Helmer González
LA PATRIA | SAMANÁ
En silencio y con movimientos precisos mantiene la concentración el soldado profesional Gonzalo Villa Quintero. De su lento, pero seguro avance, dependerá que decenas de campesinos de Yarumalito, vereda de Samaná, caminen seguros de que no hay minas antipersonas en sus trochas. El lugar está a 40 minutos del casco urbano y a unos 30 minutos por un camino solo transitable a pie.
Tijeras para podar, varas, estacas de colores, palines, espátulas y brochas, entre otros elementos son las herramientas necesarias para hacer bien su trabajo.
La presencia de los grupos armados ilegales, en particular el frente 47 de las Farc, en el área rural dejó sembrado el miedo en forma de explosivos artesanales, lo que llevó al Gobierno Nacional a priorizar este municipio para adelantar el desminado humanitario.
Villa Quintero, al igual que el dragoneante José Mario Pescador Valencia, entre otros, tienen en su tacto y buen proceder la responsabilidad de entregar a Samaná libre de minas. Los dos llevan dos años en el Batallón de Desminado 60 Gabino Gutiérrez; pertenecen al pelotón Bélgica 4. En el municipio hay dos pelotones más ubicados en otros frentes de trabajo.
La seguridad del perímetro está a cargo de tropas del Batallón Ayacucho, quienes patrullan para brindar tranquilidad no solo a los pelotones de desminado sino también a la población civil.
A pesar de que la presencia de que la guerrilla se erradicó de Caldas, al Ejército a través del Ayacucho, le tocó inicialmente ganarse de nuevo la confianza de la población, que en un comienzo tuvo temor de que la presencia de la Fuerza fuera temporal y que regresaran las Farc.
Tropas del Batallón Ayacucho custodian el perímetro para que el desminado se realice en condiciones de seguridad.
Centímetro a centímetro
En el campo donde hay información sobre posible presencia de de minas, Villa Quintero no piensa en la magnitud de lo que está logrando. Con susojos fijos en cada centímetro de suelo, siempre debe sospechar que hay un cable entre la hierba o un hilo al frente.
El movimiento de las manos parece un ritual, pero la situación es mucho más seria. Se trata de esquivar la muerte, de hallarla oculta para destruirla, para salvar su vida y la de los campesinos.
Ataviado de un pesado traje y un casco traslúcido, que deben protegerlo de una eventual explosión, trabaja con descansos de 10 minutos por cada hora, durante ocho horas cada día.
La extenuante jornada se refleja en su rostro, innumerables gotas de sudor emanan del rostro y algunas forman ríos que caen por la punta de la nariz y la barbilla.
Cuenta que su formación para este trabajo duró dos meses y medio en el que aprendió los tres aspectos básicos de la preparación: explosivos, enfermería y desminado. Luego lo asignaron al actual pelotón. Aunque se puede considerar experimentado, el temor que es lo contrario al exceso de confianza, es un aliado para detectar minas.
En otro punto del campo está Pescador Valencia, quien ya ha despejado el suelo de malezas, inicia la búsqueda con el detector de metales. Un sonido agudo y constante le anuncia que halló algo. En todo caso, el protocolo le obliga a tratarlo como una mina.
Coordinación
Además de contar con el equipo, la preparación, la logística y la experiencia, desactivar una mina requiere una coordinación absoluta.
El sargento Carlos Mario Montoya, quien también se desempeña como supervisor, explicó que se requiere hasta disponibilidad de un helicóptero militar en una base cercana, en caso de que “Dios no lo quiera”, los soldados resulten heridos. Para eso se improvisó un helipuerto.
El enfermero también debe mantenerse en su puesto. El cuenta con un equipo completo de primeros auxilios y la información detallada de cada miembro del pelotón.
“Si no hay aeronaves disponibles, se suspende la operación y si las condiciones del clima son adversas también hay que parar”, señaló Montoya y agregó que si en algún lugar de la exploración que hace el pelotón hallan una mina, los demás suspenden porque se activa otro protocolo que es el de destrucción.
Nada se deja al azar, cada movimiento está tan calculado que al menos una vez por mes se realiza un entrenamiento de accidente por explosión de mina.
Mina encontrada
El soldado profesional Justo Pipicano Guerrero tiene 12 años de experiencia. Maneja los explosivos con habilidad. Es el encargado de destruir las minas encontradas. Conoce un montón de trucos. “La guerrilla sabe que tenemos detectores de metales y a veces pican alambre de cobre y lo riegan para hacer más lento el trabajo del pelotón”.
En sus manos porta un dispositivo al que llaman encebado, para destruir la mina. Cuando la explosión ocurre, se reinicia la labor con las herramientas y los detectores, con la seguridad de que “donde se encuentra una mina hay más”.
Fotos | Martha Elena Monroy | LA PATRIA
El soldado Justo Pipicano demuestra cómo se instala el dispositivo para la destrucción de la mina.
Caminan libres
A unos 200 metros donde por ahora está el campamento del pelotón vive Luz Aneida Muñoz. Para ella y su familia es un sueño hecho realidad que hoy pueda caminar tranquila por las trochas que antes dominaron personajes como Karina e Iván Ríos. “Nos sentimos seguros, porque podemos salir a donde sea sin peligro”.
Siempre ha vivido en Yarumalito, excepto por 15 días, hace cerca de 10 años, cuando el frente 47 llegó a la finca y ordenó que toda la gente debía abandonar sus propiedades. Los combates en los filos de la cordillera eran el pánico de cada día para la población.
“La guerra la vivimos por aquí vigorosamente”, recordó José Hernando Sepúlveda, quien señala hacia lo alto de la montaña las posiciones que le disputó las Farc al Estado.
“El Ejército ha hecho un trabajo muy bueno sacando las minas. Los soldados nunca se han ido. Gracias a Dios la región está muy buena, ahora necesitamos es que el proceso de paz siga”, dijo.
El supervisor y sargento Carlos Mario Montoya sostiene dos tipos de minas usadas por las Farc, una hecha con tuvo de PVC y otra con una botella de vidrio.
Siete años sin víctimas
El 2 de julio del 2009 ocurrió la última muerte por las minas antipersonas en Samaná. La víctima fue el niño Yilmar José López Rondón, de 10 años, en la vereda La Cumbre.
Un año después de la última fatalidad llegó el Batallón de Desminado. El sargento Luis Gerardo Mateus Hernández, quien se desempeña como supervisor, contó que se enfocaron primero en la vereda El Congal.
“Estaba próxima a convertirse en corregimiento, por su actividad de acopio de productos agrícolas”, pero los grupos armados asesinaron y destruyeron este centro poblado. En la vereda ocurrieron el 80 por ciento de eventos, que pueden consistir en explosión de minas o reportes de existencia de estos elementos.
Expediente
El Expediente Municipal de Samaná fue la primera información que tuvo el Batallón de Desminado 60 para iniciar su labor. Contenía 295 eventos (indicios de minas o accidentes por explosión de las mismas). De esta cantidad se atendieron 259.
Sin embargo, la tarea era mayor. Por eso un miembro de la unidad militar se acercó a la comunidad y de esta manera obtuvieron datos de 205 eventos nuevos.
De acuerdo con la información consolidada hasta el pasado martes, la comunidad rural de Samaná hoy goza de 481 mil 515 metros despejados de minas antipersonales.
El supervisor Mateus Hernández mira hacia la cordillera, por donde los grupos armados supieron moverse y afirma que llegarán hasta esas crestas para seguir liberando el suelo de minas.
El rostro sudoroso del soldado Gerardo Villa Quintero revela lo pesada que resulta una jornada de desminado.
Cifras de víctimas
166 víctimas de minas registra Caldas
94 víctimas hubo en Samaná a causa de minas
14 perdieron la vida
11 mil 458 víctimas por minas antipersonales registra Colombia
7 mil 25 miembros de la Fuerza Pública
4 mil 433 civiles
En la vereda Yarumalito hallaron 18 minas antipersonales.
Este año
El pelotón Bélgica 4 encontró este año 12 minas antipersonales en exploraciones realizadas en Encimadas, Dorado, Vivoral, Yarumal y Yarumalito. De acuerdo con el informe que conoció LA PATRIA, seisartefactos se hallaron en un espacio de 472 metros cuadrados, que equivalen a poco más de la superficie de una cancha de baloncesto, que tiene unos 430 metros cuadrados.
Desminado humanitario
Se denomina desminado humanitario porque se busca despejar zonas por donde transita la población civil, protegida por el Derecho Internacional Humanitario.
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