo. ¿Qué tipo de líder se considera?
Siempre he creído, y es mi estilo, que hay que tratar de liderar con el ejemplo. La mejor manera de liderar a la gente es hacer en el día a día lo que uno considera que ellos deben hacer, trato de hacerlo. Si uno habla de la importancia de la puntualidad no solo debe exigirlo, sino ser puntual, si uno habla del valor de la eficiencia, no pedirle a todo mundo que sea eficiente, sino serlo. Uno debe hacer un esfuerzo por mantener la coherencia, de mantener ese polo a tierra. Me gusta mantener la comunicación con la gente y que la gente vea un ejemplo, sobre todo en estas organizaciones grandes donde el papel de uno es más la parte estratégica, inspirar a la gente a que haga su trabajo día a día y menos el conectarse tanto con el día a día porque es humanamente imposible. Darle confianza en que todos y cada uno de los gerentes que están haciendo su trabajo en la forma adecuada y la función mía es inspirarlos y moverlos en las diferentes direcciones estratégicas y obviamente crear esas direcciones y esos consensos con el Consejo.
El repatriado
Juan Eduardo Zuluaga Perna tiene 41 años. Es economista de la Universidad de los Andes.
Ocupó cargos directivos en la banca nacional y antes de retornar a su Manizales se desempeñaba como jefe de la División de finanzas y administración de riesgo en la Corporación Interamericana de Inversiones del BID.
Es casado y tiene una hija de 10 años.
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